NovelToon NovelToon
La Aventura Zodiacal (LA Sociedad Del Poder)

La Aventura Zodiacal (LA Sociedad Del Poder)

Status: En proceso
Genre:Mundo de fantasía
Popularitas:237
Nilai: 5
nombre de autor: Juliet Castillo

La historia se centra en 12 personajes que descubren que poseen poderes especiales y que son la clave para salvar al mundo. Estos personajes tienen que aprender a controlar sus poderes y luchar contra fuerzas oscuras. La historia se desarrolla en el marco de "La Sociedad de Poder", donde los personajes deben enfrentarse a diversos desafíos y peligros.

NovelToon tiene autorización de Juliet Castillo para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

13. ¿Hayato?

LIBRA:

Me acomodé y comencé a desayunar. Mi desayuno consistía en huevos fritos, jugo de naranja y una manzana. Consumí todo, excepto una manzana, antes de tomarla y dirigirme a la sala.

Tras media hora más, que dediqué a ver televisión (un episodio de Dora la Exploradora), llegaron los demás.

—¿Dónde está Hiro?—preguntó Piscis, buscando a su amigo con la mirada.

—En cinco minutos podemos ir—explicó Hector, sin apartar la vista del televisor.

Finalmente, después de cinco minutos, nos levantamos y, siguiendo a los gemelos, salimos de la casa hacia una pequeña cabaña cercana. Parecía deshabitada, con paredes sucias y poco espacio. Con suerte, cabríamos los quince allí dentro, pero ¿cómo pelearíamos en un espacio tan reducido?

Hector percibió mi desconcierto. Murmuró algo, pero simplemente entró primero.

—Esto nos lleva al laboratorio de Hiro—explicó, abriendo una pequeña puerta que daba hacia abajo.

—¿Un laboratorio?—preguntó Escorpio, confundido.

—Aunque no lo crean, Hiro es un científico—respondió Hugo brevemente.

Hector entró primero, seguido por Géminis. Cuando me tocó el turno, me di cuenta de que era más bien un pasillo que conectaba dos zonas a través de una larga escalera. Después de bajar durante cinco minutos, llegamos a otra puerta, que abrieron dejándonos boquiabiertos.

Decir que el laboratorio de Hiro era del tamaño de la ciudad sería una mentira. Era aún más grande. Miraras donde miraras, la vista se perdía en la inmensidad, dejando una profunda sensación de curiosidad sobre lo que había más allá.

El suelo era totalmente rocoso, y en algunas zonas había enormes rocas que sobresalían del terreno. Estas formaciones rocosas incluso nos permitían escondernos a los trece tras ellas. El suelo no era plano; parecía que estábamos en un gran hoyo, con paredes de piedra de más de 20 metros de altura en muchos puntos, donde podríamos refugiarnos si lo necesitáramos.

—¡Guau!—exclamamos todos a la vez—¡Increíble que exista algo tan inmenso!

Hiro sonrió tímidamente, rascándose la cabeza. Llevaba de nuevo ropa completamente negra: un gorro que le ocultaba el pelo y unas gafas de sol que le escondían los ojos.

Sentía curiosidad por el joven. ¿Por qué siempre llevaba algo que le tapaba media cara? Lo único que se me ocurría era que quizás se trataba de algo para controlar su poder. Había visto en muchos cómics o animes personajes que se tapaban los ojos para limitar su enorme y monstruoso poder, y así evitar matar a nadie. Pero, ¿Hiro era tan poderoso?

—Aquí es donde entrenaremos—nos informó, sacándome de mis cavilaciones—Habrá varias fases de entrenamiento, que se irán volviendo más difíciles a medida que mejoren.

—El primer entrenamiento es para mejorar vuestra agilidad—nos explicó Hector—Es sencillo. Lanzaremos proyectiles que tendréis que esquivar.

—¿Proyectiles? ¿Y si morimos?—preguntó Leo con preocupación.

—¿Tan débiles son como para que una simple pelota de tenis los mate? —preguntó Hiro con sarcasmo—Hactor, tráemela, por favor.

El chico asintió, se dio media vuelta y se alejó. Estábamos preocupados, pero no pudimos hablar mucho, porque enseguida regresó con algo extraño en las manos.

ARIES:

—¿Qué es eso?—pregunté, confundido.

—No hay tiempo para explicaciones. Empezamos ahora mismo—avisó.

El aparato era un tubo con un pequeño botón a la derecha. Dentro del tubo se veía una pelota de tenis, algo inofensivo. Hiro pasó dos objetos similares a los gemelos antes de levantar su tubo a la altura del pecho.

—¿Preparados?—preguntó sin esperar respuesta, y accionó el botón. La pelota salió disparada a gran velocidad e impactó en la cara de Sagitario.

—¡Ay!—gritó el chico, sujetándose la nariz que sangraba.

—Mejor eviten el contacto con estas pelotas si no quieren acabar como Sagitario.

Observé el tubo de nuevo y vi que la pelota seguía ahí. ¿Cómo era posible? Solo teníamos una munición. Lo más probable, aunque deprimente, era que los chicos tuvieran munición ilimitada, lo que nos depararía horas de sufrimiento.

—Hoy aprenderán lo que significa un ataque—susurró Hiro.

Inmediatamente volvió a pulsar el botón. La velocidad de la pelota me impidió seguir su trayectoria, pero escuché a Virgo gemir de dolor.

En menos de dos minutos, la pequeña pelota nos había atacado a todos. Hiro parecía tomarse su trabajo muy en serio, mientras que los gemelos solo la observaban con curiosidad antes de imitarlo.

La única que parecía manejar la situación con soltura era Acuario. Su velocidad le permitía interceptar las pelotas con facilidad; era como un juego infantil para ella. Hiro se dio cuenta, y asintió mirando a los gemelos.

Inmediatamente, ambos gemelos comenzaron a atacarnos también, mientras Hiro concentraba sus ataques en la chica.

Para mi sorpresa, poco a poco nos íbamos acostumbrando. Nuestros ojos se adaptaron a la velocidad. En lugar de recibir todas las pelotas en la cara, solo una de cada diez llegaba a tocarnos.

—Veo que mejoran su velocidad de reacción—observó Hiro—¿Y si aumentamos el nivel de dificultad?

Hiro tomó la pelota y la sostuvo en sus manos. Al instante, la pelota se oscureció, pero sin ser preocupante. Sorprendentemente, la lanzó con su mano, sin usar su extraño tubo.

—¡No la toquen!—gritó Hector al ver que no nos movíamos—¡Esquívela!

Pero ya era demasiado tarde. La pelota estaba a un metro de Tauro cuando el chico había dicho eso. Esperábamos lo peor, pero nos sorprendió ver cómo Ofiuco apareció frente a él con una espada en la mano. De un solo movimiento, detuvo la trayectoria de la pelota.

Habría sido genial si hubiera terminado así, pero como siempre, la suerte no nos acompañó. En vez de caer al suelo, la pelota se pegó a la espada como si tuviera pegamento. Inmediatamente, la pelota empezó a convertirse en humo negro. Ofiuco soltó la espada justo a tiempo para ver cómo esta se desintegraba antes de caer al suelo en polvo.

—¡¿Querías matarnos?!—gritó Sagitario horrorizado, viendo los restos de la pelota y de la espada.

—Si no pueden superar un ataque así, no merecen ir a la Sociedad del Poder—respondió lacónicamente, dándose la vuelta y alejándose.

—Necesitan descansar—dijo Hector con una sonrisa disculpa—Seguirán con el mismo entrenamiento en breve. Descansen mientras tanto.

Tras decir eso, se dio media vuelta y salió corriendo en la misma dirección que su primo, llamándolo en voz alta. Hugo era el único que quedaba. Con su rostro pálido y su ropa negra, parecía un muerto viviente. El chico solo suspiró antes de darse la vuelta y alejarse por el mismo camino.

El día había pasado volando. Sentía todo mi cuerpo dolorido, y por suerte pude mantenerme en pie. Habíamos logrado esquivar todas las pequeñas pelotas negras de Hiro, pero en el fondo sabíamos que era porque él las controlaba.

Estábamos en el jardín, todos tumbados en el suelo mirando las estrellas. Los chicos charlaban animadamente con Hector, mientras que Hiro, su lado, estaba absorto inventando algo: tenía un montón de tornillos y clavos a sus pies, y sus manos trabajaban con sorprendente rapidez clavando un clavo en una esfera de metal.

El único silencioso entre nosotros era Hugo. Si no estuviera lanzando miradas curiosas cada diez minutos, habría creído, sin duda, que estaba profundamente dormido.

—Aún no puedo creer que intentaras matarme—susurró Tauro con expresión confusa.

—¿Crees que te habría ido mejor si no te hubiera atacado de esa manera?—preguntó el científico.

Tauro calló, pero la respuesta era clara. Hiro había controlado el ejercicio, pero aun así había sido lo más difícil que había intentado en su vida.

Y era más complicado que soportar el mal humor de su jefe los días que no podía dormir y se tomaba cinco tazas de café en una hora...

—En la Sociedad del Poder, la gente no te avisará ni reducirá su fuerza de ataque para no matarte—continuó Hiro—Harán lo que sea necesario para acabar contigo lo más rápido posible.

—Y créanme, eso será en un segundo—añadió Hector.

—¿Pero qué fue eso?—pregunté curioso—¿Por qué desapareció la espada? ¿No estaba hecha de metal?

—Es su poder—respondió una voz a mi derecha, haciendo que me sobresaltara como a todos—Recuerden, nunca permitan que alguno de nosotros tres sea atacado.

Todos miramos a Hugo. El chico estaba durmiendo en el césped, con los brazos cruzados detrás de la cabeza. Sus ojos estaban cerrados, pero estaba completamente despierto.

—Ah, qué interesante—susurró Leo, guiñando un ojo—Apunten eso en su libreta invisible.

—Hugo tiene razón—asintió Hector, ignorando a mi amigo—No podemos decir mucho sobre nuestro poder, pero el mejor consejo que podemos dar es evitar cualquier ataque nuestro.

—¿Tan poderosos son?—preguntó Sagitario sorprendido.

—Somos tan fuertes como la muerte—susurró Hugo—Puede que parezcamos débiles, pero si tenemos que enfrentarnos a un ejército de enemigos, seguramente nosotros saldremos victoriosos.

Tragué saliva con dificultad. ¿Tan fuertes como la muerte? Ya entendía a qué se refería. Si un ataque puede destruir una espada de metal, ¿quién nos asegura que nosotros seguiremos vivos después de eso?

—Por ahora, no se preocupen por eso—nos dijo Hiro, levantando su invento para observarlo a la luz de la luna—El objetivo del entrenamiento de hoy era mejorar vuestra agilidad y sexto sentido. Ahora, si alguien os ataca, al menos podréis esquivar sus ataques.

—Por ahora, vayan a descansar—pidió Hector—Mañana será un día muy largo.

Cerré los ojos antes de dejar caer mi cabeza hacia atrás. Llevaba un día en este lugar y ya empezaba a sentirme mal. Al llegar, los guardias me quitaron mi reloj y mis objetos de valor antes de ponerme unas esposas.

Según me explicaron, estas esposas impedían que pudiera usar mi poder. Al principio pensé que mentían, pero después de pasar tres minutos intentando crear un clavo, tuve que admitir que estaban en lo cierto.

Me encontraba en una torre, encerrado en la habitación más alta. A mi alrededor solo había una cama y un baño, lo cual era enorme para una persona encerrada. Frente a la cama había barrotes junto a la ventana, lo que me permitía ver a través de ellos, pero al mismo tiempo me producía una gran sensación de claustrofobia.

Por lo que vi al entrar, dos guardias estaban apostados frente a mi puerta, vigilando que no escapara, algo que no intentaría, ya que la puerta estaba cerrada con tres candados diferentes, además de que mi avanzada edad no me permitía hacer mucho. Si tenía suerte, podría ponerme de pie sin marearme...

En resumen, lo único que podía hacer era esperar el día de mi muerte, esperando que no le hayan hecho daño a los chicos. Nunca me lo perdonaría si algo les pasara, especialmente a Ofiuco.

Él pasó por mucho. Merece vivir feliz y tranquilo, sin sufrir de nuevo por mi culpa.

Un ruido me sacó de mi ensimismamiento: la puerta se había abierto, y de ella entró un guardia con otro hombre.

El hombre era un joven alto, rubio y de ojos azules. Llevaba barba de dos días y una sonrisa pegada a la cara.

El joven se acercó y se sentó en mi cama, mientras el guardia permanecía de pie junto a la puerta, con la espalda contra la pared. El chico fue el primero en hablar, sorprendiéndome con su tono amable y cariñoso:

—Hola, Sao. Soy el décimo capitán, Hayato.

1
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play