Cuando José Luis conoció a Violeta, no sabía a lo que se dedicaba.
Ella intentó cambiar de vida, pero las circunstancias no la dejaron.
Su vida siempre fue muy dura. El amor, la pasión, el sexo, hicieron presa de ella...
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Los amantes de Violeta
Estando con Pablo, Violeta seguía en las andadas, claro, con la complicidad de Rosa. Los hombres más poderosos pasaban por esa casa y Pablo no se daba cuenta o no quería darse cuenta.
Violeta era muy hermosa y ningún hombre podía pasar por alto ante sus encantos.
Esa noche se presentó Carlos, también quería volver a estar en los brazos de Violeta.
Pero Violeta no lo dejó pasar, no quería ver a ese hombre.
Carlos no se iba a quedar cruzado de brazos y pasó a la brava.
O me recibes o le cuento todo José Luis, ya sabes que no me voy a tentar el corazón para decir todo lo que sé.
Haz lo que quieras, qué más da. He terminado con José Luis para siempre. Así que tus amenazas no hacen mella en mí.
Eres peor que una zorra, mira que regresar al lado de ese hombre, tú ya estás perdida. Así que por las buenas o por las malas tú serás mía.
Como Carlos era mucho más fuerte que ella pronto logró someterla.
La arrastró hacia el cuarto que conocía perfectamente bien y ahí abusó de ella una y otra vez.
Cuando hubo saciado sus bajos instintos la aventó en la cama y salió de ahí a toda prisa.
Violeta tocó la campanita, Rosa acudió de inmediato.
Señora, ¿qué le pasó?
¿No estás viendo, idiota?, ese hombre abusó de mí.
Rosa se quedó callada.
Ni una palabra de esto a Pablo, no quiero que se dé cuenta. Ayúdame a bañarme.
Y como si Pablo fuera invocado, llegó dos horas después.
¿Cómo estás, mi reina?, el viaje estuvo un poco pesado, había mucho tráfico y no podía pasar.
Hola, te mandé hacer los bocaditos que tanto te gustan.
Ahora lo que más quiero es estar contigo, vamos al cuarto.
Por favor, no me siento bien.
Fue entonces cuando Pablo explotó, en todo el tiempo que estaba con Violeta nunca la había tratado mal, pero siempre hay una primera vez.
Y a mí no me importa si te sientes bien o te sientes mal, yo quiero estar contigo y se acabó.
Pablo, ¿qué te pasa?, ¿por qué te comportas de esta manera?
¿Me crees idiota o qué? Sé muy bien que tú te revuelcas con todos los que se te da la gana en cuanto yo me voy de viaje. Es más, hasta me atrevo a decir que lo haces incluso estando yo en la ciudad.
Eso no me lo puedes comprobar.
Violeta, ¿se te olvida de dónde vienes o de dónde te recogí? Árbol que nace torcido jamás se endereza. Y tú eres la prueba viviente de eso. Naciste put...@, y así morirás.
Pablo la dejó ahí y se fue a su cuarto a bañar.
Violeta sabía que Pablo tenía razón, su vida no valía un centavo. Pero ella era lo que era y ya no había marcha atrás.
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La salud de Violeta empeoraba cada día más.
Pero aún así, ella no dejaba de hacer lo que sabía hacer muy bien.
Pablo había aceptado que los amantes de Violeta la visitaran en su propia casa, total mientras ella le complaciera lo demás no le importaba.
Él, lo único que buscaba con ella era el sexo, solamente eso.
Y la tenía ahí en su casa porque él había prometido cuidarla siempre.
Había pasado ya un año desde que terminara con José Luis. Solamente lo vio como 7 u 8 veces y después no volvió a saber más de él.
En el fondo, ella quería regresar a aquellos momentos en que estaba estudiando. Y pretender ser buena, pero las cosas le habían salido mal y no le quedó otro remedio que dedicarse a hacer lo que ahora era su vida.
Con Pablo tenía casa, comida. Pero también vejaciones y maltratos. Aún así, era la misma vida que ella había elegido.
No lo podía culpar, la única culpable de todo eso era ella por elegir esa vida pecaminosa sin buscar primero otra solución. Pero en ese momento no podía pensar en nada más, era solo una niña de 17 años.
En fin, lo hecho, hecho está. Y no había nada que pudiera cambiar su vida.
Era solo una mujerzuela. Y José Luis jamás aceptaría a una mujer así en su vida. Eso lo tenía muy claro.
"Bueno, de todos modos me voy a morir, ya no hay remedio", pensó Violeta.
Su vida disipada continuaba, a pesar de todo el dolor que sentía por la enfermedad.
Las deudas la carcomían porque Pablo ya no le quiso dar ni un cinco más.
Y ella luchaba con todas sus fuerzas por obtener ese dinero a una costa de su propia vida.
"La belleza y los lujos cuestan", pensó Violeta.
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Y volviendo a lo de la subasta...
El segundo día de que se estaban subastando las cosas la gente abarrotó el lugar.
Ernesto solo oía los gritos de la gente que pujaban dando precios. Y al final ganaba el que más pagaba por las cosas.
Las damas más elegantes ponían como pretexto la subasta para conocer la vida de esas mujeres que se dedicaban a la vida galante.
En el fondo ellas querían estar en su lugar, ya que tenían muchos placeres y dinero. Ellas, aunque eran ricas la mayoría, nunca soñaron con tener una casa semejante a la que estaban visitando.
Estas "damas" no querían hacerse notar, pero era más que obvio que ellas eran de la más distinguida sociedad.
Pero eso sí, la mayoría de estas mujeres hablaban de Violeta, decían que ella era una prostituta porque siempre le gustó andar en el lodo, muchos de los hombres más poderosos del pueblo habían pasado por sus brazos.
A su vida licenciosa debía su enfermedad. Poco a poco su salud iba minando, el doctor ya le había dicho que máximo viviría 3 años, no más.
Y ya había pasado un año.
¿Qué más esperaba de la vida, Violeta?
Los objetos en esa casa se iban vendiendo uno a uno. Las cortinas, los manteles, las vajillas de porcelana, los cubiertos de plata, los muebles, en fin, todo.
Las mujeres que ahí asistían tenían miedo de comprarse un vestido de la susodicha.
Tenía miedo que si se ponían un vestido de Violeta pensaran que son iguales a ella.
A todas estas, ¿y la anticoncepción?