CAPÍTULO 13

—¿Mi señora?—preguntó preocupado.

Luego de diez minutos de esperar a fuera del baño, Serena salió con la cabeza gacha. Sin observar a Jeremy, tomó de nuevo de la mano y lo condujo al sofá, donde hizo que este se sentara. Jeremy, preocupado, intentó hablar, pero solo podía ver a la duquesa caminar de un lado a otro.

—¡No seas cobarde!—se regañó.

Jeremy pegó un brinco del susto al notar como Serena se daba una cachetada, luego, con brusquedad, caminaba hasta él y se arrodillaba sin vergüenza alguna. Sin embargo, al buscar algo en su cuello, hizo que esta se desesperara aún más. Luego de cinco minutos, al final pudo sacar de un pequeño collar un anillo.

—Fue el primer anillo que mi padre me regaló, cuando cumplí siete años—colocó el anillo en su dedo meñique—¡Déjeme responder por lo que hice! ¡Juro darle un anillo apropiado el día de nuestra boda!

El médico real se quedó sin palabras al ver como Serena se estaba comportando, no daba crédito a lo que veía. Se suponía que él, al ser un hombre, era quien debía proponerle matrimonio para responder por lo sucedido; sin embargo, la situación era al revés.

Al observar el pequeño anillo de diamante rosa en su dedo meñique, el cual solo encajó hasta la mitad, la ternura que le ocasionaba fue tan grande que empezó a reírse. Su corazón se sentía tan alegre, que olvidó por un segundo el dolor en su cabeza. Con suavidad, ahora fue el quién acarició la mejilla de la duquesa.

—¡Será para mí un honor ser el esposo de la duquesa!—respondió.

Serena, sin creer lo que escuchaba, se levantó y comenzó a caminar sin sentido alguna, golpeándose varias veces con la pared, hasta que al final logró llegar a la cocina. Sin embargo, debido a su estado de ensoñación, volvería a golpearse una segunda vez contra la puerta y todo por pensar en demasía sobre su ahora prometido.

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Mientras ambos cenaban en silencio un poco de pan y algo de vino que encontraron en la alacena, poco a poco el cielo nocturno comenzó a oscurecerse y una extraña lluvia sorprendió a todos. Por lo que, en lo que los sirvientes de la casa de campo cerraban todas las ventanas, un estruendoso trueno, seguido de un disparo, resonó en todo el bosque circundante al lugar.

Una joven, con el vestido rasgado, se levantó de un charco de lodo, mientras observaba aterrorizada a su yegua. Sabiendo que debía huir o sería la próxima en ser asesinada por el cazador, corrió despavorida en línea recta hasta llegar al terreno de la duquesa.

Cayéndose varias veces, sin poder caminar más, cayó bruscamente frente a la puerta de servicio y empapándose por la lluvia, tocó débilmente la puerta. No obstante, debido al ruido de la tormenta, su cuerpo no fue descubierto hasta la mañana siguiente.

—¡Por Dios!—gritó Miranda—¿Quién es la pobre chica?

Anthony se acercó al catre de la zona de enfermería de la casa, donde los empleados habían puesto a las seis de la mañana a la joven. Cuando la enfermera logró despejar su rostro, la impresión fue grande al ver el enorme parecido de la joven con la duquesa. Sin duda alguna, la mujer era lady Selena.

Tras acabar la lluvia, luego de ser sacados del invernadero por el jardín, Serena apuró su paso hasta donde habían llevado a su prima. Luego de confirmar su identidad, la habían subido a uno de los cuartos del tercer piso para proceder a tratarla.

Serena de inmediato se detuvo en seco, su pobre prima temblaba, aun cuando el frío había pasado. Así mismo, tenía todo su cuerpo cubierto de heridas y hematomas; no obstante, lo que más le impactó fue que tenía marcas de ataduras. Tiritando de fiebre, su prima solo pronunciaba el nombre de "Galatea".

—Debe ser su yegua—respondió Serena—¡Sir Anthony! ¿Puede ayudarme a enviar hombres para revisar los alrededores?

Luego de asentir, la duquesa quedó sola, en compañía de Jeremy, mientras observaba a su prima. Luego de que las enfermeras lograran vendarla y darle un poco de calor, Selena comenzó a abrir sus ojos. No obstante, cuando vio a la duquesa, esta grito.

—¡Serena! ¡Prima!—gritó en llanto.

La duquesa se acercó y abrazó a su prima, acunándola para que poco a poco se calmara. Hacía días que no la había visto a la hija de su tía, le dolía el estado en el que estaba. Pero si quería ayudarla, era imperativo saber lo que había ocurrido.

—Matar...—respondió la chica—casarme... ¡Ayuda!

Gritó antes de volver a perder la consciencia, dejando aún más confundida a Serena. Colocando a su prima en la cama, Serena salió de la habitación sintiéndose mareada. Jeremy, preocupado por el estado de su prometida, se acercó para ver que esta miraba su dedo cortado.

—Desde que llegó mi prima, arde más—habló quitándose la venda de su dedo—¿Qué quiso decir con eso? ¿Acaso mi tío la intentó obligar a algo?

Tambaleándose, terminó por desmayarse en los brazos de Jeremy, quien gritaba su nombre sin ella poder hacer más nada. Dejándose arrastrar en lo profundo del mar de las pesadillas, terminaría por encontrarse en medio de un bosque seco, siendo perseguida por lobos.

No obstante, cuando estaba por ser alcanzada, terminaría por caer en un barranco. Aquella pesadilla la repetiría una y otra vez, hasta que finalmente hubo una diferencia: en su último bucle, una extraña mujer encapuchada se mostraba en la cima del barranco.

—Mátenla—ordenó sin piedad.

Los lobos saltaron desde la cima, lista para devorarla, si no fuera porque una extraña sensación cálida la sacó a tiempo de aquella pesadilla. En su lugar, dos hombres vestidos de soldados aparecieron y con sus manos extendidas lograron quemar a los lobos malditos.

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