Capítulo 10

Xavier Bulgare

Llego al baile y todos se dirigen hacia mí, los ánimos están efervescentes, saben que en día de celebración las bebidas y la comida corren por cuenta de la casa, bajo del coche y soy custodiado hasta el palco VIP por los guardias de seguridad. La música es buena y ya están allí los aliados de los barrios vecinos esperándome, camino hasta el sofá, me siento y de inmediato Melinda se lanza sobre mi regazo, es una perra descarada y quizás deba ponerla en su lugar para que entienda que no es más que un bocado efímero, le arranco el brazo de mi cuello haciéndola levantarse y en ese instante se acerca la atracción de la noche, la rubia sensual de la casa siete y su prima con bandejas en mano, escucho la voz irritante de Tato hablando tonterías y se me hierve la sangre, tengo que contenerme para no reventarle la cara cuando él la atrae hacia sí, sujeta su rostro entre sus manos y casi la besa. Sé que ella está asustada, al otro lado del sofá puedo verla temblar.

— Quiero un whisky.

Golpeo la mesa y grito fuerte, todos me miran atemorizados, la morena prima de ella hace ademán de moverse y yo la detengo.

— Tú no, ve a buscar a Kaya.

— ¿Qué onda, Venom? ¿No puedes pedirle a otra?

Tato pregunta con esa boca repulsiva y lo único que quiero en este momento es arrancarle la cabeza.

— ¿Acaso estoy hablando en griego?

Kaya se levanta, camina hasta la barra y regresa segundos después con un vaso de whisky en mano, en el instante en que se inclina para darme la bebida Tato la atrapa por detrás, este hijo de puta está muerto.

— Ven rubia, vamos a despejarnos un poco.

Ríe y justo cuando toco mi arma ella saca la suya y la apunta directamente a la frente del imbécil.

— No me toques, montón de mierda.

Grita y en ese momento no tengo dudas de que la estoy mirando como un completo idiota; la rubia es dura.

— Oye, tranquila rubia.

Tato levanta las manos como un cobarde, se está meando de miedo.

— Venom.

Suplica, no sabe que ya está muerto, dispare ella o no. Ella me mira con una mezcla de miedo y vacilación.

— Dispara.

Digo mientras tomo un sorbo de mi bebida. Quiero ver hasta dónde es capaz de llegar.

— ¿Qué onda, Venom?

Tato suplica y yo lo ignoro por completo, no puedo soportar siquiera escuchar su voz.

— De verdad lo siento, rubia.

Intenta apelar a la misericordia de Kaya y parece funcionar ya que puedo verla retroceder sutilmente.

— Dije que dispararas.

Ella me mira asustada y en ese momento no tengo dudas de que no podrá hacerlo, puede ser la hija de un mafioso y tener adrenalina corriendo por sus venas, pero no es suficiente, no si no eres una asesina. Le quito el arma de la mano y sus ojos se fijan en los míos.

— Veo que tienes disposición, rubia, pero no tienes valor. Aprende algo, si sacas el hierro a alguien, dispara, porque quien esté en tu punto de mira no tendría la misma consideración por ti.

Hago exactamente lo que quería, disparando repetidas veces a Tato hasta vaciar el tambor del revólver. Ella me abraza aferrándose a mi cuerpo, sé que es un reflejo, cierra los ojos fuertemente por miedo. Sostengo su rostro, haciendo que me mire.

— Arruinaste la mierda de mi fiesta, ¿cómo vas a compensármelo ahora?

Kaya trata de salir de mis brazos, pero la aferro con aún más fuerza, me importa una mierda todos estos imbéciles mirándome.

— Aquel de allí es el dueño del Vidigal. Seguramente querrán el cuerpo de vuelta. ¿Lo llevo yo o tú lo entregas, rubia?

— Quiero ir a casa.

Ella solloza, sus ojos todavía miran al desgraciado en el suelo. Tomo su mano y caminamos hacia la salida.

— ¿Qué vas a hacer? Suéltame.

Ella implora. Bajo las escaleras y ella me sigue.

— Déjame ir.

Abro la puerta del coche.

— Entra.

Digo de forma seria.

— No.

— ¡Entra, carajo!

Golpeo el techo del coche y ella se sobresalta, se sienta en el asiento del copiloto.

— ¿Hacia dónde vamos?

No respondo.

— ¿A dónde me vas a llevar?

Ella insiste. Tomo el camino a la casa. En el momento en que estaciono frente al portón, uno de los soldados se acerca a nosotros.

— ¿Tan pronto, jefe?

Mira a Kaya y luego ríe.

— Eso sí que es.

— Cierra el hocico Buscapé, dices mierda a cada rato.

Hago señas a la garita y se abre el portón, conduzco hasta el garaje, bajo y a continuación abro la puerta para que ella haga lo mismo. Kaya me sigue en silencio; sus ojos examinan el lugar con curiosidad y vacilación, ciertamente no esperaba encontrar una casa como la mía en un barrio pobre, la construcción de dos pisos es lujosa y pertenecía a un rico de antaño que mi padre sacó del complejo años atrás.

— ¿Vives aquí?

— Sí.

Digo impaciente. Ella entra, está parada cerca al sofá mirándome con una expresión confusa, maldita hechicera que está volviendo loca mi cabeza.

— ¿Qué quieres?

— No sé de qué estás hablando.

— ¿Qué quieres a cambio de una noche conmigo?

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