Un Maravilloso Error

Decidí enfrentarme a Nick esa misma tarde.

Cogí el sobre y, sin atreverme a coger el coche nerviosa como estaba, anduve hacia la comisaría.

Cuando llegué me acerqué a una joven que se hallaba tras un escritorio cerca de la entrada.

Ésta tardó un rato en prestarme atención, tanto que tuve que carraspear para hacerme notar.

Por fin me miró.

—

—¿Qué se le ofrece? — preguntó.

—Me gustaría hablar con el detective Nick... Carston — recordé. — Por favor.

—Dígame su nombre y porqué quiere verle.

Le di mi nombre y le conté que había estado ayer aquí con un amigo para denunciar un acoso.

—Estoy segura de qué se acordará de mí. Dígale que le traigo pruebas.

La joven me miró. No parecía tener prisa por cumplir mi pedido.

—Por favor, estoy asustada. Necesito que me atienda— diosa, sonaba patética.

Al fin la chica se levantó.

—Le comunicaré su situación al detective Carston. Siéntese un momento.

Preferí esperar de pie.

Tuve que esperar unos diez minutos hasta que la joven regresó.

—El detective Carston no puede atenderla ahora mismo. Si le gusta, puede hablar con uno de nuestros agentes y poner su denuncia.

La miré aturdida.

¿Acaso Nick me estaba evitando?

—Me dijo que volviera cuando tuviera pruebas para mostrar. — le mostré el sobre que contenía la nota—. Aquí está la prueba que me pidió.

—Lo lamento, señorita, pero ahora mismo resulta imposible que pueda pasarle con el detective Carston. ¿Le llevo a alguno de nuestros agentes para que ponga la denuncia?

Quise golpearla.

Salí del edificio furiosa, y me apoyé contra la pared de éste.

¿Y esta era la gente que se suponía que tienen que hacernos sentir seguros?

¿Qué quieren, que aparezca con una confesión del acosador directamente? Da igual. Nick está ahí dentro y no me marcharé de aquí sin verlo.

Miraba esperanzada hacia la entrada cada vez que captaba algún movimiento.

Se hizo de noche y ya me estaba volviendo histérica.

Me volví para forzar mi camino si era necesario hasta Nick cuando al fin lo vi salir.

Vestía con una chaqueta marrón y unos pantalones vaqueros.

¡N... Detective Carston! — él se detuvo y me miró confundido cuando me acerqué a él.

Me fijé en si había alguna señal de reconocimiento en sus ojos.

Nada.

Muy bien, le obligaré a recordarme.

—Me acuerdo de usted. — dijo con su voz grave —. Estuvo ayer aquí con su novio. Una denuncia por acoso, ¿verdad?

De nuevo la palabra novio.

Quise negarlo, pero me gustaba cuando se refería a Daniel y a mí de esa manera.

—Sí, esa misma. — le tendí la nota —. Aquí tiene su prueba. Y puedo darle un sospechoso. Alberto Sanders.

Cogió el sobre y me indicó que le siguiera.

Se sentó en un escritorio y encendió el ordenador.

—Muy bien, cuénteme lo que le pasa y porqué sospecha de este hombre.

Le conté todo.

La llamada de Rebecca, la persecución en el coche, mi visita a la casa de Montoya, y lo de las margaritas.

También lo de las fotos mías manteniendo sexo con un desconocido. No sé inmutó en toda la charla.

—De acuerdo, enviaré a un par de agentes a que interroguen a este Alberto Sanders. ¿Quiere algo más?

Golpearte la cara.

Respiré para calmarme antes de dar la noticia.

—Estoy embarazada. De un mes.

Él me miró a los ojos.

—¿Cree que ese es el motivo del acoso?

—No lo sé, por eso se lo digo.

Nick asintió y escribió en el ordenador.

—De acuerdo, tengo anotada su denuncia. Procure tener más cuidado en el futuro con quién se relaciona.

Eso me dolió. ¿Me estaba juzgando?

Se puso de pie, sacó un papel de la impresora — mi denuncia, supongoel cual puso sobre un escritorio y me dirigió de vuelta hacia la entrada de la comisaría.

—

—

Eres el menos indicado para juzgar a la gente por el affaire de una noche — no pude evitar decir.

—No la juzgo, señorita, solo la estoy advirtiendo por su propio bien.

—¡Deja de fingir! —le cogí la mano y lo arrastré a la calle. Tampoco iba a hacerle una escena en su lugar de trabajo.— ¿Acaso te acuestas con tantas mujeres que de verdad me has olvidado? ¡Estoy cansada de este juego!

Sus hombros parecieron hundirse.

Conque sí se acordaba de mí.

Lo sabía.

Suspiró derrotado.

—Claro que te recuerdo, pero fue eso, Olivia. Un rollo de una noche.

—¿Y el bebé? — le exigí —.¿No piensas hacerte responsable de él?

—¿Cómo estás segura de que es mío? Acababas de salir de una relación esa misma noche, ¿no?

En realidad le golpeé en ese momento.

Un puñetazo directo a la cara.

Me sorprendí a mi misma, y él también parecía aturdido.

¿Qué estoy haciendo? Yo no soy así.

—¿Sabes que? Que te jodan. No necesito tu ayuda. Ojalá nunca te hubiera conocido.

Me marché de allí.

Quise llamar a Daniel para desahogarme, pero ya era tarde y no quise molestarle.

Todavía me cuesta creer que el hombre amable de aquella noche haya resultado ser un capullo.

Supongo que no puedes dar nada por sentado.