Volver, infidelidad

Estaba maravillada con la vista en la cabaña, al entrar se podía apreciar la chimenea eléctrica, los asientos de mimbre, y un hermoso jarrón con flores frescas en la mesa del centro, la escalera de caracol daba a una segunda planta, el lugar es muy acogedor; de pronto el teléfono en mi bolso empieza a sonar sacándome de mi ensoñación.

Saco el teléfono y veo en la pantalla el nombre de José, no quería contestar, pero si pasó algo con los niños, no me lo perdonaría, no estar con mis hijos si ellos me necesitan, conteste: dime, ¿Qué pasó? 🤔

Por favor, tienes que venir ahora dice José muy alterado.

Miró a Lina, qué a estado pendiente de mí y digo: no sé que pasó, pero me tengo que ir, muchas gracias.

Ella asiente y me voy.

Al llegar al hotel, voy directo a la habitación de los niños, veo a Dimitri llorando desconsoladamente, y parece un tomate, no puedo creer la insolación qué se carga, tiene fiebre y mucho dolor por las quemaduras del sol.

Me acercó y lo calmó.

Tranquilo mi amor, ya mami está aquí.

Darius, también está rojo, pero está más tranquilo y a los lados de su hermano tratando de ser fuerte.

¿Qué ha pasado? ¿Por qué los niños están tan quemados del sol? Le interrogó a José _ acaso no le pusiste bloqueador solar.

José únicamente da vueltas alrededor de la habitación. No me responde.

Agarró la bolsa qué llevé preparada, con cremas refrescantes para quemaduras y le aplicó muy suavemente a Dimitri, qué quiere rezongar, pero que sabe que le hará bien, también le doy medicación para la fiebre, luego voy con Darius y también le aplicó la crema, dándole un beso en la cabeza y dándole las gracias por ser tan valiente mi niño mayor.

Al cabo de unos quince minutos los niños están profundamente dormidos.

Al verles dormir ya tranquilos, decido que es hora de ducharme y ponerme algo cómodo, para regresar a la habitación con los niños. Dormiré en el sofá. Tengo que estar monitoreándoles la temperatura durante la noche.

Mientras me ducho, vuelvo a llorar, no puedo creer que mis hijos estén así, solo fueron tres horas dejarlos con su padre y no los supo cuidar.

Tengo que tomar una decisión. Mañana volveré a casa. Sí. Y no habrá vuelta atrás.

Al salir de la ducha, voy a hablar con José acerca de mi decisión, veo que está en el balcón por la pantalla de su celular que está encendida.

Esta en una videollamada muy concentrado, su cara es cómo la de un adolescente, la persona que está al otro lado es una mujer, cabello negro, alta de unos 1.70 m con esos tacones y luce una brasilera roja, no tiene ya brasier, puedo apreciar claramente ese tatuaje de mariposa encima de su tórax, está bailando muy sexy y le contonea los pechos, él no puede contener la cara de excitación.

Doy unos pasos hacia atrás incrédula de lo que veo, la mujer que baila detrás de la pantalla, es mi mejor amiga Sandra, la madrina de mi hijo Darius, la conozco desde que teníamos quince, un gran ruido se oye de pronto, armando un alboroto, me he tropezado con la mesa de centro. José entra corriendo, está pálido, sabe que he visto algo, incluso ahora tiene un gran bulto en sus pantalones.