La historia de esta mujer es un viaje de autodescubrimiento y valentía en un mundo donde el estatus de género dicta el valor de una persona. Nacida en el seno de una familia noble en Roma, ella desafía las expectativas de su género desde una edad temprana. Despreciando la idea de ser tratada como una simple "vaca para preñar", busca igualdad y reconocimiento por su mente y habilidades, en lugar de simplemente por su género.
Sin embargo, la vida no es fácil para ella ni para su familia. Cuando una guerra obliga a su familia a huir de Roma, se encuentran enfrentando la discriminación y el escrutinio de aquellos que los rodean. La gente no puede entender por qué esta mujer es educada como un hombre y posee habilidades de curación que parecen provenir de los dioses de la salud y la curación de la antigua mitología griega. Sus dones se convierten en una bendición y una maldición, ya que la gente la ve con sospecha y temor, cuestionando si es una bruja o está involucrada en prácticas oscuras.
A pesar de todos los obstáculos, ella no se rinde. Se casa con un senador para protegerse y encontrar un lugar seguro en un mundo peligroso e incierto. Juntos, viajan por varias ciudades, escapando de la furia de un emperador vengativo que busca venganza por la muerte de su padre a manos de traidores. En su viaje, enfrentan desafíos constantes y peligros inesperados, pero su determinación y amor mutuo los mantienen fuertes.
Esta es una historia de resistencia, amor y perseverancia en tiempos de adversidad. Es un recordatorio de que, incluso en un mundo donde el género y el estatus social dictan las reglas, el coraje y la pasión pueden trascender todas las barreras. La protagonista demuestra que el verdadero poder reside en el corazón y la mente, no en el género o el estatus social, y que el amor y la esperanza pueden guiar incluso en los momentos más oscuros de la historia.
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Capitulo 1
**Capítulo 1: En Tiempos de Guerra**
La tensión en Roma era palpable mientras la ciudad se preparaba para enfrentar una guerra inminente contra los musulmanes en la frontera. Los rumores de incursiones enemigas y ataques sorpresa mantenían a la población en vilo, y entre ellos, la familia noble de Salustia vigilaba atentamente los acontecimientos.
Aurelia Valeriana Salustia, la hija más joven de la prominente familia, se encontraba en el centro de la agitación. A pesar de su linaje noble y su posición privilegiada en la sociedad romana, Aurelia no era ajena al sufrimiento de los menos afortunados. Con un corazón compasivo y una determinación inquebrantable, se dedicaba a ayudar a los más necesitados, sin importar su estatus social.
Mientras la guerra se intensificaba en las fronteras, Aurelia se encontraba en un hospital improvisado, atendiendo a los heridos y enfermos que llegaban en busca de ayuda. A pesar de las críticas y los murmuros maliciosos que la rodeaban, ella continuaba con su labor sin vacilar, dedicada a aliviar el sufrimiento de aquellos que la necesitaban desesperadamente.
"¿Cómo puedes confiar en ella?", susurraban algunos, mientras observaban con desconfianza las habilidades curativas de Aurelia. "Dicen que es una bruja, que sus dones son obra de la oscuridad", murmuraban otros, alimentando las llamas del descontento y la desconfianza.
Pero para Aurelia, las palabras vacías de aquellos que la juzgaban no significaban nada. Sabía que su propósito era mayor que las habladurías y las acusaciones infundadas. Su familia, a pesar de su estatus noble, había demostrado una y otra vez su compromiso con el bienestar del pueblo romano, y ella estaba decidida a seguir su ejemplo, sin importar las adversidades que enfrentara.
Mientras se adentraba en el corazón del hospital, Aurelia se encontró con la mirada preocupada de su padre, Marcus Valerius Salustius. Conocido por su generosidad y su firme liderazgo, Marcus había sacrificado mucho por el bien de Roma, y su dedicación a la causa era evidente en cada acción que tomaba.
"Padre", dijo Aurelia con un gesto de respeto, acercándose a él con determinación. "Los heridos siguen llegando en grandes números. Necesitamos más suministros y personal médico si queremos seguir adelante."
Marcus asintió con solemnidad, reconociendo la gravedad de la situación. "Lo sé, hija", respondió con voz grave. "Hemos hecho todo lo que está en nuestro poder para ayudar a nuestro pueblo en estos tiempos difíciles, pero la guerra se acerca cada vez más a nuestras puertas."
Aurelia asintió, su mirada reflejando la determinación y la valentía que corrían por sus venas. "Entonces seguiremos adelante", declaró con firmeza. "Nuestra familia siempre ha estado al servicio de Roma, y no será diferente esta vez. Haremos todo lo que esté en nuestro poder para proteger a nuestro pueblo y mantener a salvo nuestra ciudad."
Con esa promesa resonando en su corazón, Aurelia se preparó para enfrentar los desafíos que les esperaban, sabiendo que, aunque el camino fuera difícil y peligroso, su familia estaría unida en su lucha por la libertad y la seguridad de Roma.
**La Lucha en las Fronteras**
Los días se convirtieron en semanas, y la guerra en las fronteras se intensificaba con cada amanecer. Las incursiones musulmanas se volvían más frecuentes y audaces, y Roma se preparaba para el inevitable enfrentamiento.
En medio de la agitación, Aurelia continuaba su labor incansable en el hospital, atendiendo a los heridos y enfermos con habilidad y compasión. A pesar del peligro que acechaba en cada esquina y del constante murmullo de las malas lenguas, ella se mantenía firme en su propósito de ayudar a aquellos que lo necesitaban desesperadamente.
Pero incluso en los momentos más oscuros, la luz de la esperanza brillaba con fuerza. A medida que la guerra avanzaba, Roma comenzó a recibir ayuda de aliados inesperados, y la moral del pueblo se elevaba con la promesa de la victoria.
Aurelia, inspirada por el espíritu de resistencia y determinación que la rodeaba, redobló sus esfuerzos en el hospital. Con cada vida que salvaba y cada herida que sanaba, se aferraba a la esperanza de un futuro mejor para Roma y su pueblo.
Sin embargo, la guerra también cobró su precio. Los heridos llegaban en números cada vez mayores, y los suministros médicos comenzaban a escasear. Aurelia y su equipo médico trabajaban sin descanso, enfrentándose a desafíos cada vez mayores mientras luchaban por mantenerse al día con la abrumadora demanda de atención médica.
En medio del caos y la confusión, Aurelia se encontró cara a cara con el dolor y la tragedia que acompañaban a la guerra. Miró con tristeza mientras los cuerpos de los caídos eran llevados al hospital, sus vidas segadas por la brutalidad del conflicto.
Pero a pesar del sufrimiento que la rodeaba, Aurelia se negó a perder la esperanza. Con cada día que pasaba, renovaba su compromiso con su pueblo y su ciudad, decidida a luchar hasta el final por la libertad y la seguridad de Roma.
Mientras el conflicto en las fronteras se intensificaba, Aurelia y su familia se enfrentaban a una prueba de fuego que pondría a prueba su coraje, su determinación y su lealtad a Roma. En medio de la oscuridad y el caos de la guerra, se alzaban como guardianes de la esperanza, dispuestos a enfrentar cualquier desafío que se interpusiera en su camino hacia la victoria.
Aurelia se adentró en su hogar, exhausta por los desafíos del día. El peso de la guerra y las responsabilidades que recaían sobre sus hombros la dejaban agotada, pero su espíritu indomable se negaba a ceder ante la fatiga.
Decidió darse una ducha para refrescarse y luego retirarse a su habitación, donde el cansancio la abrazó como una manta pesada. Se dejó caer en la cama, sintiendo cada músculo de su cuerpo tensarse por el esfuerzo del día.
Sin embargo, su breve respiro fue interrumpido abruptamente cuando su padre, Marcus, entró en la habitación con una expresión seria en el rostro. Aurelia lo observó con curiosidad mientras él hablaba de un casamiento de alianza que había arreglado para ella.
"Es hora de que te cases, Aurelia", dijo Marcus con voz firme, sin dejar espacio para discusiones.
Aurelia, sintiendo una oleada de incredulidad y frustración, respondió sarcásticamente: "Oh, claro, porque claramente he estado esperando ansiosamente el día en que un hombre mayor que yo me diga con quién debo casarme".
Marcus frunció el ceño ante la insolencia de su hija, pero no se dejó intimidar. "Esta es una decisión que he tomado por el bien de nuestra familia y nuestra posición en la sociedad", explicó con calma. "No puedes permitirte rechazar a todos tus pretendientes por capricho. Este matrimonio es una oportunidad para fortalecer nuestras alianzas y asegurar nuestro futuro".
Aurelia, aunque resentida por la falta de elección en el asunto, sabía que no podía desafiar abiertamente a su padre sin arriesgar el resentimiento de su familia. Con un suspiro resignado, aceptó la situación por el bien de la familia.
"Por supuesto, padre", dijo con sarcasmo, dejando en claro su descontento. "No quiero que pienses que ya no soy tu hija, ¿verdad?".
Después de la breve confrontación con su padre, Aurelia decidió retirarse a los aposentos de los heridos, donde encontró a una mujer parlanchina difundiendo rumores infundados sobre su familia y sus motivaciones. Con una mirada fría y palabras afiladas, Aurelia la confrontó, dejando en claro que no toleraría la difamación sin fundamentos.
"¿Qué sabes realmente de nuestra familia y nuestros sacrificios por Roma?", preguntó Aurelia con voz cortante. "Hablas sin conocimiento, alimentando rumores y chismes sin ninguna prueba. Si no tienes nada de valor que decir, te aconsejaría que te mantengas en silencio".
Con esa reprimenda, Aurelia dejó en claro su posición y su determinación de proteger el honor y la reputación de su familia, incluso en medio de los desafíos y las adversidades que enfrentaban.
Aurelia se encontraba en medio de un grupo de señoras chismosas que se reunían en la plaza de la ciudad para discutir los últimos rumores y cotilleos. Estas mujeres, conocidas por su amor por el drama y la intriga, no podían resistir la oportunidad de especular sobre la vida de los demás.
Una de las mujeres, con un brillo malicioso en los ojos, comenzó a insinuar acerca de la repentina decisión de Aurelia de casarse, alimentando los rumores con su propia versión distorsionada de la verdad.
"¿Has oído sobre la repentina boda de Aurelia?", susurró la mujer, con una sonrisa de satisfacción en su rostro. "Dicen que su familia la está casando por motivos políticos. ¿No te parece curioso que una mujer tan joven y hermosa termine comprometida de la noche a la mañana?".
Aurelia, sintiendo el peso de la crítica y el escrutinio, decidió intervenir con su característico sarcasmo.
"Oh, sí, porque claramente mi familia no podría tener otros motivos para unirme en matrimonio que no sean puramente políticos", respondió Aurelia con una sonrisa falsa. "Por supuesto, ¿qué importa el amor y la felicidad cuando se trata de asegurar alianzas y mantener nuestra posición en la sociedad?".
Las mujeres se miraron entre sí, sorprendidas por la franqueza y el ingenio de Aurelia. Sin embargo, no se dejaron intimidar y continuaron con su especulación.
"Pero, ¿y si el esposo que te han elegido no es de tu agrado?", preguntó otra mujer con malicia. "¿Qué harás entonces?".
Aurelia, manteniendo la compostura a pesar de la provocación, respondió con una mueca irónica.
"Oh, estoy segura de que mi familia ha tenido en cuenta mis preferencias y deseos al elegir a mi futuro esposo", dijo con un toque de sarcasmo. "Después de todo, ¿quién necesita el amor y la compatibilidad cuando se trata de matrimonios políticos, verdad?".
Con esa última observación sarcástica, Aurelia dejó en claro su desprecio por los cotilleos infundados y su determinación de no dejarse afectar por las opiniones de las mujeres chismosas. Aunque sabía que el escrutinio público no desaparecería fácilmente, se negaba a permitir que la malicia de los demás dictara su felicidad o su destino.
Aurelia se encontraba en la plaza del mercado, rodeada por un grupo de viejas chismosas que disfrutaban difundiendo rumores sobre ella y su familia. Cansada de escuchar las insinuaciones maliciosas, decidió intervenir con su característico sarcasmo.
"¿Has oído los últimos rumores sobre nuestra querida Aurelia?", susurró una de las mujeres, con una mirada de deleite en sus ojos arrugados. "Dicen que su familia está involucrada en brujería y hechicería. ¿No es eso fascinante?".
Aurelia, sintiendo una mezcla de irritación y diversión, decidió responder con una sonrisa burlona.
"Oh, sí, porque claramente mi familia tiene tiempo de sobra para dedicarse a lanzar hechizos en lugar de ocuparse de asuntos más importantes", respondió Aurelia con un tono sarcástico. "Por supuesto, ¿quién necesita preocuparse por el bienestar de la ciudad cuando se puede convocar a los espíritus malignos en su lugar?".
Las mujeres se miraron entre sí con sorpresa, sin esperar tal respuesta. Sin embargo, no se dejaron intimidar y continuaron con su charla.
"Pero, ¿y si es verdad lo que dicen?", preguntó otra mujer, con un brillo de malicia en sus ojos. "¿Qué harás si descubrimos que tu familia está realmente involucrada en la brujería?".
Aurelia, sin inmutarse por la provocación, decidió responder con un toque de humor negro.
"Oh, no te preocupes, querida", dijo con una sonrisa irónica. "Si alguna vez descubren que mi familia está involucrada en brujería, seré la primera en informar a las autoridades. Después de todo, no puedo permitir que la competencia se salga con la suya sin un poco de competencia justa".
Las mujeres se quedaron boquiabiertas ante la respuesta audaz y sarcástica de Aurelia, pero antes de que pudieran responder, ella continuó con su discurso.
"Y si alguna vez necesitan un buen conjuro para ahuyentar a los chismosos, no duden en llamarme", agregó con una risa sarcástica. "Parece que tienen mucha experiencia en el tema".
Con esa última observación, Aurelia dejó en claro su desprecio por los rumores infundados y su disposición para enfrentarse a cualquiera que intentara difamar a su familia. Aunque sabía que las habladurías nunca desaparecerían por completo, se negaba a permitir que la malicia de los demás afectara su orgullo o su reputación.
Aurelia y su amiga se encontraban en el jardín trasero de la casa de Aurelia, disfrutando de la cálida tarde de verano. La amiga de Aurelia, hija de una esclava que había servido a la familia de Aurelia durante generaciones, era su compañera constante en todas sus aventuras.
Mientras jugaban en el jardín, escuchaban a escondidas las reuniones de los senadores y los consejos de urgencia que tenían lugar en la casa de Aurelia. Aunque sabían que era peligroso espiar a los poderosos de Roma, no podían resistir la tentación de escuchar las intrigas y los secretos que se susurraban entre los muros de la mansión.
En más de una ocasión, el padre de Aurelia los descubrió, y ella recibió una reprimenda severa por su indiscreción. Sin embargo, su curiosidad insaciable y su espíritu rebelde no podían ser contenidos tan fácilmente, y continuaron escuchando a escondidas cada vez que tenían la oportunidad.
A pesar de sus travesuras y aventuras clandestinas, Aurelia también encontraba tiempo para aprender las habilidades básicas de una mujer y ama de casa. Aunque su padre la había enseñado a pensar y trabajar en todo desde una edad temprana, también creía en la importancia de aprender las tareas domésticas básicas.
Así que, mientras jugaban y escuchaban a escondidas, Aurelia también aprendía a tejer y coser, habilidades que consideraba esenciales para cualquier mujer romana. Aunque a veces se quejaba de tener que pasar tiempo en tareas domésticas en lugar de perseguir sus propios intereses, sabía que era parte de su educación y aceptaba su responsabilidad con gracia y determinación.
Aurelia y su amiga, unidas por la complicidad y la amistad, continuaron su juego en el jardín, sin darse cuenta de que sus aventuras juntas les preparaban para un futuro lleno de desafíos y oportunidades que nunca podrían haber imaginado.