Rose respiró varias veces, a pesar de que su mente le decía que tenía 27 años, contaba con un trabajo seguro y podía proporcionar estabilidad económica al niño o niña que crecía en su interior. Sin embargo, lo cierto es que lo sentía como un embarazo adolescente. --Dios, quiero morirme—murmuró. David al escuchar las palabras dichas por Rose, se asustó.
Agachó la mirada y movió sus ojos de un lado a otro, pensando en una solución rápida a esta situación. Sabía que había sido tonto pensar que una mujer como ella estaría feliz por tener un hijo, y más aun sabiendo que el padre sería él, un hombre enfermo con un comportamiento un poco excéntrico. Comprendía que en este gran mundo todo giraba en torno al dinero así, por lo que, sin pensarlo, dijo--Te ofrezco un millón de dólares-- David vio cómo Rose lo miraba frunciendo el ceño, dándose cuenta de que la cantidad era muy poco para convencerla de tener a su hijo. --Te ofrezco dos millones de dólares, o cualquier cantidad que sea necesaria para...-- volvió a insistir, pero justo cuando estaba a punto de agregar que tuviera a su hijo, recibió un fuerte golpe en la mejilla.
Rose sintió cómo crecía la ira en su interior, mirando con desprecio a David. Por un momento, pensó que este hombre era diferente a los demás, pero resultó ser igual a los cerdos con los que tuvo que tratar en el mundo de los negocios. Aquellos que, después de embarazar a las mujeres, les ofrecían una cierta cantidad de dinero para que desaparecieran y jamás revelaran su estado o que abortaran al ser--¿Cómo te atreves? -- exclamó, abriendo la mano y propinándole una fuerte bofetada que giró su rostro.
--¿Piensas que todo se solucionará con tu maldito dinero? -- Rose sentía cómo su respiración se entrecortaba. Nunca fue una mujer dada a la violencia ni a dejarse llevar por sus sentimientos. Al contrario, algunos admiraban su serenidad incluso en los momentos más difíciles, pero esto era algo que no podía soportar. --Yo decido si quiero seguir o no con el embarazo, y sabes que tendré a este bebé, te guste o no-- dijo, sintiendo cómo su mano ardía por el golpe recibido.
David tenía el rostro girado hacia un lado debido a la bofetada de Rose. A pesar de sentir cómo su mejilla y parte de su labio se hinchaban. Sin embargo, esbozó una pequeña sonrisa--¿Te burlas de mí, maldito? -- escuchó decir a Rose, lo que borró su sonrisa. Negó rápidamente mientras se tocaba la mejilla, pero el dolor era tal que decidió dejarlo. --Te iba a ofrecer un millón o la cantidad que quisieras para que tuvieras a mi bebé-- dijo mientras miraba hacia abajo--Cómo dijiste que querías morirte-- añadió David con inseguridad
Al escuchar esas palabras, Rose sintió cómo su ira disminuía y poco a poco daba paso a la vergüenza. Sabía que él tenía ese defecto de no entender las insinuaciones o el sarcasmo. --Lo siento, pensé que me ofrecías el millón para no tener al bebé. ¿Por qué te tomas todo tan literal? --dijo mientras se acercaba y examinaba su mejilla.
--Y tú, ¿por qué no dejas que una persona termine de hablar? Recuerdo que fui interrumpido por tu golpe—reprochó a lo que Rose bajo la mirada apenada. --Lo siento-- murmuró, observando cómo tenía medio rostro hinchado y su mano marcada en él.
—Eres fuerte —ella sonrió al escucharlo decir esas palabras, teniendo en cuenta que a ella le gustaba alzar pesas.
—Melisa, ¿puedes traerme una bolsa con hielo? —dijo, abriendo un poco la puerta de su oficina para comunicarse con su asistente
—Ven, siéntate —le indicó a David y este se sentó sin decir una palabra. Ella volteó ligeramente su rostro—. Se ve un poco mal tu rostro —comentó apenas, y cuando Melisa regresó con la bolsa de hielo, ella se la aplicó cuidadosamente.
Soltó un suspiro y volvió a sentarse en su silla mientras pensaba en cómo su vida había dado un giro inesperado. Sería madre; aunque le agradó la idea, a alguien a quien dejarle lo trabajado y vivido. Tenía miedo de que su bebé fuera expuesto por la prensa y se preguntaba cómo lo tomaría su familia. Cerró los ojos en un intento de detener esos pensamientos negativos.
David sostenía la bolsa de hielo en su mejilla mientras miraba a Rose. Sabía que era algo imposible que ese hecho sucediera, pero aún así estaba dispuesto. —Cásate conmigo —dijo, expectante.
Rose miró a David. Este chico está loco, pensó. —En este momento tengo los nervios a flor de piel, David, y no quiero ofenderte con mis palabras, así que pido tu paciencia mientras sigo procesando la noticia. Además, después de mi última relación, lo último en lo que pienso es casarme con un hombre menor que yo —dijo mientras entrelazaba sus manos detrás de su cabeza e inclinaba esta hacia atrás.
—Si fuera mayor, no tendrías objeción en casarte conmigo —David seguía insistiendo. Rose soltó un fuerte suspiro, parecía que lo único que entendió en toda su conversación fue el hecho de que no se casaría con alguien menor.
—Sí, David, si fueras mayor que yo —dijo, pero luego sonrió sabiendo que esto era algo imposible—. Si tuvieras 30 años, me casaría contigo, pero como no los tienes, no puedo hacerlo —lo dijo para evitar el tema, pero vio cómo él entrecerró los ojos.
—¿Me das tu palabra de que, si yo tengo 30 años, te casarás conmigo? —lo escuchó insistir nuevamente.
—Te doy mi palabra de que, si tú tienes 30 años, me casaría contigo sin dudarlo —dijo Rose sin preocuparse demasiado por sus palabras.
Rose escuchó el ruido de la silla cuando David se puso de pie —nos vemos —ella abrió la boca sorprendida por su actuar, quiso detenerlo, pero ambos necesitaban espacio por las noticias que habían recibido—. Será que debo preocuparme por lo último —se dijo en un susurro, conociendo lo literal que puede ser David. Se encogió de hombros a sólo que naciera unos años antes que ella, lo cual era imposible. Debería preocuparse en cumplir su palabra
David salió rápidamente de la oficina de Rose, tomó su celular y llamó a su primo. Tenía la esperanza de que su hijo naciera en una familia estable y amorosa.
—Hola —escuchó a su primo contestar.
—Necesito que encuentres un registrador —dijo apresurado.
—Claro, ya te busco uno. ¿Y para qué lo necesitas? ¿Vas a registrar algún hijo de tu hermanastro? —preguntó con sarcasmo Takahiro.
—No, solo necesito que cambien mi fecha de nacimiento. Necesito tener 30 años —dijo David.
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Comments
Mona
q tierno es David eso es lo q le preocupa
2024-10-15
0
Margarita Corona Carrillo
🤗🤗🤗🤗
2024-09-14
0
Juliana Ramirez
sabía que tenía esa intención jajajajja
2024-09-07
1