Melody Petrov tiene la vida que cualquier chica desearía; libertad, lujos, y pretendientes por montón. Pero su vida de niña mimada se ve afectada cuando conoce a Aiden, su escolta.
Unas almas totalmente diferentes y opuestas se llegan a conocer en simples miradas.
Tener a un hombre atractivo trás de tí es un jodido privilegio, y Melody lo tiene muy en claro cuando de conquistar a Aiden se trata.
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18: ¿Podemos hablar?
...AIDEN...
Como todos los días, abro mis ojos, encontrándome una vez más encerrado en una habitación donde no puedo ver ni siquiera la luz del sol.
Con mis ojos hinchados de llorar por pensar en Melody, volteo, viendo a la persona que ha entrado para joderme una vez más; Frey.
—¿Cómo estás, Aiden? ¿Te sientes bien? — si no fuera por los escoltas que tiene a sus espaldas, me le lanzaría en este instante.
—Sácame de aquí — murmuro, poniéndome de pie—. ¡Sácame de este maldito lugar, imbécil!
—No me das miedo, Aiden, nunca lo he hecho. Vamos, ya resignate a no ver nunca más a esa chiquilla. Te estoy haciendo un favor al mantenerte aquí, estoy haciendo respetar el apellido de la familia, incluso, estoy haciéndote creer respetar para que Jane Leonardi no crea que eres tan débil a la hora de tener un objetivo. Ahora me toca a mí hacer las cosas a mi manera, además tengo alguien quien me apoya; nuestra madre — sus dedos provocan un chasquido que es como una orden para sus hombres los cuales me toman de ambos brazos, tumbandome a la cama donde me mantienen hasta preparar un sedante que una vez más inyectan en mi brazo.
—¡Te voy a matar, Frey! ¡Acabaré con tu vida muy pronto, maldito hijo de puta! — siento como aquel líquido que recorre mi cuerpo, logra su objetivo; debilitarme y dejarme sin fuerzas—... Melody...
...MELODY...
Con la prueba de embarazo escondida en el bolsillo de mi vestido, paso al despacho de papá.
—Melody — deja de mirar la ventana al verme de reojo—. Justo estaba por mandar a llamarte — con su pie pisa el cigarrillo que estaba fumandose.
—¿Podemos hablar?
—Claro, toma asiento — me brinda una silla, apresurandose a cerrar la puerta para regresar a su puesto y así tenerlo cara a cara—. ¿Me permites hablar primero? — asiento con la cabeza, teniendo a la mira sus ojos rojos que parecen haber llorado—. Te amo... eres aquella princesa que siempre anhelé tener, y la que aunque me saque canas nunca he dejado de querer — besa mi muñeca—. Sigo sin creer que en todos estos años no he podido hacer un buen trabajo... Perdóname Melody, por ser tan egoísta y no ser la persona que te apoye y que siempre se empeña en hacer lo que se le venga en gana. Pero no soy perfecto, tengo mis errores y no sé cómo cargar con ellos — sus lágrimas empapan mi mano que no suelta y sigue presionando contra su mejilla.
—No tengo nada que perdonarte, papá... porque si hablamos con la verdad, yo soy la única que no ha hecho más que cometer inmadureces.
—No Melody, tu madre tiene razón, necesitas crecer y experimentar... ¡pero yo no hago más que manejarte a mi antojo! Empecemos nuestra relación desde cero... déjame ser el padre que necesitas y mereces, por favor — asiento con la cabeza.
—Claro... claro que sí, papá — me pongo de pie, y con estas ganas de llorar solo quiero correr hacia mi habitación y huir.
—¿No ibas a decirme algo, Melody? — meneo mi cabeza, poniendo la mano sobre la cerradura y justo veo como algo delgado y pequeño cae de mi vestido; la prueba de embarazo, que antes de tomarla, mi padre ya lo ha hecho con una expresión anonadada.
—¿Estás embarazada, Melody?
Exploto en lágrimas, evadiendo el pesar de su mirada que de seguro me juzga como siempre.
Da pasos lentos, y cuando pensé que iba a golpearme, solo ví sus manos envolviendome en un abrazo como acostumbra hacerlo cuando era una niña.
—Papá...
—Shhhh. A esa criatura no le faltará nada, ¿me oyes? — levanta mi barbilla, haciendo que lo mire a los ojos—, porque nos tiene a ambos. Eres mi hija y jamás te dejaré sola, pase lo que pase, siempre estaré apoyándote.
Dios Siga bendiciendo tu maravilloso talento
para poder seguir deleitándome con tus maravillosas novelas.