Capítulo 8

Dean

Al amanecer tengo que tomar un largo baño frío, no quiero forzarla a nada, pero quitarse la toalla anoche fue un error, ya que deseo a ella aún más después de ver lo que va a ser mío después de la boda.

Todavía no sé cómo voy a convencer a Hazel para que se entregue a mí, pero tengo que pensar en algo. Quiero a esa mujer, ella en poco tiempo acabó convirtiéndose en mi obsesión.

Bajo a tomar un café y veo que ya está aquí con Jordan. Me siento en silencio y no la miro, tomo mi café, me despido de Jordan y camino hacia la puerta, pero ella me llama y me detengo, pero no me vuelvo hacia ella.

- ¿Qué quieres? - Pregunto.

- ¡Quiero trabajar! Volveré a mi trabajo. Mis amigos deben estar preocupados por mí. - Me vuelvo en su dirección, mirándola con rabia.

— ¡Te advierto que estando conmigo no puedes tener amigos hombres! Y, no, no vas a trabajar. Igual que no recuperarás tu teléfono hasta que pueda confiar en ti.

—¡Te odio! —habla mirándome a los ojos -

Te odiaré hasta mi último aliento. Quieres que me gane tu confianza, pero no confías en mí —ella se acerca, acercándose a centímetros de mí - Vete al infierno tú y todo lo que tenga que ver contigo.

Me río y salgo sin mirarla. Ella no me conoce, pero lo hará.

Mientras tanto, en mi oficina las cosas son caóticas.

- ¡Llegué allí y ya se había convertido en cenizas, el lugar estaba en el suelo, literalmente! - Anthony habla enojado.

— Quiero saber quién está intentando perjudicarme. Ya gasté más de lo que debía y hasta ahora no me han traído la cabeza de nadie. Es el tercer club que atacan. - gritó enojado, golpeando con los puños en la mesa.

— Sabes que no quiero llamar a la gente de mi primo para que nos ayuden con esto porque las cosas se van a poner sangrientas, Dean. - Mayra advierte - y él no tiene límites, nuestro negocio no puede llamar la atención de los policías rectos.

— Si destruyen otro de mis clubes, llamaré a Gavin. - Habló aún enojado - Ahora tendremos que reformar los dos clubes que destruyeron y aún tenemos que indemnizar a los funcionarios que se lastimaron.

- Ya me encargué de la indemnización de los empleados y atención médica, pero. Desafortunadamente, el chico que inhaló mucho humo, falleció. - Anthony completa.

— ¿Hubo una muerte de nuestra gente?—Estoy tan enojado, que siento mi corazón palpitar —. Tú... Era un ser humano, que tenía una familia a la que regresar, tenía una vida que vivir. Y ese maldito desgraciado que nos está persiguiendo mató a una persona que no tenía nada que ver con el problema que tiene conmigo.

- Dean, es mejor que te vayas a casa. No creo que sea bueno que trabajes cuando tienes esa mirada de psicópata.

Golpeo mi escritorio y trato de controlar mi respiración, pero cuanto más pienso en ello, más odio siento.

- ¡Cualquier cosa puede llamarme, estaré en la oficina de casa! - Hablo y me voy sin esperar la respuesta de los dos.

Salgo de allí y al entrar en mi coche golpeo mi volante varias veces hasta descargar el 10% de la rabia que estoy sintiendo. Conduzco de vuelta a casa y cuando llego voy directo a mi cuarto, me quito la ropa, me baño y me pongo solo un pantalón de chándal.

Salgo de mi habitación y bajo al sótano donde tenemos un gimnasio. Voy a ir a la bolsa de arena y golpear un par de veces para tratar de descargar toda mi ira en una bolsa de arena no está haciendo mucho.

Voy a la radio y pongo una canción para tocar y la primera que toca es "Sail-Awolnation". Vuelvo a golpear el saco de arena y de la nada mi mente vaga, trayéndome la visión de mi pequeña desnuda. Apoyo mi cabeza en el saco de arena y cuanto más la música resuena, más quiero desnudarla nuevamente.

- ¿Dean? - Su voz me saca de mi momento de éxtasis.

La miro y le digo: ¡No deberías estar aquí!

- ¡En eso estoy de acuerdo contigo! ¿Pero aún estoy aquí, no? —Me gusta su atrevimiento.

- ¡Quisiste decir aquí, en este momento! — explicó impaciente - ¿Qué quieres?

- ¡Mi libertad de vuelta! No quiero ser su prisionera.

- Ok. - Te doy una sonrisa de mierda - Vamos a mi cuarto, si puedes satisfacerme, te dejo salir un rato con los guardias.

— No me acostaré en la misma cama que tú nunca. Prefiero morir virgen. - Ella habla, y cuando se da cuenta de las palabras que usó, se tapa la boca con las manos, poniéndose roja como un tomate.

— ¿Eres virgen? - Observo que ella se arrepintió de lo que acaba de decir, pero es un poco tarde - ¡Mira solo el regalo que gané, una virgen! - Me muerdo el labio y la miro desde arriba.

Mi deseo solo aumentó después de lo que ella dijo y para no tirarla al suelo y hacer la mía, yo vuelvo a golpear el saco de arena con más fuerza aún.