Entre Sombras Y Traiciones.

—Mi reina, ¿a dónde vas? —le pregunta Alphonso y ella sigue de largo, pero él no se queda con eso y la sigue, dándole la vuelta para que quede de frente a él.

—Me puede soltar, señor Bettnocchi. —Dice y él estampa sus labios con los de ella, dejándola helada, fría, aunque enseguida entra en calor y lo besa con una intensidad profunda.

—¿Qué pasa, mi amor...? —susurra en sus labios y junta sus frentes.

—Suéltame... —Tengo que ir a prepararme para recibir a tu futura esposa. Se suelta, pero Alphonso la sostiene de nuevo.

—¿De qué estás hablando? Mi una reina eres tú, y lo sabes, ahora explícame. —Valeria suspira cansada.

—La ahijada de tu padre viene a cenar y él quiere que me ponga hermosa para recibir a tu posible esposa. —Él sonríe.

—Mi amor, ellos pueden querer cualquier cosa, pero yo... Decido; si dejo que otros decidan por mí, no merezco el puesto que pronto obtendré. Ella lo besa y suspira.

—Prométeme que no lo harás, dime que no te vas a casar con ella. Se vuelve a reír.

—Te amo, mía Regina, te amo con mi vida. —Dice y camina hacia la habitación de ella y luego la besa.

—Ponte hermosa, mi reina, es hora de que sepan que mi reina está a mi lado. La besa de nuevo y ambos caen en la cama.

—Mi reina, mi amor, mía. —Besa su cuello mientras ella cierra los ojos, dejándose llevar por lo que siente por él.

—Mmm, amor...— gime, mientras él tiene su boca en sus pechos, pasa de uno al otro; mientras en uno tiene su boca, en el otro tiene su mano, juega con ellos y la ve retorcerse, arquea su espalda y a él le encanta. La mira con deseo y amor; esa es su reina.

—Valeria, mi hermosa reina... Baja sus besos paseando su lengua por sus costillas, por su abdomen definido; juega en su ombligo y llega a su pelvis, acaricia la zona del bikini y quita esa parte de abajo. Todo lo que le estorba cae, al igual que su propia ropa.

Valeria abre sus ojos; él es un verdadero espectáculo: músculo, piel levemente bronceada, todo tonificado y su erección más que lista para ella.

Grande, grueso y con un hermoso color rosa en la punta, debe cerrar sus ojos para no acabar con la diversión antes de empezar.

—Hermosa... Dice y besa su monte de Venus, pasea su lengua por sus pliegues sin apartar la mirada de ella.

El corazón de Alphonso se acelera; lo que siempre deseó lo tiene en sus brazos: su mujer, la futura reina de la mafia, su esposa, su todo.

Levanta sus piernas y hunde su cara en ella, lame y chupa cada centímetro de su centro, mueve su lengua en zigzag y la hace gemir una y otra vez.

Le encanta verla así, libre, sin una pizca de vergüenza, sin nada más que la euforia del apasionado momento.

La mira desde abajo mientras mueve su lengua y chupa fuerte; roza con sus dientes lo más sensible de esa zona y ella grita. A él lo enloquece ese sonido.

—Mía Regina— dice en su centro y el temblor de su voz la hace estremecer; la embiste con su lengua hasta verla desbordarse en su boca. Él no puede estar más feliz, está loco de pasión y se traga cada gota de la esencia de Valeria.

—Alfonso. Gime ella al estallar y él, sin perder tiempo, la besa, mete su lengua en su boca y la mueve en todas las direcciones, chupa su lengua y muerde ligeramente su labio.

—Te amo. Dice contra su boca mientras acomoda su erección justo en la entrada de Valeria, la roza y juega con ella, burlándose con su miembro allí abajo.

—Lista, mi amor... Pregunta él.

—Muy lista, mi amor... Dice ella y siente la dura pieza de carne entrando en su carne y haciendo que duela. A pesar de que está muy mojada, le duele. Él entra y ella soporta; él empuja un poco más, escuchándola gemir, y él la calma con besos hasta que empuja y la barrera cae. El olor metálico se siente en el aire; él embiste lentamente y ella soporta.

Valeria mueve sus caderas y él toma el control, toca sus pechos a la vez y la besa.

—Te amo, mi reina... Ella sonríe y lo besa con más fuerza.

—Y yo a ti, mi amor... —Empuja su pelvis contra la de él; necesita todo de él, pero él, a pesar de sus ganas, la entiende: es su primera vez y no puede ser tan brusco.

—Más... Amor más. — Ella sigue pidiendo y él no se lo niega, mueve su pelvis y ella cierra sus ojos sintiendo, disfrutando.

—Oh, Alphonso, te amo, mi amor, te amo... Dos cuerpos moviéndose, chocando, sudados, entregándose por primera vez y demostrando su amor.

—Amor... Oh, mi reina, oh, mi Valeria... Su cuerpo tiembla y cae, una fuente de fluidos se abre y él no se queda atrás; es emocionante para vos, ninguno había sentido eso antes. A pesar de que Alphonso había tenido sexo antes, jamás como lo acababa de experimentar; ambos se dejaron caer y él la llenó de besos en su cara.

—Te amo, mi reina y futura esposa mía.

—También te amo, Alphonso, no sabes cuánto. Besos y más se llevó a cabo en el baño mientras él la ayudaba a vestirse para la cena; la dejó un momento y se fue a arreglar. Cuando regresó hecho un príncipe, ella parecía una deidad; estaba divina, el Olimpo la había extraviado.

—Bajemos, mi reina— sin miedo a nada, le extendió el brazo y bajaron a la mesa. La piovra tenía una gran sonrisa; no se podía decir lo mismo de su compadre y menos de su ahijada. Navila quería verla muerta.

—Señores... Mi prometida.