La Santa Guerrera

Si Laila atacaba con su espada, sentía que la adrenalina y el poder se apoderaba de su cuerpo.

La luz predominaba en el cuerpo de Laila, quién parecía haber despertado algo monstruoso.

"Sir. Lai, ¿está bien?" preguntó Kael desde donde estaba, subido en un tronco con pocas ramas.

"Si, al parecer se han ido." se recargó en el tronco y bajó.

"Hicieron un buen trabajo chicos" mencionó laila, los hizo formarse para curar las heridas de sus enormes brazos que se habían hecho al cubrir a los caballeros.

Todos tomaron su caballo y siguieron avanzando sin apuro, el mayor de sus armamentos está en el último campamento al que se dirigían, tanto escudo como arcos y mejores espadas, estaban en manos de los otros caballeros, ellos lo necesitaban más, puesto que era un campamento, estaban planeando atacar a los bandidos que estaban instalados.

Había bandidos en un campamento y otros acechaban a los transeúntes robándoles su dinero, su comida y ropa.

Era bastante estúpido la forma en la que atacaban, todo por el simple hecho de tener odio al emperador.

Laila no sabía aún la razón por la que aquellos bandidos querían matar al emperador, pero era una orden de él cuidar el imperio León por lo que no quedaba nada más que seguir órdenes, si no le habían dicho el motivo hasta ahora, aún tenía la oportunidad de convencer a su padre para que se lo dijera.

La noche había llegado y se instalaron con las pocas cosas que les quedaban. Se dispusieron a descansar pero laila no podía dormir de nuevo, algo la inquietaba, necesitaba comunicarse con su padre. En ese mundo no habían aparatos celulares con los que comunicarse.

Algo la inquietaba como si la empujara a volver diciéndole que algo estaba mal, pero no podía abandonar ese lugar como si estuviera de viaje, era importante.

Después de un día lograron llegar sin problemas al campamento que se encontraba en un total caos, nadie había avisado que la noche anterior, bandidos se habían filtrado y atacado a los caballeros por la noche. Sin embargo, no se salieron del todo con la suya, los caballeros se turnaban para vigilar que todo estuviera bien.

Pero esa noche, alguien más los había ayudado, se hacía llamar una "sombra" que cuidaba del líder de los bandidos, aunque no era visible al ojo humano, ya que era un demonio.

Algunas partes se encontraban en llamas.

"¡Maten a los que no tienen uniforme!" ordenó laila a los toros. Ninguno de los bandidos traía un uniforme y todos se reconocían entre sí, por lo que la única salida era atacar a los que no tenían el traje de caballeros.

El Duque se encontraba luchando con los bandidos en cuánto llegó, bandidos que vieron a una mujer creyeron que podrían con ella.

"Linda, tú deberías estar en casa lavando la ropa" se burló uno, a laila en su anterior cuerpo siempre le molestaba que la hacían sentirse menos por el simple hecho de ser mujer.

"Te cortaré la puta lengua" frunció el seño hacía los hombres viejos con barba y cicatrices.

Laila se puso en guardia y comenzó a atacarla, cuando ella meneaba su espada como si estuviera bailando al compás de una alegre canción, su cabello irradiaba luz y sus ojos mostraban la mirada de un lobo feroz que destrozaría el cuerpo de la persona que se le acercara.

De tres cortes terminó a seis de sus enemigos, su cabello blanco manchado de un color rojo brilloso, le daba una imagen que imponía poder.

Quiénes lograron mirar la escena se quedaron asustados, laila no parecía ser la chica agradable que bromeaba con sus compañeros mientras estaban en camino.