Un amor que se enfrenta a problemas, desafíos, barreras. Un amor entre una bailarina y un multimillonario.
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Capítulo 16: El Paso Definitivo
París había sido un bálsamo para el alma de Nia y Ethan, pero con el paso de los días, la rutina comenzó a reclamar su espacio. La distancia, aunque ya no parecía insuperable, seguía siendo un reto. Nia volvía a sus ensayos en Milán, mientras que Ethan se sumergía en los cambios de su empresa en Nueva York. Sin embargo, esta vez, algo era diferente: ambos sabían que estaban construyendo un puente sólido entre sus mundos.
Era una tarde lluviosa en Milán cuando Nia recibió un mensaje de Ethan.
"¿Tienes planes este fin de semana? Tengo una idea loca."
Nia sonrió al leerlo. Las ideas locas de Ethan siempre terminaban siendo las mejores.
"Estoy intrigada. ¿Qué tienes en mente?" respondió.
Poco después, su teléfono vibró con una videollamada. Ethan apareció en la pantalla, sentado en su oficina, con el cabello ligeramente despeinado.
—¿Qué tal un fin de semana en Capri? Solo tú y yo, sin teléfonos, sin trabajo, sin distracciones.
—¿Capri? ¿Así como así?
—Sí, así como así. He reservado una villa. Quiero que nos escapemos un rato.
Nia rió, emocionada.
—Estás loco, pero me encanta la idea.
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Dos días después, Nia descendía de un pequeño barco en las costas de Capri. Ethan la esperaba en el muelle, vestido con una camisa blanca ligera y pantalones de lino, el sol resaltando el azul de sus ojos.
—Pensé que te costaría más aceptar la idea de dejar todo por un fin de semana —dijo él, tomando su mano para ayudarla a bajar.
—Bueno, tú me enseñaste que algunas cosas no pueden esperar.
La villa que Ethan había reservado estaba situada en lo alto de un acantilado, con una vista impresionante al mar Tirreno. Los amplios ventanales dejaban entrar la brisa marina, y el sonido de las olas era un constante recordatorio de que estaban lejos de todo lo que les preocupaba.
Esa primera tarde, pasearon por los estrechos senderos de la isla, compraron limonada fresca de un vendedor local y se perdieron en conversaciones ligeras, riendo como si el mundo fuera solo suyo.
Más tarde, en la terraza de la villa, con una cena ligera servida bajo un cielo estrellado, Ethan tomó la mano de Nia.
—He estado pensando mucho en lo que significa nuestra relación para mí.
Nia lo miró, su corazón acelerándose un poco.
—¿Sí?
—Tú me inspiras, Nia. No solo a ser un mejor hombre, sino a encontrar lo que realmente importa en mi vida. Y cada vez que estamos separados, me doy cuenta de lo vacío que sería todo sin ti.
Ella sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas, pero antes de que pudiera responder, Ethan se levantó de su silla y sacó una pequeña caja de su bolsillo.
—Sé que nuestras vidas no son sencillas. Sé que hay muchas cosas que aún tenemos que resolver. Pero también sé que no quiero esperar más para decirte esto.
Se arrodilló, abriendo la caja para revelar un anillo con un delicado diseño de oro blanco y un zafiro rodeado de pequeños diamantes.
—Nia, ¿te casarías conmigo?
La respiración de ella se detuvo por un instante. La brisa parecía haber cesado, y el tiempo se congeló mientras miraba el anillo y, sobre todo, a Ethan.
—¿Ethan...?
—Sé que esto puede parecer repentino, pero llevo meses sabiendo que quiero pasar el resto de mi vida contigo. Quiero que construyamos algo juntos, no solo sueños, sino una vida.
Nia sonrió, las lágrimas corriendo libremente por sus mejillas.
—Sí, Ethan. Claro que sí.
Ethan se levantó, deslizándole el anillo en el dedo antes de abrazarla. El momento era perfecto, con el mar brillando bajo la luz de la luna y el sonido de las olas como música de fondo.
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Al día siguiente, ambos parecían estar flotando en una nube de felicidad. Pasearon por los jardines de Villa San Michele y visitaron la Gruta Azul, donde la luz que entraba hacía que el agua brillara con un azul casi irreal.
—¿Crees que sea posible tener un equilibrio entre nuestras vidas? —preguntó Nia mientras remaban hacia el interior de la cueva.
Ethan la miró, su expresión suave pero segura.
—No solo creo que sea posible. Estoy dispuesto a hacer todo lo necesario para que suceda. Y sé que tú también lo estás.
Esa noche, mientras veían la puesta de sol desde la terraza, comenzaron a planificar su futuro. Decidieron que no tendrían prisa en organizar la boda, priorizando encontrar un ritmo que funcionara para ambos. Ethan sugirió pasar más tiempo en Europa, mientras que Nia consideró buscar presentaciones en Nueva York para estar más cerca de él.
—Es un desafío, pero creo que juntos podemos con todo —dijo ella, apoyando su cabeza en el hombro de Ethan.
—Y no tienes que hacerlo sola. Esa es la clave.
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Cuando el fin de semana llegó a su fin, Nia y Ethan regresaron a sus respectivas responsabilidades, pero esta vez con una promesa sólida que los unía más que nunca. Las semanas siguientes estuvieron llenas de llamadas nocturnas para discutir detalles del futuro, desde ideas para la ceremonia hasta cómo balancear sus agendas.
Una tarde, mientras Nia ensayaba para una nueva producción en Milán, recibió un paquete inesperado. Al abrirlo, encontró una carpeta con documentos y una nota de Ethan.
"Nia, sé que amamos soñar juntos, pero quiero que esto sea más que palabras. He comenzado los trámites para abrir una fundación en Europa. Creo que es el momento de invertir en lo que ambos amamos: el arte y la posibilidad de cambiar vidas. Espero que lo veas como nuestro primer gran proyecto juntos. Con todo mi amor, Ethan."
Nia apretó la nota contra su pecho, sintiendo una mezcla de emoción y gratitud. Sabía que, aunque los desafíos seguirían llegando, ella y Ethan estaban construyendo algo extraordinario, algo que no solo los unía a ellos, sino que también tenía el poder de impactar al mundo.
Ese día, mientras se preparaba para un ensayo más, Nia se detuvo frente al espejo del estudio. Su reflejo le devolvía la imagen de una mujer que había encontrado el equilibrio entre sus sueños y su amor, una mujer lista para enfrentar lo que viniera junto a la persona que había elegido.
Era un nuevo capítulo, lleno de posibilidades y amor, y Nia sabía que estaban apenas comenzando.