Llegué a la casa de mis padres, una majestuosa residencia de dos pisos que denotaba la opulencia de una familia pudiente. Durante mi infancia nunca me faltó nada y es algo que siempre le agradecí a mis padres, sobre todo porque aprendí a apreciar las cosas que le eran difíciles de acceder a muchos, esa fue una de las razones por las que me interese por la política.
El amplio jardín estaba adornado por un centenar de flores que mi madre se había encargado de sembrar y que daban un toque de color y serenidad al lugar. A pesar de la riqueza evidente, la casa emanaba un ambiente hogareño que contrastaba con la tensión que llevaba conmigo.
Antes de entrar, me dirigí a los dos hombres que me seguían para vigilarme, cortesía de Santiago, y les pedí, con una mezcla de súplica y resignación, que me dejaran entrar sola para no alarmar a mis padres.
—Lo sentimos mucho señorita, pero el patrón nos ordenó no perderla de vista en ningún momento— Me habló el más alto de ellos, el cual parecía estar a cargo.
—Es que acaso ninguno de ustedes tiene familia? ¿Una madre o hermana? ¿Les gustaría que alguien les hiciera lo mismo que Santiago me está haciendo?
—Por favor, señorita. No nos haga las cosas más difíciles.
Con un suspiro resignado por la negación de esos dos, me dirigí a la puerta de la casa y toqué el timbre. Mientras esperaba, me sumí en mis pensamientos, lamentando no haberles puesto protección a mis padres antes, especialmente ahora que podrían estar en la mira de un psicópata y obsesivo millonario.
Antes de profundizar más en esos pensamientos, la puerta se abrió y mi madre apareció, emocionada, abalanzándose sobre mi con un abrazo.
—¡Hija, no puedo creer que estás aquí! —exclamó mi madre con los ojos llenos de lágrimas.
Tratando de aliviar la tensión del momento, le hice una broma sobre no abrir la puerta sin preguntar quién era antes, pero mi madre aún no se resignaba a soltarme, me confesó que había estado abriendo la puerta todos los días con la esperanza de que fuera yo sin importarle nada. Intenté consolarla y, finalmente, logré que se separara de mí. Tomándola de la mano, le aseguré que ya estaba allí y que no había motivo para llorar.
—¿Dónde está papá?— Le pregunté mientras caminábamos hacia la casa ya que no había aparecido con todo el alboroto de mamá.
—Está en el supermercado mi niña. De haber sabido que vendrías nadie lo hubiese podido sacar de esta casa— Con una sonrisa apagada, acepté la explicación.
En cuanto la euforia de mi madre por verme se aplacó, se dio cuenta de las dos estatuas que me seguían.
—Y los señores ¿Quiénes son, hija?— No planeaba asustarla diciéndole que aquellos dos individuos son gracias a mi secuestrador, así que improvisé una historia sobre nuevos guardias de seguridad contratados para aumentar la protección después de los recientes eventos.
Sé que está muy poco convencida de lo que le acabo de decir, pero por suerte, se limitó a sonreír y ofrecerles café a los dos hombres sin hacer más preguntas. Aunque ellos intentaron rechazar la cortesía, al final, cedieron ante la insistencia de mi madre.
Estoy tejiendo toda una red de mentiras, pero no me importa si es lo único que puedo hacer para proteger a los que amo y mantenerlos alejados de Santiago Vargas.
...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...
Tan pronto como papá regreso de sus compras y me vio, una algarabía inundo la casa. Entre abrazos y besos se negaba a soltarme. Los que si habían comenzado a darme un poco de espacio fueron los dos hombres destinados a mi supuesta seguridad.
Una vez que mamá, les ofreció una taza de café acompañados de sus sabrosos buñuelos, los dos tomaron asiento y bajaron la guardia, aunque aun seguían observándome a lo lejos.
—¿Es cierto lo de las noticias hija? ¿Estás saliendo con ese señor?— Puedo ver la preocupación en el rostro de mamá. Santiago es un hombre que a simple vista luce bastante intimidante, aunque para muchos en este pueblo, él no es más que su gran benefactor.
No quiero mentirles, pero decirles la verdad podría ponerlos en peligro y no quiero eso. Suficiente tengo con que Alejandro esté por ahí haciendo quién sabe qué para ayudarme a escapar de las garras de Vargas.
—Si mamá. Estoy saliendo con Santiago Vargas.
—¿Pero cómo? ¿Desde cuándo?
—Habíamos coincidido en varios eventos de mi campaña. Él ha sido uno de mis mayores benefactores y después de mi secuestro...— Espero que me perdonen todas estás mentiras. —Él es la razón por la que estoy con ustedes ahora. Estoy muy agradecida con él.
—¿Agradecida? ¿No enamorada?
—¡Mamá!
—Solo quiero saber si estás con ese señor porque en verdad lo quieres o si solo estás confundida porque te ayudó— Sé que no va a desistir hasta que le diga algo lo suficientemente convincente.
—Rosa, ya déjala. La hemos recuperado, no quieras hacerle un interrogatorio sobre su vida. Solo hay que alegrarnos porque está aquí.
—Solo quiero asegurarme de que mi hija no esta en una relación por obligación— Le dijo cruzándose de brazos como una niña. —¿Acaso no has escuchado hablar sobre esas personas que forman un vínculo de agradecimiento con su salvador y lo confunden con amor? Además, que hay de ese muchacho, Alejandro. Se nota que está dispuesto a besar el piso por donde pasa nuestra hija. ¿No viste lo afectado que estaba durante su desaparición?
—Ese no es el caso— Los interrumpí. —Sé lo que siento por Santiago. Y para que vean lo serio que es esto, serán los primeros en enterarse— Ya lo tengo claro. La única forma de deshacerme de Santiago y su poder es desde adentro. Me aseguraré de que no le quede nada para cuando logré escapar de él. Así, no podrá volver a hacerle daño a nadie nunca más. —Voy a casarme con él.
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Comments
Lisbeth Valbuena
ximena te meterás en la cueva del lobo, te vas a enamorar de él
2024-11-05
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Martha Serrato Cisneros
Ay Ximena te vas a enredar tanto con tus mentiras que ni tu te darás cuenta cuando se vuelvan realidad y estés tan enamorada de Santiago que ni tu te la vas a creer, bueno eso espero 🤣🤣🤣🤣
2024-09-05
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