Una Oportunidad Para Amar Por Última Vez

La señora Valeria estaba nerviosa mientras bajaba al restaurante del hotel. Su corazón latía con fuerza, y su mente no paraba de darle vueltas a lo que estaba a punto de suceder. Sabía que el encuentro con Betty sería decisivo, pero no podía evitar sentirse ansiosa. Se instaló en una mesa cerca de la ventana, donde podría ver a Betty entrar, y trató de calmarse tomando pequeños sorbos de agua. El mesero le preguntó si deseaba pedir algo mientras esperaba, Valeria pidió un té para calmar sus nervios.

La espera terminó cuando Valeria vio entrar a Betty por la puerta. La reconoció de inmediato por las fotos que había recibido del investigador. Betty, con una mezcla de nervios y curiosidad, buscaba con la mirada a la mujer que había solicitado reunirse con ella. Valeria levantó la mano para indicar dónde estaba sentada, y Betty se dirigió hacia ella con pasos firmes pero cautelosos.

—¿Señora Valeria? —preguntó Betty, un poco dudosa, cuando llegó a la mesa.

Valeria se levantó rápidamente y, para sorpresa de Betty, en lugar de ofrecerle solo la mano, la abrazó con cariño. Betty, aunque sorprendida por el gesto, respondió con una sonrisa sincera.

—Me da mucho gusto conocerte, Betty —dijo Valeria con emoción en la voz—, y dentro de poco, conocere a esta preciosura. —Valeria tocó con suavidad el vientre de Betty.

—Antonia —respondió Betty, con una gran sonrisa y lágrimas en los ojos—. Se llamará Antonia.

Valeria rió y lloró al mismo tiempo al escuchar el nombre de su nieta. La noticia de que sería abuela de una niña la llenó de una alegría indescriptible. Ambas mujeres se sentaron, y lo que siguió fue una larga y sincera conversación mientras desayunaban. Betty le habló de cómo había sido su vida desde que dejó Nueva York y de cómo había lidiado con el embarazo. Valeria, por su parte, le expresó su deseo de ser parte de la vida de Antonia, prometiéndole a Betty que siempre la apoyaría en lo que necesitara.

Después del desayuno, Betty mencionó que tenía una cita con el doctor para ver cómo estaba el bebé y, de manera natural, invitó a Valeria a acompañarla. Valeria aceptó gustosa, emocionada por la oportunidad de ver a su nieta en la ecografía.

Cuando llegaron al consultorio, el doctor se sorprendió al no ver a los dos bulliciosos amigos que siempre acompañaban a Betty.

—¿Dónde están hoy tus inseparables compañeros? —preguntó el doctor con una sonrisa.

—Hoy me acompaña la abuela de la bebé —respondió Betty, señalando a Valeria, quien estaba a su lado con una expresión radiante.

La consulta comenzó, y el doctor confirmó que todo iba perfectamente bien en el desarrollo de la bebé. Antonia estaba bien de peso y ya se acercaba a la recta final para nacer. Valeria estaba emocionada hasta las lágrimas al ver a su nieta en la ecografía. Sostenía la mano de Betty con fuerza, sintiendo una conexión profunda con esa pequeña vida que pronto llegaría al mundo.

Después de la consulta, Valeria se despidió de Betty con la promesa de volver pronto. Regresó a Manhattan con una alegría que no podía contener. Caminaba por la casa dando pequeños saltitos de emoción, incapaz de disimular su felicidad. Sin embargo, esta repentina euforia no pasó desapercibida para Doménico, su esposo.

—Valeria, estás diferente desde que volviste de Los Ángeles —comentó Doménico una noche, mientras cenaban juntos—. Te he visto responder mensajes y recibir llamadas a escondidas. Incluso has programado otro viaje a Los Ángeles. ¿Qué está pasando?

Valeria intentó mantener la calma, pero sabía que Doménico estaba empezando a sospechar.Betty le había pedido no contar nada por ahora , ella no estaba preparada para ver a Antoni y le pidió Valeria que le diera tiempo. A pesar de los intentos de Valeria por tranquilizarlo, Doménico decidió hablar con su hijo Antoni.

—Hijo, tu madre está actuando de forma extraña —le dijo Doménico durante una llamada telefónica—. Desde que regresó de su último viaje a Los Ángeles, la he visto hacer cosas que no son normales en ella. Creo que hay algo más, y voy a descubrir qué es.

Antoni se rió de su padre, burlándose de sus aparente celos.

—Papá, no exageres —le dijo entre carcajadas—. ¿Qué crees que está haciendo mamá, teniendo una aventura? Vamos, seguro que solo necesita un poco de tiempo para ella. Pero si estás tan preocupado, ¿por qué no vas con ella a Los Ángeles y la acompañas?

Doménico, decidido a resolver sus dudas, tomó la sugerencia de su hijo al pie de la letra. Decidió que la próxima vez que Valeria viajara a Los Ángeles, él la seguiría sin que ella lo supiera.

El día del vuelo, Doménico se disfrazó para no ser reconocido: lentes oscuros, sombrero, tapabocas. Se aseguró de tomar el mismo vuelo que Valeria, manteniéndose a una distancia prudente. Al llegar a Los Ángeles, alquiló un coche y siguió al taxi que llevaba a su esposa. El vehículo los llevó a una zona residencial modesta, y Doménico observó desde lejos cómo Valeria entraba en una casa.

Después de esperar un largo tiempo en su coche, la curiosidad y la ansiedad pudieron más que su prudencia. Decidió acercarse y tocar la puerta. Cuando la puerta se abrió, lo que vio lo dejó completamente asombrado. Una mujer embarazada, con un gran vientre, le dio la bienvenida. Doménico no pudo evitar quedarse boquiabierto, mirando el vientre de la mujer con incredulidad. Justo entonces, Valeria apareció detrás de ella.

—¡Doménico! ¿Qué estás haciendo aquí? —exclamó Valeria, completamente sorprendida—. ¿Me seguiste? ¡Esto no lo puedo creer!

Doménico, todavía en shock, apenas pudo responder.

—Valeria, ¿qué está pasando aquí? ¿Quién es esta mujer? —preguntó, señalando a Betty.

Betty, por su parte, observaba la escena en silencio, sin saber muy bien cómo reaccionar.

Valeria dio un paso hacia adelante, mirando a su esposo con una mezcla de sorpresa y frustración.

—Doménico, lo que voy a decirte es algo que no estaba preparada para contarte de esta manera —comenzó Valeria, tomando una profunda respiración—. Esta mujer es Betty, y la bebé que está esperando es nuestra nieta, la hija de Antoni.

Las palabras de Valeria cayeron como una bomba en la mente de Doménico. La incredulidad y la confusión se mezclaron en su rostro mientras intentaba procesar lo que acababa de escuchar.

—¿Qué? ¿Nieta? —repitió Doménico, aturdido.

—Sí, Doménico —respondió Valeria, con voz firme—. Y ahora es el momento de que hablemos de lo que realmente está pasando.

Betty, sintiendo que esta conversación era un asunto familiar, decidió darles un momento a solas.

—Si necesitan hablar, puedo dejarlos a solas —dijo Betty suavemente.

Valeria asintió, agradeciendo la comprensión de Betty. Luego, volvió su atención a su esposo, preparándose para la difícil conversación que se avecinaba.

El ambiente estaba cargado de tensión,sorpresa y felicidad, pero Valeria sabía que había llegado el momento de enfrentar la verdad. No había vuelta atrás.