Capítulo 4

Hazel

Después del trabajo ayudamos a Austin con la limpieza del café y a cerrar la tienda, como vivimos en la misma calle fuimos juntos a casa y salimos juntos al bar. Una vez allí, elegimos una mesa y nos sentamos.

— Voy al bar a pedir nuestros tragos, ¿ustedes van a querer qué? — Lindsay habla ya de pie.

— ¡Tomaré un whisky doble! — Austin pide.

— Voy a querer cerveza de verdad. — Me encojo de hombros. Lind sale tarareando al bar y Austin se muestra preocupado por mí.

— Amiga, sé que lo estás haciendo bien en la cafetería y hoy has batido tu meta en el sistema. Pero usted está trabajando desde las siete de la mañana hasta las ocho de la noche... ¡Son trece horas! Usted es solo un ser humano, terminará enfermo.

— ¡No tengo tiempo para pensar en el tiempo u horas que trabajo, Austin! Tengo que encontrar una manera de sacar a mis padres de la noche y pagar esa maldita deuda con el banco pronto. — suspiró frustrada.

— ¡Sé que amas a tus padres, pero no están facilitando tu vida! ¿Dónde están ahora, en este preciso momento? — Sin tener ninguna respuesta, apenas oigo el sermón en silencio, y de cabeza baja — ¿Ni usted sabe, no lo es? Amiga...

— ¡Austin! - Levantó la mano y le señaló que paré — ¡Solo quiero beber y olvidar mis problemas! ¡Por favor! Mañana voy a ayudar a la señora Kassingk con su jardín y la limpieza de la casa para ganar un extra. Y hoy solo quiero beber.

— ¿Y todavía vas a trabajar en tu día libre? — Austin ahora está visiblemente enojado — Hazel!

— ¡Yo ni siquiera quería ese descanso, ya que gano más en el café! — justifico y miro hacia el balcón buscando a Lind que aún no ha vuelto. Cuando la encuentro, le digo a Austin — ¡Mira eso, amigo!

— ¿En serio? ¿Fue a por nuestras bebidas y está besando al barman? — Él mira hacia ella tan enojado como yo — Voy a ir a buscar nuestras bebidas pronto porque hoy esa loca no sale de aquel bar.

Me río y luego vuelve con mi cerveza y su whisky. La noche fue genial y decidimos irnos un poco después de las tres de la mañana, arrastrando a Lind que terminó acostándose con el hombre en el almacén del bar.

***

Me despierto con un poco de dolor de cabeza, me baño y me pongo unos pantalones vaqueros con una blusa de alciña negra, cojo mis zapatillas Allstar negras y me las pongo en los pies. Me ato el pelo a una cola de caballo y bajo a desayunar, solo que hoy extrañamente mi madre ya está en la cocina y la mesa está puesta.

— Tu bendición, Madre. — Le doy un beso y un abrazo, que tiembla a mi tacto. — ¿Madre?

— ¡Dios te bendiga, hija mía. ¿Quieres panqueques con fresa y plátano? ¡Tus favoritas! ¡También tienes jarabe de chocolate! — Ella se ofrece y me lanza una sonrisa forzada.

— ¿Mamá, dónde está mi papá? — Acabo de hablar y entra en la cocina, mirándome tan raro como mamá.

— Tu bendición, padre. — Repito lo que hice con mamá, abrazo y beso a mi padre, sintiéndolo temblar, exactamente como ella reaccionó a mi toque. —¿Está pasando algo aquí?

Los dos me miran, pero no dicen nada. Me siento a la mesa y tomo mi desayuno y tan pronto como termino me despido de ellos y me voy a la casa de la señora Kassingk, ya comenzando mi trabajo extra que dura casi mi día libre entero.

Cuando finalmente termino de limpiar y de cuidar el jardín, ella me paga los trescientos dólares, y salgo de la casa hacia la mía extrañando cuando percibo un coche muy elegante estacionado en frente de mi casa.

Me acerco lentamente, frunciendo el ceño cuando oigo a mi padre, con la voz temblorosa y los ojos mareados conversando con alguien.

— ¡Usted dijo hoy a las seis en punto! No vamos a llegar tarde... ni siquiera hemos hablado con ella.

Entro y observo a un hombre fuerte, elegante, con ojos de color ámbar, cabello castaño rojizo, y una mirada fría, que estremece hasta mi alma. Fijo mi mirada curiosa en su mirada fría por un tiempo, desviando hacia mi padre enseguida.

— ¿De qué necesitas hablarme, papá? No me digas que le debes dinero a ese... — Miró al hombre una vez más y luego desvío la mirada hacia mi padre — Señor, ¿está?

— Hija... yo... mi hijita... nosotros... tu madre y yo... — Él comienza a llorar y no puede terminar de hablar.

— ¡Hija, ese es el señor Dean Evil! — Mamá interrumpe — él... Él está aquí para...

— ¡Sois dos cobardes! — la voz del extraño suena como un trueno — No pueden decirle a su propia hija que la vendieron para pagar su enorme deuda.

— ¡Primero no les hables así! — señaló el dedo en la cara del hombre, que se muestra sorprendido, pero abre una sonrisa burlona — ¡Yo no lo permito! ¿Y pueden explicarme lo absurdo que ese señor acaba de decir?

— Tenemos una gran deuda con él. ¡Y su condición para no cobrar la deuda es casarse con usted! — papá explica y yo pongo los ojos sorprendidos.

— Vino a buscarte, hija. — Mamá completa.

— Están jugando conmigo, ¿no? ¡Di que sí! — Me miran y agachan la cabeza.

Miro en la dirección del hombre que se levanta lentamente y viene hacia mí. Él debe tener 1,90 de altura, lo que hace que mis 1,60 me dejen pareciendo un niño delante de él. Me mira a los ojos y me entrega un documento.

— Creo que no tendrá ninguna duda después de leer ese contrato que sus padres firmaron ayer. — Su arrogancia y frialdad me irritan.

Al leer el contrato con las manos temblando y los ojos cayendo lágrimas insistentes, veo que él ya pagó la deuda en el banco y la casa volvió a ser de mis padres. Él también prohibió la entrada de los dos en sus clubes de apuestas. 

— ¿Ahí es donde me pusieron a la venta? — Sí. 

El contrato tiene también un valor simbólico de doscientos mil dólares para.

No hay eventuales gastos, ya que yo mantengo la casa aquí.

— Señor... — Junto a todo el coraje que me queda, mirando al hombre serio frente a mí — Soy una mujer de veintidós años y no voy a salir de aquí para ninguna parte contigo. Así que vamos al grano, veo que ha pagado la deuda de mis padres y ahora tienen el doble de lo que debían antes. Si usted acepta, puedo pagar una parte cada mes, solo tiene que estipular una cifra.

— El hombre se ríe.

— ¿Jovencita, no lo entiendes? — El ojo confundido para él que continúa — Soy un mafioso, y sus padres están en la boca del lobo a punto de ser devorados. Eres el pago de la deuda y vienes conmigo ahora. — Él se acerca sonriendo de una manera casi demoníaca. — O creo que tus padres se quedarán sin caminar por el resto de sus vidas, tú decides.

Miro a mis padres, aun con la cabeza baja.

— ¿Al menos tienen el valor de mirarme a los ojos y disculparse por el destino que me hicieron tener? Ustedes me pusieron en manos de un extraño sin mi consentimiento, y ahora están ahí con esas lágrimas mentirosas. ¿Quieren que sienta pena por arruinarme la vida? — Pierdo la paciencia ante su inercia y grito — ¡Mírenme!!

— Hazel... — El hombre pone la mano en mi hombro.

— Quítame la mano de encima, ahora mismo. — Hablo mirándote a los ojos.

— Creo que es mejor que entiendas desde ahora, que no mandas a nadie más aquí. — Él me lanza en su hombro, y yo empiezo a gritar y a patalear. 

Mis padres incluso intentan llegar a nosotros, pero de la nada empiezan a entrar hombres con trajes negros y gafas oscuras en la casa y hacen una barrera impidiéndoles acercarse. 

Yo golpeo y lucho, pero el hombre es muy fuerte y ni se conmueve con lo que hago. Él me lanza dentro del coche y me engancha con el cinturón de seguridad. Luego cierra el auto, pero no entra. En vez de eso, mira a uno de los guardias y dice:

— Entra y diles que empaquen una maleta con sus papeles y que no se vayan hasta que te la entreguen.

—¡Haré de tu maldita vida un infierno! —

Gritó entre dientes cuando finalmente entró en el coche.

— Pequeña, voy a presentarte mi infierno personal y verás que no es nada comparado con lo que pretendes hacer conmigo. — Habla tranquilo, pero firme.

Riendo en voz alta, enciende el auto y arranca mientras veo mi vida ser abandonada, arrastrada al infierno por un extraño y entregada a él por las manos de quien debería amarme y protegerme. 

— ¡Mi vida se acabó! — suspiró para mí.

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