Cristopher estaba sentado en su oficina, con el ceño fruncido mientras revisaba informes médicos y documentos. Desde que Ana había ingresado en el hospital, se había encargado personalmente de contactar a los mejores especialistas. Sabía que había cometido errores, pero quería demostrar a Samantha que estaba dispuesto a hacer lo correcto.
Con el teléfono en mano, marcó el número de un renombrado neurólogo.
Cristopher: Dr. González, buenos días. Me gustaría discutir el caso de Ana Morgan. Estamos buscando una segunda opinión sobre su tratamiento y recuperación. ¿Podría revisar su expediente y darnos sus recomendaciones?
Dr. González: Por supuesto, señor. Envíeme los detalles y haré un análisis exhaustivo. Podríamos coordinar una reunión con su equipo para discutir los próximos pasos.
Cristopher: Agradezco mucho su ayuda, doctor. Quiero asegurarme de que estamos haciendo todo lo posible.
Después de colgar, Cristopher respiró profundamente. Sabía que cada esfuerzo contaba, y aunque no estaba seguro de cómo reaccionaría Samantha, quería que supiera que estaba allí para apoyarla.
Mientras tanto, Samantha visitaba el hospital todos los días. Cada mañana, después de prepararse rápidamente, tomaba el mismo trayecto hacia la habitación de su madre. Entraba en el cuarto, se sentaba junto a Ana y comenzaba a hablarle sobre su día, sus pensamientos y sus miedos. A veces lloraba en silencio, otras veces simplemente se quedaba en silencio, sosteniendo la mano de su madre.
Una tarde, después de pasar horas en el hospital, decidió llamar a Zoe. Sentía la necesidad de compartir lo que estaba pasando.
Samantha: Zoe, ¿podemos hablar? Necesito contarte algo.
Zoe: Claro, Sam. ¿Qué sucede? ¿Estás bien?
Samantha: Estoy... sobrellevando las cosas. Es sobre Cristopher y mi mamá. Hay mucho que ha pasado.
Zoe: Nos vemos en el café de siempre en una hora, ¿te parece?
Samantha: Perfecto. Nos vemos allí.
Al llegar al café, Zoe ya la esperaba con dos tazas de té en la mesa. Samantha se sentó frente a ella, soltando un suspiro pesado.
Samantha: No sé ni por dónde empezar.
Zoe: Tómate tu tiempo, Sam. Estoy aquí para escucharte.
Samantha comenzó a narrar los eventos recientes, desde la súplica de perdón de Cristopher hasta su esfuerzo por involucrar a especialistas en el tratamiento de Ana. Zoe la escuchaba con atención, asintiendo de vez en cuando.
Samantha: Estoy confundida, Zoe. Por un lado, quiero creer que ha cambiado, que realmente quiere ayudar. Pero por otro, no puedo olvidar lo que hizo. Me manipuló, me hizo daño.
Zoe: Es normal sentirte así. El perdón no es algo que se dé fácilmente, especialmente después de lo que has pasado. Pero también es importante reconocer cuando alguien intenta enmendar sus errores.
Samantha: Lo sé... pero todavía duele.
Zoe: Lo importante es que sigas tu corazón. Haz lo que sientas que es correcto para ti y para tu mamá.
Samantha sonrió débilmente, agradecida por tener a Zoe a su lado. Después de un rato, se despidieron, y Samantha regresó al hospital.
Durante los días siguientes, los especialistas comenzaron a llegar. Cristopher había organizado reuniones con médicos de distintas partes del país para discutir el caso de Ana. Aunque Samantha se mantenía cautelosa, no podía evitar sentirse agradecida por el esfuerzo que Cristopher estaba haciendo.
Una tarde, mientras Samantha estaba sentada en la habitación de su madre, Cristopher entró discretamente.
Cristopher: Samantha, traje al Dr. González para que revise el expediente de tu mamá. Creo que su experiencia puede ser de gran ayuda.
Samantha: Gracias, Cristopher. Aprecio lo que estás haciendo.
Dr. González: Hola, Samantha. He revisado el caso de Ana y tengo algunas recomendaciones que podríamos considerar. Podríamos intentar nuevas terapias que podrían mejorar su calidad de vida.
Samantha: ¿Cree que hay esperanza?
Dr. González: Siempre hay esperanza. Pero debemos ser realistas. El proceso será largo y difícil, pero no imposible.
Samantha: Haré lo que sea necesario para mi mamá.
Después de discutir las opciones, Samantha sintió una renovada sensación de esperanza. Aunque el camino era incierto, sabía que no estaba sola.
Día tras día, Samantha continuaba visitando a su madre, aferrándose a cada pequeño progreso. Cristopher, por su parte, seguía apoyándola desde la distancia, asegurándose de que tuviera todo lo necesario.
Una noche, después de una larga jornada en el hospital, Samantha se sentó en su cama, reflexionando sobre todo lo que había pasado. Recordó las palabras de Zoe y cómo le había dicho que siguiera su corazón.
Samantha: en voz bajaTal vez, con el tiempo, pueda encontrar la manera de perdonar. Pero por ahora, solo quiero que mi mamá esté bien.
Cerró los ojos, permitiéndose un breve momento de descanso antes de enfrentar un nuevo día. Sabía que la batalla por la recuperación de Ana aún no había terminado, pero estaba dispuesta a luchar cada paso del camino.
En los días siguientes, Cristopher continuó mostrando su compromiso. Organizaba reuniones semanales con los especialistas, revisaba los informes médicos y se aseguraba de que Samantha estuviera al tanto de cada desarrollo. Aunque la relación entre ellos seguía siendo tensa, había un entendimiento tácito de que ambos querían lo mejor para Ana.
Una tarde, mientras Cristopher y Samantha caminaban juntos por el pasillo del hospital después de una reunión con el Dr. González, Cristopher rompió el silencio.
Cristopher: Samantha, sé que no puedo cambiar el pasado, pero estoy aquí ahora. Quiero que sepas que mi apoyo es genuino.
Samantha: mirándolo fijamente. Es difícil olvidar, Cristopher. Pero aprecio lo que estás haciendo por mi mamá. Es lo que importa ahora.
Cristopher: Lo entiendo. No espero que todo se solucione de inmediato, pero quiero que sepas que estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario.
Samantha asintió, sintiendo una mezcla de emociones. La herida seguía ahí, pero el esfuerzo de Cristopher era evidente. No sabía si podría perdonarlo por completo, pero estaba dispuesta a darle una oportunidad de demostrar que había cambiado.
Los días se convirtieron en semanas, y aunque la recuperación de Ana seguía siendo incierta, había pequeños signos de esperanza. Los médicos notaron ligeras respuestas en sus reflejos, y aunque no podían hacer promesas, cada pequeño avance llenaba a Samantha de una renovada determinación.
Una tarde, mientras Samantha estaba sentada en la habitación de su madre, recibiendo la visita de Zoe, una enfermera entró con una sonrisa.
Enfermera: Samantha, hemos notado algunos cambios positivos en los últimos días. Quería compartir las buenas noticias contigo.
Samantha: con ojos brillante
¿De verdad?
¿Qué tipo de cambios?
Enfermera: Sus reflejos están mejorando, y hemos visto una ligera actividad en su respuesta neurológica. Es un buen signo.
Samantha: Gracias, eso significa mucho.
Después de que la enfermera salió, Samantha se giró hacia Zoe, sintiendo una mezcla de alivio y esperanza.
Samantha: Tal vez... tal vez haya una posibilidad de que mejore.
Zoe: Lo estás haciendo increíble, Sam. Tu fuerza es inspiradora. Ana tiene mucha suerte de tenerte.
Samantha sonrió, sintiendo que, a pesar de las dificultades, había razones para mantener la esperanza. Sabía que el camino aún era largo, pero no estaba dispuesta a rendirse.
Cristopher, por su parte, continuaba demostrando su compromiso, y aunque el perdón de Samantha aún no llegaba, ambos sabían que estaban unidos por el amor y la esperanza por Ana. Cada día era un paso más hacia la posible recuperación, y ambos estaban dispuestos a enfrentarlo juntos.
Samantha pasó las semanas siguientes sumida en una rutina que mezclaba esperanza y temor. Cada mañana se levantaba temprano, con la misma ansiedad en el pecho, y se dirigía al hospital. Hablaba con los médicos, escuchaba los informes diarios y luego se sentaba junto a su madre, aferrándose a cualquier signo de mejoría.
Por su parte, Cristopher había comenzado a ser una presencia constante en el hospital. A pesar de la tensión inicial entre ellos, su disposición a ayudar y su compromiso con la recuperación de Ana no habían pasado desapercibidos para Samantha. Lo veía hablando con los médicos, asegurándose de que no faltara ningún recurso y, a veces, incluso quedándose en la sala de espera hasta altas horas de la noche.
Una noche, mientras Samantha se preparaba para salir del hospital, encontró a Cristopher en la sala de espera. Estaba sentado en un rincón, revisando algunos documentos bajo la tenue luz de una lámpara. Cuando levantó la vista y la vio, le ofreció una sonrisa cansada.
Cristopher: Samantha, ¿cómo está tu mamá hoy?
Samantha: suspirando
Ha sido un día mejor. El Dr. González dice que sus reflejos siguen mejorando, aunque sea poco a poco.
Cristopher: Me alegra escuchar eso. Cada pequeño progreso es una victoria.
Samantha: Sí, lo es. (pausa) Cristopher, gracias por estar aquí. No solo por lo que estás haciendo por mi mamá, sino también por... estar aquí conmigo.
Cristopher: mirándola con sinceridad. No tienes que agradecerme, Samantha. Es lo menos que puedo hacer después de todo lo que ha pasado. Solo quiero que sepas que estoy aquí para lo que necesites.
Samantha: asintiendo
Lo sé. Y lo aprecio.
El silencio que siguió no fue incómodo, sino más bien cargado de una comprensión mutua. Ambos sabían que había heridas que aún no habían sanado, pero también reconocían el esfuerzo del otro por construir algo nuevo, algo que, con suerte, sería más fuerte y genuino.
En los días siguientes, Samantha comenzó a notar cambios no solo en su madre, sino también en ella misma. Sentía que, por primera vez en mucho tiempo, podía respirar con un poco más de facilidad. Había aprendido a aceptar la ayuda de Cristopher, a pesar de las dudas y el dolor del pasado.
Una tarde, mientras caminaban juntos hacia la cafetería del hospital, Samantha se atrevió a preguntar algo que había estado rondando su mente.
Samantha: Cristopher, ¿por qué lo haces? ¿Por qué te esfuerzas tanto ahora, después de todo?
Cristopher: (mirándola con seriedad) Porque quiero hacer las cosas bien, Samantha. Sé que he cometido errores, errores que te lastimaron profundamente. Pero quiero demostrarte que he cambiado, que estoy dispuesto a ser la persona que mereces tener a tu lado. No espero que me perdones de inmediato, pero sí espero que puedas ver que estoy aquí para quedarme.
Samantha: (conmovida) Es difícil confiar de nuevo, Cristopher. Pero estoy dispuesta a intentarlo. No solo por mí, sino por mi mamá. Necesitamos toda la fuerza posible en este momento.
Cristopher: Lo entiendo. Y haré todo lo posible para ganarme tu confianza nuevamente.
La conversación quedó suspendida en el aire, pero ambos sabían que era un paso importante hacia la reconciliación. No sería un camino fácil, pero estaban dispuestos a recorrerlo juntos.
Mientras tanto, los días en el hospital continuaban. Ana seguía mostrando pequeñas mejorías, y los médicos eran optimistas sobre su progreso. Samantha seguía dedicándole cada momento libre, hablándole, contándole historias, y esperando que, de alguna manera, su madre pudiera escucharla.
Una noche, mientras Samantha leía en voz alta un libro favorito de Ana, Cristopher entró en la habitación con una pequeña caja en las manos.
Cristopher: Samantha, pensé que esto podría alegrar un poco el ambiente. Son fotos de tu mamá y tú. Las encontré en la casa y pensé que sería bueno tenerlas aquí.
Samantha: (sonriendo) Gracias, Cristopher. Me encanta la idea.
Juntos, comenzaron a colocar las fotos alrededor de la habitación, creando un ambiente más acogedor y personal. Las imágenes mostraban a Ana en diferentes etapas de su vida, sonriendo, feliz. Eran un recordatorio constante de la mujer fuerte y valiente que era, y de la lucha que aún tenía por delante.
Mientras colocaban la última foto, Samantha se volvió hacia Cristopher.
Samantha: ¿Te das cuenta de cuánto ha cambiado todo en tan poco tiempo?
Cristopher: Sí, lo sé. Pero lo importante es que estamos aquí, juntos, haciendo todo lo posible por Ana.
Samantha: (con un suspiro) A veces pienso en cómo habrían sido las cosas si hubiéramos hecho esto antes, si hubiéramos trabajado juntos desde el principio.
Cristopher: No podemos cambiar el pasado, Samantha. Pero sí podemos trabajar en el presente y construir un futuro mejor.
Samantha: (asintiendo) Tienes razón. Y estoy dispuesta a intentarlo.
Con ese compromiso silencioso, ambos continuaron dedicándose al cuidado de Ana, encontrando consuelo y fortaleza en la compañía del otro. La recuperación de Ana seguía siendo un camino incierto, pero la esperanza había vuelto a iluminar sus corazones.
Con el paso de los meses, la relación entre Cristopher y Samantha comenzó a fortalecerse. Aunque el dolor del pasado no había desaparecido por completo, ambos estaban dispuestos a dejar que el tiempo y las acciones sanaran las heridas. Encontraron en la lucha por la recuperación de Ana un propósito compartido, algo que los unía de manera profunda y significativa.
Una tarde, mientras caminaban por el parque cercano al hospital, Cristopher se detuvo y miró a Samantha.
Cristopher: Samantha, sé que el camino ha sido difícil, pero quiero que sepas que estoy aquí para ti. Siempre lo estaré.
Samantha: (mirándolo con ternura) Lo sé, Cristopher. Y yo también estaré aquí para ti.
Sus manos se encontraron, un gesto simple pero lleno de significado. Era un recordatorio de que, a pesar de todo, habían encontrado en el otro una fuente de fortaleza y amor. Juntos, enfrentaron cada desafío, cada día incierto, con la esperanza de un futuro mejor para Ana y para ellos mismos.
Mientras tanto, Andrew estaba que votaba chispa al saber que Samantha estaba tan cerca de Cristopher, y que la madre de Samantha se puede recuperar eso no lo ayudará en sus planes de conquista.
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Comments
Julia Bazán
están unidos eso es importante pero como siempre no falta un pelo en la sopa
2025-01-23
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