Faltan once minutos para la media noche, Alejandra con el teléfono en mano espera ansiosamente que pasen esos sesenta segundos que la separan del "Hola" de su confidente desconocido. Con él puede ser ella misma, sin la máscara de estoica que desde su infancia se colocó.
Franco está en su habitación, ya ha escrito su acostumbrado Hola y cuenta regresivamente los 25 segundos para pulsar enviar. Él es un ser sensible sin saberlo, su oculta pasión por las artes lo llevó a ella, a esa mujer de la que no conoce ni su nombre, ni su rostro, ni su edad, pero que lo sensibiliza al extremo de sentir sus caricias en el alma.
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Quince
Poco menos de dos horas después, la aeronave aterriza en el Aeropuerto Internacional Toronto Pearson. La pareja de enamorados desciende tomados de la mano y se dirigen al lugar de destino.
El taxi se desplaza lentamente, mientras en el asiento trasero, Alejandra mira con especial atención las calles de la ciudad rodeada por los brazos de Franco, él le señala cada detalle mientras ella admira como resaltan los edificios estilo Gótico y Art Deco entre los contemporáneos y rascacielos. Finalmente, el vehículo estaciona frente a una gran casa de estilo moderno en color gris con grandes paredes de vidrio polarizado, enmarcados en negro al igual que la puerta y unos pequeños arbustos en la entrada.
—Bienvenida— le dice Franco con una sonrisa abriendo la puerta principal y dándole paso a la chica para frenar en la sala al toparse con docenas de rosas rojas que resaltan en la decoración minimalista. Al adentrarse la empleada le alcanza un ramo de esas flores a su jefe y él se las entrega a Alejandra.
—¿Todo esto es para mí?— pregunta en un hilo de voz conmovida por el gesto.
—Por supuesto mi amor— responde —Te presento a Mayra, ella es la única trabajadora permanente en la casa, lo que necesites puedes pedírselo a ella— le dice mirándola a los ojos y tomándole la barbilla, hace una pausa para dirigirse a su doméstica —Mayra esta bella dama es mi novia.
—Un placer señorita, es tan hermosa como en el retrato; felicidades a ambos, al fin el señor Franco dejara la soltería— dice sin pensar e inmediatamente su rostro se torna rojo, siente que se excedió —disculpe señor— habla apenada.
—No tienes que disculparte, esta mujer que tienes enfrente es la mujer de mi vida— Alejandra está abrumada, nunca antes tuvo una demostración tan extravagante de afecto...
—Amor debo ir un momento a la empresa ¿me acompañas o prefieres quedarte a descansar?— pregunta el chico con los ojos llenos de sentimientos.
—Anda, yo me quedo con Mayra y te espero— responde la muchacha dando un suave beso en sus labios.
—Está bien, esta es tu casa, prometo que estaré aquí a la hora de la cena— expresa abrazándola y besando su frente para retirarse...
Después de una ajetreada tarde en la cocina, la chica se ducha y arregla para Franco, quiere corresponder a sus atenciones. Está bajando las escaleras cuando la puerta principal se abre y es su magnífico novio con una sonrisa en el rostro, las mariposas cobran vida en su estómago a medida que él se acerca e invade sus labios.
—Me doy un baño y enseguida estoy contigo — le asegura Franco —¿Quieres que salgamos a comer por ahí?— pregunta a lo que Alejandra sonriente niega.
—Mayra me ayudó a prepararte la cena— le dice visiblemente apenada — anda, te espero en el jardín...
Alejandra aprovechó el tiempo para hacerle una cena especial; quien la observa sin conocerla, no puede imaginar que nunca mostró interés en la cocina, pero con la ayuda de Mayra, le preparó a su novio algo singular. Quiere atesorar cada momento a su lado, porque es tanta la felicidad que siente junto a Franco, que le da miedo.
—Señor, su novia ya lo espera en el jardín— le dice la doméstica a su patrón y él siente su pecho latir con fuerza, cuando escucha esas palabras dicha por otra persona, que alguien más asegure que es suya y así es, ella es toda suya, la mujer a la que le descubrió su alma, esa de la que se ha enamorado de todas las maneras posibles y que empezó a amar sin conocer más que un pseudónimo, esa a la que no ha necesitado tenerla desnuda para vibrar, pero que muere por recorrerla y amarla en todos los sentidos.
La chica lo recibe con una copa de vino tinto, la mesa perfectamente vestida de blanco hace resaltar el rojo de unos cuantos pétalos esparcidos en ella. Una ensalada de rúcula, manzana y nueces acompaña los rollitos de ternera aderezados con jengibre y un toque de anchoas, para resaltar el sabor, (eso fue lo que le dijo Mayra) lo que desconoce es que la intención de la empleada fue darles ese efecto afrodisíaco a la velada...
Franco agradece la labor de Alejandra besando sus manos, para luego atacar sus labios con vehemencia.
Los besos cada vez se hacen más necesitados, en ese instante sólo existen ellos, mientras Mayra a lo lejos, se retira suspirando como si acabara de leer una novela de romance; quedan las estrellas como únicos testigos cuando las caricias comienzan a tornarse febriles y la pareja, sin dejar de tocarse y tropezando con lo que encuentren a su paso, sube a continuar lo que comenzó como una sesión de besos.
Los sentidos de ambos se agudizan y sus cerebros callan. El suave roce de los dedos de Franco encienden exponencialmente los deseos de Alejandra y el sentido del tacto predomina en ella mientras que los jadeos de la chica se vuelven la melodía predilecta de él. Fácilmente, él podría ser el virtuoso que con maestría toca su instrumento, mientras ella siente ser la arcilla que está siendo modelada por el alfarero a medida que se van desprendiendo de sus ropas.
No hay nervios solo decisión y entrega, ambos consciente del milagro que significa que estén juntos.
Dos cuerpos desnudos con la respiración acelerada se recorren íntegramente, los labios de Alejandra sólo se desprenden de la piel de Franco fracciones de segundos para gemir y los de él para declarar con fuerza su amor. En la penumbra es difícil identificar dónde comienza un cuerpo y termina el otro, la boca encendida del hombre se prende de los pechos de su mujer mientras ella balbucea palabras ininteligibles. Sus sexos palpitantes reclaman dolorosamente atención y poco a poco su hombría se desliza en su centro. No es lujuria está escena, es la sublimación del acto más puro de amor de dos almas necesitadas y predestinadas. La sincronía de sus cuerpos trajeron finalmente el éxtasis nublando sus sentidos y llegando a la liberación, las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Alejandra, el cúmulo de emociones la desborda y por primera vez siente que tocó el cielo.