La Gavia una emblemática hacienda llena de historia cerca de la capital del país, la cual solo puede ser heredada por un Sámano. A veces pensamos que es solo casualidad que sucedan los mismos infortunios para el heredero, terminando solo y consagrado a favor de mantenerla en pie. Es la segunda parte de La gavia, aquí conoceremos el destino de Matías Sámano. Sobre todo las decisiones y el cambio de Cecilia. También la traición y el engaño de parte del esposo de Cecilia, creando una enemistad con otra familia importante de la comunidad. En la guerra y el amor todo es posible, es ahí donde nace el amor entre Matías y Paulina. Sin saber el porqué de la rivalidad entre sus familias. Poco a poco quedará al descubierto la causa del conflicto entre ellos.
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Destino
Capítulo 11
Los días siguientes Alejandro visitaba a Natalia casi a diario, ella poco a poco se recuperaba de su esguince. Sin anticiparlo se conocieron poco a poco, eso provocó que naciera una amistad. Aunque realmente Alejandro se estaba enamorando de ella, sin si quiera importarle la edad.
—Tus sobrinas son muy trabajadoras.—expresó
—Si, aunque yo hubiera querido que estudiaran y se fueran lejos de este pueblo. Solo que mi hermana no quiso vender, así que debemos trabajar lo que dejó mi cuñado.—
—¿Quien les quería comprar?—
—Cecilia Sámano, ofreció mucho dinero por todo esto. Heriberto me contó una vez que todas estas tierras pertenecían a la Gavia, tal parece el padre de Cecilia vendió para irse lejos y abandonarlas.—Alejandro había omitido decirle a qué familia pertenecía, nunca habían tocado el tema. Pero también descubrió algo nuevo sobre su familia
—Natalia, tengo algo que decir, Cecilia es mi madre. No estaba enterado de que estas tierras pertenecían a la gavia. No creas hay muchos secretos en la familia, creo que todos son rebelados únicamente al heredero. Que será mi hermano mayor, él si es un Sámano.—
—¿Por qué dices eso?—
—Porque no tenemos el mismo apellido, él es un Sámano y yo soy un Barbosa.—Natalia de inmediato sintió un escalofrío
—Eres hijo de Alejandro Barbosa—expresó Natalia
—Si, estás bien. ¿Por qué te asombras?—
—No es que me asombre, tus padres no deben saber que estuviste aquí. Es más que nos ayudaste, creo que es mejor que te vayas. No queremos problemas con ellos.—respondía asustada Natalia
—Espera, explícame por lo menos el ¿por qué?—
—Hay situaciones del pasado que nos condenan, no solo a los pecadores también a los inocentes. No me concierne a mí decírtelo. Por favor vete Alejandro.—suplicaba
—Natalia, sea lo que haya pasado. Nosotros no tenemos la culpa, no me corras de tu vida.—
—Eres un buen muchacho, pero no podemos tener una amistad. No puedo exponer aún más a mis sobrinas al sufrimiento.—
—Si no me explicas, como quieres que me aleje.—lo pudo observar triste, no podía ella lastimar a un hombre tan noble y que además se ha portado como un caballero con ella
—Tienes razón, lo siento, pero prométeme que tu madre nunca se va a enterar de nuestra amistad o de tus visitas a nuestra casa.—
—Te lo prometo.—respondió mientras besaba su mano
Alejandro no quería apartarse de Natalia, no le importaba la diferencia de edad entre ellos. Solo quería llegar a amarla sin freno, ella despertaba sus más escondidos deseos y pasiones.
Después de pensarlo varios días Matías decidió ir con Jacinto para preguntarle por Paulina, después de todo no habían vuelto a coincidir más que nada porque se la pasaba aprendiendo el manejo de la hacienda.
—Jacinto, ¿te acuerdas de mi?—
—Pero mírate nada más, ya eres todo un hombre. Recuerdo cuando mi hermana te traía aquí a comprar, eras un pequeño niño. ¿Cómo has estado?—
—Bien, estoy de regreso para hacerme cargo de la gavia.—
—La legendaria hacienda, debe ser patrimonio del país. Tengo años sin pisarla, me absorbe el negocio.—
—Vine no solo a saludarte, también vine a preguntarte si ayudaste a una joven que envié contigo.—
—Si, Paulina Rivera. Pobre muchacha no ha tenido una vida sencilla desde que su padre murió.—
—¿por qué? Si se ve que es una gran chica, sencilla y noble.—
—Ya sabes hijo, pueblo chico, infierno grande. Su mamá tiene una pésima reputación, es muy enamoradiza. No hay hombre que se le resista.—
—Bueno pero eso que tiene que ver con ella, su madre es aparte o por lo menos ella se ve muy responsable, no coqueta pero sí muy bella.—
—Matías creo que viste más de lo que esperabas, si quieres volver a verla su casa te queda cerca de la gavia. Junto al arroyo donde comienzan las huertas que antes eran de tu hacienda.—
—Tan cerca y a la vez tan lejos, gracias voy de inmediato a verla.—
Matías se despidió de Jacinto, subió a su camioneta y se fue a buscarla. Más tarde Matías estaba en la propiedad de las Rivera, Sofía la pequeña hermana se sorprendió al verlo, supuso que era un futuro cliente o tal vez estaba ahí por su madre. Sabía que distintos hombres frecuentaban la casa gracias a su madre libertina.
—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle?—
—Buenos días, vengo a buscar a Paulina—Sofía suspiró de alivio
—Bueno pásate está atrás en las limoneras.—
—Gracias.—Matías entró dudando, ya que la jovencita lo dejó pasar sin si quiera preguntarle quién era. Paulina estaba peleando con uno de los árboles, y a la vez lo regañaba por no dar frutos, a sus ojos de Matías se veía encantadora y aún más interesante.
—Dicen que si no da limones, es porque no le gusta el lugar donde fue plantado. O que debes darle unas sacudidas para que comience a producir.—interrumpió Matías, Paulina se sorprendió al mirarlo no podía creerlo
—Lamento que hayas visto esto, qué vergüenza. ¿Cómo entraste?—
—Creo que es tu hermana, ella me dejó pasar. Quería verte, sentí mucha necesidad de hacerlo.—
—¿por qué?—preguntó confundida pero a la vez le alegraba verlo de nuevo
—Acabo de regresar y no conozco a nadie, y tú me pareces una buena persona e interesante. ¿Te gustaría salir conmigo a caminar?—
—Si por supuesto, luego resolveré el lugar donde mudaré este árbol.—
Ambos salieron, caminaban alrededor del muro de la gavia los dividía el arroyo como lo dijo Jacinto.
—Prácticamente somos vecinos.—expresó Matías
—No, la casa grande está más al centro de la propiedad o por lo menos eso dice mi mamá. Es un lugar misterioso y enorme, siempre he tenido la curiosidad de conocerla. Sé que cada dos de febrero dejan entrar a los habitantes del pueblo para que visiten la capilla, así pueden conocer la gavia. Mi mamá y mi tía nos tienen prohibido acercarnos, y mírame ahora estoy caminando al lado de un Sámano.—
—Yo nací en la hacienda, literalmente. Siempre pensé en volver, solo que tenía que prepararme. Es una gran responsabilidad hacerse cargo de toda una familia y un legado, por eso empatice contigo cuando te vi esforzarte por vender lo que habías cosechado.—
—Estaré eternamente agradecida contigo, y más aún porque no somos bien recibidas por nadie.—
—Es una tontería que las juzguen por una sola persona, disculpa no quiero también señalar a tu mamá. No has pensado en reunirte con mi madre para que te hagas socia de la empacadora, tendrías financiamiento, trabajadores suficientes y lo triple de ganancias.—
—Mi padre era socio, pero cuando murió se terminó la sociedad con ustedes. Dicen que Cecilia tu madre estuvo empeñada en comprarnos la propiedad para que nos fuéramos de aquí, entonces al igual que ella. Los demás socios nos dieron la espalda, gracias a mi tía pudimos sobrevivir. En cuanto tuve edad comencé a ayudarla, y aquí estamos, en verdad no sé qué conflicto hubo entre tu familia y la mía.—
—Esa no es nuestra culpa estás de acuerdo, pienso que podemos ser amigos. Es más te prometo que lograré hacer que vuelvas hacer socia de los Sámano.—decía Matías mientras le extendía la mano, con una sonrisa Paulina aceptó
Matías se acercó para besar su mejilla, Paulina no podía evitar sonrojarse. No entendía que era pero le gustaba estar con Matías, se sentía protegida y segura, además de que algo en él la atraía. La hacía intensamente feliz tenerlo cerca.