Sin Elección Villana

—¡Señorita! ¿Esta bien? —Anne abrazó a Kristen con felicidad y alivio, sus ojos estaban apunto de dejar salir esas aguas saladas.

—Estoy bien. No te preocupes.

—Mira tu cuerpo, está todo herido. Mi niña… —Anne le acarició el rostro a Kristen, estaba obviamente preocupada por como Kristen lucía.

Anne le preparó su baño. Kristen se hundió en el agua y relajó todo su cuerpo. Hacía varios días que no se bañaba.

«Me siento cansada y me duele todo mi cuerpo, quiero llorar, pero llorar es para débiles. Soy una Russen, nunca debo de llorar».

Después del baño se vistió con ropas ligeras y se sentó en su tocador a leer un libro. Recientemente se interesó en la historia del imperio y había mandado a Anne a conseguirle unos cuantos libros sobre eso. Sentía curiosidad también sobre la familia real.

Pasaba páginas unas detrás de otras, aunque quería aprender sobre la historia, la manera en como se redactó era demasiada aburrida.

—El té señorita. —Levantó la vista y observó como Anne dejaba todo bien acomodado sobre la mesa. Dejó el libro y se levantó del tocador para ir y sentarse en la mesa. —Señorita, el líder Russen, le ha enviado esto.

Cuando se sentó recibió el frasco de la mano de Anne. Dentro contenía un líquido verde. Así que debía ser una poción sanadora, eso pensó Kristen.

—Necesitaba uno de estos. Qué considerado… —Lo dijo sin ganas. A Kristen le incomodaba eso de ser tratada con «amabilidad» por su padre.

—Parece que le agrada al líder, señorita. Seguro es por su parecido con el líder.

—¿Le agrado? No creo, pero aunque fuera así lo seguiré odiando.

Anne se sorprendió por las palabras de Kristen, y ver esa mirada fría en el rostro de una niña de doce años, hizo que Anne se sintiera extraña. Sin embargo ella sabía que no debía sorprenderse, porque los Russen son una familia de asesinos.

—¿Nada sobre Hazel?

—Nada aún, señorita. Puede que regresé el próximo año, sabe usted que se ha ido al continente vecino. El camino de regreso es duro.

—Entiendo. —Kristen bebió el último sorbo de su té y tomó la poción, después fue a tomar una siesta.

Dos semanas después.

Ese hombre que solamente veía ella, no volvió a aparecer luego de ese día, así que, tal vez era efecto de la locura que ella había comenzado a desarrollar.

Hoy era el día en donde se convertiría oficialmente en una asesina de los Russen. Seguramente trabajaría en secreto por varios años.

Todos estaban reunidos en el campo de entrenamiento. Sus primos y los ilegítimos también estaban ahí. Hay algunos que no han cumplido los doce, pero estaban cerca de cumplirlos.

Morrison se subió a la plataforma, aclaró su voz para poder ser escuchado.

—Felicidades por llegar hasta aquí, los que no lo lograron una pena, jamás los olvidaremos.

Kristen mostró una mueca de disgusto, sabía que nadie recordaría a los perdedores y mucho menos a los muertos. Después de que uno moría, su existencia se borraba de la historia. Si fuiste alguien grande, un héroe o libertador, tal vez algunos se acordarán de ti, pero, si eres un perdedor, hasta tu familia olvidará que habías existido.

—Hoy es el día en donde oficialmente se podrán convertir en asesinos y tener un lugar en los Russen. Si no pueden lograrlo el día de hoy, agradezcan al líder por darles una semana límite para completar su misión.

La mayoría gritaron contentos por ese tiempo que el líder les había dado.

—Tendrán adultos siguiéndoles de cerca, e inspeccionando sus formas de combate y estrategias. Suerte niños y den su 100%.

Aine se aproximó a Kristen. Ella miró a su hermana con algo de repulsión y Aine se molestó por eso.

—Odio que hagas esa cara, soy mayor… Oh, felicidades por tu segunda vez en confinamiento, escuché qué Ruth te trató muy bien y tú le rajaste la cara a cambio.

Observó a Aine sin ganas. Ni hablar quería, pero, si no respondía esa mujer se pondría loca.

—Supongo que soy una malagradecida.

—Mira, como soy tu supervisor me dijeron que podía elegir la misión para ti ¿Te gusta?

Kristen le arrebató el papel y ojeó rápidamente.

Matar a la hija ilegítima del conde Vanalexis.

Misión: fácil.

Información: Tiene dos años y su único guardián es una sirvienta. No vive en las cercanías de las tierras del conde.

Pedido: Condesa Ariel Vanalexis.

Kristen miró nuevamente, sin poder creer lo que acababa de leer.

—Lo voy a cambiar.

—Lamentablemente, esa era la última misión disponible.

«Fue a propósito», pensó Kristen.

Kristen preparó las cosas necesarias para poder hacer el examen. Respiró profundo varias veces, intentando decidirse y no arrepentirse más tarde. Ella no podía salvar a esa niña, si ella no la mataba, la matarían a ella y otro asesino iría a realizar el trabajo. No había opción.

«Mi vida va primero. No puedo morirme sin antes matar a esos demonios».

Aine la acompañó mitad de camino, luego se esfumó como por arte de magia. Kristen miró el papel con los gráficos, intentando entender ese horrible dibujo y no perderse.

El conde Vanalexis era uno de los nobles más ricos del imperio. Tenía grandes terrenos y una gran mansión en la capital. Se hablaba mucho sobre que era un hombre que amaba las aventuras, las pasiones y a las mujeres. Esa niña ilegítima salió de una de las tantas aventuras de una noche. Y aunque el conde no daba muchas señales de quererla, mandar a una sirvienta para hacer de niñera y además, darle una casa en lo apartado del bosque para cuidar a la niña, daba de que pensar. Era como si quisiera ocultar a esa niña.

Mientras Kristen caminaba en la profundidad del bosque, no prestó tanta atención y su pierna cayó en una trampa para osos.

—¡Maldición!

Kristen no podía creer que había caído en una trampa tan estúpida. Estaba segura de que tenía la guardia en alto, a pesar de estar distraída.

Una escopeta se posicionó detrás de su nuca.

—¿Quién eres? ¿Qué haces en este bosque privado?

Kristen levantó las dos manos. Quiso voltear, pero, el arma se presionó más en su cabeza.

—Me llamo Kristen, vine para cazar algo para comer.