Sofía y Erick se conocieron cuando ella tenía seis años y él veinte. Ese mismo día la niña declaró que sería la novia de Erick en el futuro.
La confesión de la niña fue algo inocente, pero nadie imaginó que con el paso de los años aquella inocente declaración de la pequeña se volvería una realidad.
¿Podrá Erick aceptar los sentimientos de Sofia? ¿O se verá atrapado en el dilema de sus propios sentimientos?
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Un hombre diferente y una tradición que nace
Los meses pasaron y, aunque la vida de Erick parecía estar llena de actividad, algo en su interior seguía igual de vacío. Había abrazado un nuevo estilo de vida que no concordaba con él en absoluto: noches llenas de compañía pasajera y días dedicados al trabajo. Las emociones que alguna vez intentó suprimir seguían ahí, pero las ahogaba en la rutina y encuentros fugaces.
Una noche, Leonardo llegó a Suiza para una reunión con los directivos de la sucursal. Como siempre, pensó en aprovechar la oportunidad para visitar a su viejo amigo y socio. Sin embargo, al tocar la puerta del departamento de Erick, la sorpresa que se llevó fue mayúscula.
No fue él quien abrió la puerta, sino una mujer rubia, apenas cubierta por una camisa que claramente no era suya.
—¿Erick? —preguntó Leonardo, tratando de ocultar su incomodidad.
La mujer sonrió coquetamente.
—Está en la ducha. ¿Quieres que lo llame?
Leonardo negó con la cabeza rápidamente, evitando mirarla demasiado.
—No, no te preocupes. Dile que vino Leonardo, y que le llamo después.
Al día siguiente, Leonardo intentó dejar atrás la incomodidad. Después de todo, Erick siempre había sido reservado con su vida personal. Pero lo que ocurrió más tarde lo dejó aún más desconcertado.
Tras terminar el día laboral, Leonardo se instaló en él departamento de Erick, y asumió que pasarían la noche juntos como solían hacerlo en sus reuniones de años atrás. Pero él tenía otros planes.
—Voy a salir esta noche —le dijo Erick mientras se arreglaba frente al espejo.
—¿Salir? —preguntó Leonardo, sorprendido.
—Sí, tengo una cita.
El timbre sonó en ese momento, y Erick fue a abrir la puerta. Leonardo, curioso, echó un vistazo... y lo que vio lo dejó sin palabras.
En el umbral estaba otra mujer, completamente diferente a la que había visto la noche anterior. Era morena, alta y vestida con un conjunto que gritaba elegancia. Erick la recibió con una sonrisa encantadora.
—Leonardo, ella es Camila. Camila, él es Leonardo Grecco mi amigo y socio.
Leonardo asintió mecánicamente, sin poder ocultar su asombro.
—Un gusto —dijo Camila con voz dulce.
—Igualmente... —murmuró Leonardo, sin dejar de observar a Erick.
Cuando Leonardo regresó a casa unos días después, no pudo evitar contarle todo a Mónica.
—No entiendo qué le pasa a Erick —dijo mientras cenaban—. Cuando llegué a su departamento, no fue él quien abrió, sino una mujer que claramente acababa de pasar la noche con él.
Mónica lo miró sorprendida.
—¿Una mujer? ¿Helena?
—No, otra. Pero eso no es todo. Al día siguiente, cuando pensé que pasaríamos tiempo juntos, resulta que tenía una cita. Y cuando abrió la puerta, era otra mujer completamente distinta.
Mónica frunció el ceño, confundida.
—Eso no suena nada como Erick.
—Exacto. Él nunca fue así. Siempre fue reservado, incluso cuando tenía relaciones. Esto... es como si estuviera buscando algo o tratando de llenar un vacío.
Mónica suspiró, preocupada.
—Quizás lo está...
Leonardo negó con la cabeza.
—No lo sé. Pero si algo está claro, es que este no es el Erick que conocemos.
Mónica guardó silencio, reflexionando. Aunque Sofia no había mencionado nada sobre Erick desde la fiesta, no podía evitar preguntarse si su ausencia tenía algo que ver con el cambio tan drástico en él.
"Quizás ninguno de los dos ha logrado seguir adelante por completo," pensó para sí misma.
Era una tarde fresca en París, con el sol bañando las calles adoquinadas mientras Sofia e Ian regresaban de una exposición fotográfica que ambos habían disfrutado enormemente. La joven llevaba una carpeta llena de apuntes y catálogos, mientras Ian cargaba un par de libros que habían comprado. Caminaban relajados, bromeando y hablando sobre las técnicas que más les habían impresionado, cuando al llegar a la entrada del edificio donde vivían, ambos quedaron atónitos.
Frente a la puerta, estaba toda su familia.
—¡Feliz cumpleaños, hijo! —exclamó Alejandro, abriendo los brazos para abrazar a Ian, quien aún no terminaba de procesar la escena.
Isabella lo siguió, llenándolo de besos mientras le extendía un pequeño paquete envuelto con cuidado. A su lado, Leonardo y Mónica sonreían ampliamente, con los gemelos saltando emocionados alrededor de Sofía e Ian. Marco se mantuvo un poco más atrás, pero su alegría era igual de evidente. Y allí, cerrando la escena, estaba Diego, con su eterna sonrisa amable, observando a su hija con ojos llenos de orgullo.
—¿Qué hacen aquí? —preguntó Sofia finalmente, dejando caer la carpeta al suelo y cubriendo su rostro con las manos, aunque la sonrisa en sus labios la delataba.
—No podíamos perder el cumpleaños de Ian —respondió Isabella con naturalidad—. Además, después de seis meses de no verlos en persona, ya era hora de una visita.
Mónica se adelantó y abrazó a su hija con fuerza.
—Te extrañamos tanto, cariño —dijo mientras le acariciaba el cabello.
Leonardo se acercó también, dándole un beso en la frente.
—Deberías habernos avisado lo difícil que era adaptarse a una universidad en otro país. Tal vez habríamos venido antes —bromeó, mientras los gemelos tiraban de la mano de Sofia, pidiéndole que les mostrara su departamento.
Ian, aún sorprendido, finalmente reaccionó.
—Bueno, esto sí que es una sorpresa. ¡Gracias por venir! —dijo con una sonrisa que iluminó su rostro.
Alejandro se acercó a Ian, pasándole un brazo por los hombros.
—No íbamos a dejar pasar tu cumpleaños así como así, hijo. Además, queríamos asegurarnos de que estuvieras cuidando bien a Sofi.
—Eso lo hago siempre —respondió Ian con una leve carcajada, mirando a Sofia, quien no pudo evitar rodar los ojos.
Diego, que había permanecido en silencio hasta entonces, dio un paso adelante.
—Y tú, ¿cómo estás, princesa? —preguntó mientras extendía los brazos.
Sofia corrió hacia él, abrazándolo con fuerza.
—Te extrañé mucho, papá —murmuró contra su pecho, sintiendo una mezcla de alegría y melancolía por tenerlo tan cerca.
—Nosotros también te extrañamos —respondió Diego con ternura—. Aunque has hecho un trabajo increíble aquí. Tu mamá no para de hablar de lo orgullosa que está.
La tarde pasó entre risas y conversaciones, mientras todos compartían anécdotas y los gemelos exploraban cada rincón del departamento. Ian y Sofia los llevaron a una pequeña cafetería cerca del campus, donde les mostraron algunos de los trabajos que habían realizado en la universidad.
La sorpresa de la visita se transformó en una reunión llena de calidez y amor familiar, recordándole a Sofi cuánto la querían y cuánto la apoyaban, sin importar dónde estuviera.
Esa noche, mientras todos se despedían, la muchacha miró a su familia y sintió una renovada fuerza para seguir adelante. La distancia no había disminuido el amor que los unía; al contrario, lo había fortalecido.
La visita sorpresa al cumpleaños de Ian no solo dejó a ambos con una sonrisa que les duró semanas, sino que también marcó el inicio de una tradición que uniría aún más a las familias. A partir de ese día, tanto Alejandro e Isabella como Leonardo y Mónica decidieron que pasar los cumpleaños de sus hijos con ellos sería la excusa perfecta para visitarlos.
El siguiente cumpleaños fue el de Sofi, en pleno verano. Esta vez, la familia no llegó de sorpresa; al contrario, se aseguraron de organizar todo con tiempo. Alquilaron una terraza en un restaurante pequeño con vista al río Sena, decorada con luces cálidas y flores frescas. La velada fue íntima, con comida deliciosa, música en vivo, y por supuesto, los discursos cariñosos de cada miembro de la familia.
—Es increíble verte tan feliz y realizada —dijo Mónica mientras le daba un regalo envuelto con esmero—. Nunca dudes de lo orgullosos que estamos de ti.
—Y recuerda siempre que este es solo el comienzo —añadió Leonardo, sosteniendo una copa de vino—. Aún hay mucho por venir.