Una famosa Agente de las fuerzas especiales reencarna en un mundo lleno de magia, incertidumbre y tal vez un poco de romance... ¿Podrá adaptarse a su nuevo mundo? o ¿su nuevo mundo se adaptará a ella?...
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Capítulo 14
Capítulo 14
El ambiente en la sala se había vuelto denso, casi irrespirable, cuando mi padre comenzó a mostrar una inquietud que no pude ignorar. Mientras yo observaba en silencio, él no dejaba de dar vueltas al tema que parecía atormentarle tanto: la sirvienta que había llegado conmigo, Mirabel.
—No ha venido desde hace meses. ¿Qué ocurrió con ella? —su voz, teñida de una falsa preocupación, me sacó de mis pensamientos.
El Duque, que había permanecido callado hasta ese momento, intervino con calma, su tono tan calculador como siempre.
—La sirvienta estuvo involucrada en los eventos que casi terminan con la vida de la Duquesa. Fue un intento de asesinato, pero se logró detener a la culpable a tiempo. —Su voz era fría, casi indiferente, mientras describía los eventos con una tranquilidad aterradora.
Mi padre y mi hermana se miraron entre sí, desconcertados. Mi hermana no parecía demasiado sorprendida, pero mi padre sí. Su rostro, que normalmente no mostraba emociones, se transformó por un instante. Una ligera sonrisa maliciosa apareció en sus labios, una que no me pasó desapercibida.
—Entonces... —comenzó, mirando al Duque con una sonrisa astuta— ¿No te gustaría considerar a mi otra hija, la menor, como concubina? Después de todo, no es como si tuvieses que conformarte con solo una esposa, ¿verdad? Ahora Elena no está fuerte para quedar embarazada de su heredero, Duque, piénselo, mi niña aquí es fuerte y hará caso a todo—
En ese instante, mi sangre hirvió. No podía creer lo que acababa de escuchar. Mi propia familia no se estaba preocupando por mi bienestar ni por mi recuperación. No. Lo que les preocupaba era la sirvienta, y además, ahora ofrecían a mi hermana como concubina del Duque, como si fuera una mercancía más.
Antes de que el Duque pudiera contestar, me adelanté, mi tono de voz cortante y cargado de furia.
—¿Cómo te atreves? —Le grité a mi padre, ignorando al Duque por un momento—. ¡Ni siquiera te has preocupado por mí, por mi salud, pero ahora me hablas de concubinas como si fuéramos objetos para tu conveniencia! ¿¡Eso es lo que tienes en mente, padre!? ¿Mi hermana, como un objeto más para tu ambición, para ganar más poder y dinero a costa de nuestras vidas? —
Mi padre se quedó en silencio, evidentemente sorprendido por mi reacción. No estaba acostumbrado a que alguien, mucho menos su propia hija, le hablara de esa manera. Pero antes de que pudiera responder, el Duque, como si leyera mi mente, intervino.
—¿Es así como usted lo ve, Barón? —su voz era grave, un tanto burlona, pero sobre todo, desafiante— ¿Es así como ve el matrimonio y la mujer, como algo que puede intercambiar por conveniencia? —
Mi padre parecía que se iba a relajar al escuchar estas palabras, creyendo que el Duque iba a ponerse de su lado. Sin embargo, lo que ocurrió a continuación fue mucho más sorprendente.
El Duque comenzó a reír, pero no de una manera amigable. Era una risa baja, sin humor, y llena de desdén.
—No, mi querido Barón —dijo finalmente, con una sonrisa torcida—. Solo tendré una esposa, y esa esposa será una mujer que esté a mi par. No necesito una harem de concubinas, como tú. No necesito llenar mis días de mujeres solo para sentirme más hombre. Y, sobre todo, no necesitaré que mi esposa baje la cabeza y obedezca todo lo que su esposo mande. Ese es su modo de ver a las mujeres, pero no el mío. —El Duque hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran hondo. Luego, con una mirada firme y segura, continuó— Mi esposa no será una de esas que obedezca sin cuestionar. La mujer que me acompañe será igual a mí en todos los aspectos. No será como su hija menor, que baja la cabeza ante su voluntad. —
Mi padre, por un momento, parecía que iba a saltar de la silla. La furia en su rostro era palpable, pero, por alguna razón, se quedó callado. Mi hermana, por su parte, había perdido su usual compostura, y su rostro mostraba una mezcla de incredulidad y temor. No estaba acostumbrada a que alguien, mucho menos un hombre tan poderoso como el Duque, les hablara de esa forma.
Para mí, fue como una pequeña victoria. Ellos pensaban que podrían manipular a las personas a su alrededor, usar a las mujeres como herramientas para sus fines. Pero yo no era la original. No era la misma persona a la que podían someter y usar a su antojo.
Sonreí con suficiencia, mientras mi padre y mi hermana permanecían en silencio, sorprendidos por la postura que el Duque había tomado y mi actitud decidida. Ellos estaban acostumbrados a que esta mujer, su hija, se sometiera a ellos, pero les estaba quedando claro que esta vez era diferente.
Era hora de que pagaran por todo lo que le hicieron a esta muchacha. Yo iba a hacer que cada uno de ellos se enfrentara a las consecuencias de sus acciones.
Mi mirada se endureció mientras observaba a mi padre y mi hermana, sabiendo que, aunque esta situación no terminara hoy, tenía en mis manos las herramientas para tomar el control. Y nada me detendría hasta lograrlo.