Problemas

Los empleados se sorprendieron por lo que dijo Sophia y aún más por cómo sin ayuda de nadie, encontró la habitación que habían preparado para ella.

Cuando llegaron aún era de día y la noche comenzaba a caer, Sophia tenía un poco de hambre y bajó a la cocina por algo de comer, encontrándose con varias mujeres ahí.

—¿Quiere que le sirva algo de cenar señorita?— una de ellas, preguntó amablemente

—De verdad, se perfectamente que ustedes no son culpables de nada, pero ya una vez intentaron dormirme con comida, no quiero faltarles el respeto así que aunque les cueste, por favor no me ofrezcan su ayuda y mucho menos su atención. Soy más que capaz de hacerme cargo de mi misma— miraba alrededor para ver qué había para poder preparar.

Las palabras de Sophia por supuesto le llegaron al alma a las mujeres, comenzaban a entender porque actuaba así y decidieron darle su espacio si es que así se sentía mejor. Solo se quedaron admirando como aquella joven de una familia noble, podía cocinar sin ningún problema.

—Si gustan pueden probar lo que preparé, de verdad no tengo nada en contra de ustedes, pero no puedo confiar en nadie— había terminado de cocinar y les quería compartir algo de lo que hizo.

Las mujeres aceptaron y quedaron maravilladas por lo buena cocinera que resultó ser su nueva señorita. Aunque no dudaron que fuera capaz de hacer lo que decía, simplemente quedaron fascinadas al comprobarlo.

—Muy bien, ahora me voy a descansar.— dijo esto después de haber lavado lo que utilizó para preparar su cena, claro que intentaron persuadirla, pero no lo lograron.

Al despertar, dos jóvenes estaban en la puerta de la habitación de Sophia, querían ayudarla a arreglarse, sin embargo no hizo falta porque Sophia salió de su habitación ya bañada, cambiada y peinada. Daba a entender que de verdad no necesitaba a nadie. Lo bueno de ella, era que estaba acostumbrada a ese tipo de vida.

Recorrió los alrededores de la mansión y pudo ver a varios soldados que cuidaban del lugar, también como trabajaba cada una de las personas en aquel lugar. La mansión era hermosa y sus jardines también, por eso lo que más disfrutaba Sophia era pasar tiempo en aquellos lugares, le daban la paz que tanta falta le hacía en su vida.

Pasaron dos semanas desde que llegó a Solen y había ido a reunirse con el emperador varias veces, para terminar las especificaciones de su pedido.

—Oye Jiro, ¿sabes quién es la mujer que viene a reunirse con su majestad desde hace un par de semanas?— un hombre de cabellera rubia y ojos verdes, preguntaba a uno de los secretarios

—No sabría responder a su pregunta, me disculpo marqués Leroux— en realidad no sabía nada sobre Sophia, pues era un tema secreto por el momento y solo los que estuvieron presentes en la caravana del emperador, sabían de aquella mujer, solo que les habían prohibido hablar de todo lo que sucedió en ese viaje.

—Buen día marqués Leroux, ¿Sabe quién está con su majestad?. Me informaron que no puede recibirme porque está con alguien importante— preguntaba una mujer de ojos azules y cabellera rosada

—Señorita Gaillard, honestamente no se quién sea, pero ya son varias las veces que aquella joven es traída para ver a su majestad, quizás esté pensando en tener una concubina en cuanto se case con usted— insinuó una situación, totalmente diferente a la real.

La furia pronto podía verse en el rostro de aquella joven, pues se trataba de la prometida del emperador, hija del duque Gaillard, uno de los generales en el imperio Solen.

Justo cuando terminaba de escuchar las palabras del marqués, vio como del despacho del emperador salía Sophia, por supuesto no iba esperar para encararla y decirle lo que pensaba.

—Buen día, creo no nos han presentado, mi nombre es Stephanie Gaillard, hija del duque Gaillard, mucho gusto. ¿Cómo te llamas tú?— se había atravesado en el camino de Sophia y de esa manera la detuvo.

—Un gusto, mi nombre es Sophia Brunet. Disculpe, pero tengo algo de prisa— se presentó rápidamente y planeaba irse de ahí

—No he escuchado ese apellido en el imperio, siendo que conozco a todos los nobles del imperio. ¿Quizás eres parte de los plebeyos?, por eso tu nombre no me suena— se reía, claro que sus doncellas le hacían segunda.

—Soy hija de marqueses, así que no puedo considerarme plebeya, soy de un imperio vecino, quizás por eso no has escuchado de mi— dio una explicación que no quería dar

—¡Mujer maldita!, ¿cómo te atreves a hablarle tan informalmente a mi señorita?— se indignó una de las doncellas

—Ella no dejó de hablarme de manera informal ,¿por qué no puedo hacer yo lo mismo?— sin ningún problema respondió

—Déjenla, seguramente le faltan modales por venir de otro imperio— seguía intentando burlarse de Sophia, aunque a ella no le importaba.

—Si me disculpan, tengo que irme— intentó rodear a las mujeres e irse.

Pronto sintió como le tiraban de los cabellos. Aquel acto le hizo recordar todo lo que vivió cuando perdió a su bebé, por eso quedó en shock y no pudo hacer nada, ante lo que siguió. Aquella joven de cabellos rosados, la jaló del cabello y posteriormente le dio una bofetada, tan fuerte que la hizo caer al suelo.

—Espero que con esto aprendas tu lugar y dejes en paz a su majestad, pronto seré su esposa y tú no significarás nada para él— prepotente, le gritaba.

Sophia, después de unos segundos se reincorporó y se puso de pie. —La única que debería lamentar su situación eres tú. Quiero ver la reacción del emperador al saber que gracias a su prometida perdió el negocio que tanto le había costado conseguir conmigo, incluso podría morir por una estupidez como esta. No perdono a quien intenta dañarme, jamás me hubiera fijado en un hombre arrogante como el emperador, pero ahora me lo has puesto más fácil, si llega a sufrir, todo será por culpa tuya, tu eres la causante de lo que suceda de ahora en adelante— su rostro no expresaba más que odio y repulsión, dejó ahí a esa mujer tratando de procesar lo que Sophia le había dicho y se fue.

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