Huida

El sol se filtra tenuemente a través de las persianas cuando, decidida a escapar, me levanté de la cama esta mañana. Me coloqué la ropa de montar que me habían dejado y, con pasos cautelosos, seguí a los empleados de la hacienda hacia los establos.

¡Hoy es el día! Me iré de este lugar como sea.

Los establos despiertan con el olor fresco del heno y el relincho suave de los caballos. Al llegar, con lo primero que dan mis ojos es con el hombre que ordenó secuestrarme, quien parece tener tatuada en la cara una falsa y escalofriante sonrisa encantadora.

—Buenos días, Ximena. Espero que hayas descansado.

—Sí, gracias— Hablé siguiéndole el juego a su entusiasmo— ¿Qué estamos haciendo en los establos?

—Este es tu regalo de bienvenida— Me dijo señalando a uno de los caballos. —Un purasangre, digno de la señora de esta casa.

Intento disimular mi verdadera intención y asiento con una sonrisa a medias.

—¡Oh, es maravilloso! No puedo esperar para montarlo.

—Me alegra que te guste, ¿Por qué no damos un paseo juntos? Quiero mostrarte más de la hacienda.

—¡Por supuesto! Sería encantador.— Solo espero que en serio se esté comiendo todo el cuento de que me está fascinando este lugar.

Complacido, me ofrece gentilmente su brazo, y juntos nos acercamos al purasangre en color pardo que relincha nervioso mientras los cuidadores lo preparan.

—¿Te gustaría nombrarlo?

—No soy muy buena con eso de los nombres.

—Vamos, inténtalo.

En estos momentos en lo menos que quiero estar pensando es en nombres para un caballo.

—Lo llamaré, "Libertad"— Le dije mientras me subía al caballo.

Gracias a este, solo necesito llegar a las afueras de la hacienda y encontrar ayuda.

...ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩ...

El sol de la mañana iluminaba los campos de manzanas mientras emprendíamos nuestro paseo por la extensa hacienda. Los árboles frutales se extienden en filas perfectas, y el aroma fresco de las flores y la tierra llena el aire.

Es un lugar perfecto, en verdad. Pero para mi des fortunio, está custodiado por un completo psicópata.

—¿No es hermoso, Ximena? Todo esto podría ser tuyo.

Manteniendo una actitud cautelosa, asiento sin decir palabra mientras observo la belleza de la hacienda y sus puntos de salida.

—No tienes que ser prisionera aquí. Podríamos ser socios, en todo sentido.

—Socios, ¿eh?— Le digo algo exceptiva.

—Te amo, Ximena. Podríamos hacer grandes cosas juntos. Imagina cómo podríamos reformar el pueblo, cambiarlo para mejor.

—Tu ayuda sería valiosa, lo admito. Pero las acciones cuentan más que las palabras— En otras circunstancias de verdad consideraría su propuesta de trabajar juntos por el pueblo, pero en este momento, no veo cómo. No sabiendo las cosas que ha sido capaz de hacer.

—Es cierto. Mi enfoque inicial no fue el mejor, lo sé. Quería acercarme de una manera más tranquila, pero ver lo cercana que te estabas volviendo con tu guardia de seguridad me volvió loco.

Sorprendida al darme cuenta de que me había estado vigilando quien sabe Dios desde cuanto tiempo, apreté las riendas de mi caballo.

—Detengámonos un momento. Quiero mostrarte algo.

Lo veo bajar de su caballo y atarlo junto a una fuente frente a nosotros.

—Permíteme ayudarte— Me dice intentando acercarse a mi caballo para ayudarme a bajar de el.

La oportunidad de irme se me está escapando.

Sin pensarlo más, tiré de las riendas de mi caballo poniéndolo en marcha. Adentrándome entre los campos de manzanos, segura de que puedo encontrar alguna salida hacia una ruta o calle transitada.

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