La Travesía

Muy temprano, Breist tomó a los cinco hombres más leales a él y zarparon desde Cloxplest, la ciudad portuaria y capital del reino, hacia el sur, ya que según el cuento, el lugar donde vivía su amada se encontraba en una isla llamada Yoruza, la cual estaba en el sur más remoto del mundo.

El cuento decía lo siguiente: “Había una vez una isla llamada Yoruza, hogar de los semihumanos, que era una raza híbrida de animales con figuras humanoides. Su reina y Suma Sacerdotisa se llamaba Sukyo, una joven hermosa de cabellera larga y pelirroja con orejas y cola de “gisun zepya”. Sukyo reinaba con amor y justicia. Pero la paz se tornó en violencia cuando Nego, la Serpiente Escarlata, llegó a la isla por medio de una tormenta. Nego tenía una sola ambición: Matar a Sukyo por ser la Suma Sacerdotisa de Najamura.

La batalla entre los semihumanos y Nego se libró en ese mismo momento. Hubo sangre, destrucción y bajas. Pero al final, gracias al poder sobrenatural de Sukyo y sus valientes soldados, dejaron a Nego herida de gravedad. Nego alcanzó a huir sumergiéndose en el mar con la amenaza de que volvería a atacar, pero con más fuerza y más peligrosa”.

Breist, con su tripulación y su libro de cuentos guardado en un cofre que se encontraba en su camarote, navegó con la esperanza de encontrar la isla y a su reina. Mientras ellos iban bajando, los nobles comenzaron a conspirar contra él. Habían acordado que si se demoraba más de un mes en regresar, ellos mismos elegirían un nuevo rey.

Los días pasaban lentamente y el océano parecía no tener fin. La moral de la tripulación estaba flaqueando. Ya el alimento y el agua se estaban acabando. Pero Breist, con la esperanza de encontrar la isla, les hablaba a sus camaradas para alentarlos y no rendirse.

Pero, pese a sus palabras de aliento y vigor para que sus hombres no se dieran por vencidos, la suerte ya estaba echada. Sus hombres ya habían decidido amotinarse. Una noche, después de trece días navegando, Breist estaba dormido en su camarote cuando un fuerte ruido lo despertó. Bax, su amigo y compañero de toda la vida, había abierto la puerta con fuerza para despertarlo.

—¡Su Majestad! ¡La tripulación quiere tomar el control de la nave y apresarlo a usted! —exclamó alguien.

Breist se levantó inmediatamente, se puso sus botas, su abrigo y sacó su espada.

—¿Dónde se encuentran? —preguntó con seriedad.

—En la cubierta. Conspirando contra usted.

—Desenfunda tu espada y vayamos a matarlos.

—¡A la orden, mi señor! —respondió Bax.

Breist y Bax corrieron por el pasillo y subieron por las escaleras. Salieron a cubierta y vieron al resto de la tripulación formando un círculo. Al verlos con sus espadas, los cuatro ya sabían lo que iba a acontecer.

—Su Majestad, ¿por qué usted y Bax están armados? —preguntó un señor que se llamaba Praraux.

—No te hagas el imbécil. Sé que tú y los demás se quieren amotinar.

—Así que la rata de Bax fue corriendo a decirte —espetó Praraux—. Pues te tengo malas noticias. Un barco con mercenarios enviados por los nobles ya viene hacia acá. No tienes escapatoria, rey. O te rindes a hora o morirás.

—Yo nunca dejaré que me arresten injustamente. Intenten matarme a ver si es que pueden.

—¡Vamos, hombres! ¡El rey anhela morir! —gritó Praraux.

Breist junto con Bax comenzaron a luchar contra los otros cuatro. Las chispas de las espadas iban y venían. Breist, con una increíble destreza, no permitía que ninguna de las hojas se le acercase ni siquiera para herirlo. Las espadas venían de todas las direcciones, pero ni él ni Bax se dejaron intimidar. Breist comenzó a atacar con más ferocidad y aceleró sus movimientos. Le cortó el brazo a uno, a otro le perforó un pulmón, Bax le atravesó el abdomen y otro y Praraux, el único ileso, se asustó y comenzó a correr hacia la proa.

—¿Y así decías que Bax era la rata? —preguntó Breist mientras él y Bax caminaban hacia la proa.

Praraux, asustado, comenzó a blandir hacia todas las direcciones.

—¡No se me acerquen!

—Ven y muere como un hombre —espetó Breist.

—¡Eres una gallina! —exclamó Bax.

De pronto se escuchó un ruido que venía desde babor. Breist no alcanzó a mirar de donde venía cuando este le dio de lleno al barco. Los tres cayeron al suelo.

—¡Son balas de cañón! —gritó Breist.

Inmediatamente, siguieron llegando más y más como una ráfaga. Breist y Bax comenzaron a correr hacia la popa.

—¿Ven lo que les dije? Ellos ya llegaron. Ahora seremos nosotros quienes…

Una bala de cañón impactó directo a Praraux. Murió instantáneamente.

—Mi señor, ¿qué hacemos exactamente aquí?

Breist abrió una escotilla que estaba justo al final de la popa. De esta emergió una palanca y la accionó. Se escucharon moverse unos engranajes, seguido de unos fuertes disparos de cañones que iban en todas direcciones. Era el arma secreta del navío para cuando la tripulación llegase a correr peligro. Consistía en sacar todos los cañones ocultos que tenía el barco y disparar todas las balas que tenía. El ataque duraba dos minutos y servía para huir.

Los disparos dieron de lleno al barco enemigo que se encontraba oculto en la niebla. Breist intentó maniobrar el barco para huir lo antes posible, pero descubrió que la rueda de gobierno ya no movía el timón. Solamente podía seguir en línea recta.

Después de los dos minutos del ataque de emergencia, el barco de los mercenarios salió de la niebla. Era el doble de grande y se estaba preparando para el contraataque. Breist sintió que ya había sido derrotado. Bax lo miró y sonrió.

—Ha sido un placer poder servirlo durante toda mi vida, mi señor.

Breist tocó su hombro.

—Gracias por ser un leal amigo y compañero. La diosa Najamura nos está esperando en sus Jardines.

El barco enemigo comenzó a lanzar los cañones, pero un viento muy fuerte se los llevó hacia su derecha.

Ambos miraron hacia la popa, extrañados y, al ver de qué se trataba, sus rostros se desfiguraron del terror.

Una tromba marina se había originado no muy lejos de ellos. Y, como si fuera un ser consciente, comenzó a avanzar hacia los barcos. Lentamente, comenzó a avanzar hasta interponerse en medio de los navíos. Luego se acercó al barco más grande y este, como si fuera un cascarón, se fue resquebrajando lentamente al mismo tiempo que la tripulación gritaba en una sola voz de agonía.

Trozo por trozo y pieza por pieza, la nave se iba rompiendo y junto con la tripulación estaba siendo tragada.

A los pocos minutos, el barco con las personas desapareció de la faz de la tierra. La tromba siguió avanzando su curso hasta que, después de dos millas náuticas, desapareció completamente y sin dejar rastro alguno.

Breist creyó que había sido por obra y misericordia de la diosa. Y, como una doble recompensa, cuando la noche estaba terminando y el sol saliendo del horizonte y disipando la niebla, Breist y Bax se maravillaron al ver que en el horizonte, en la misma dirección que iban, Breist gritó de felicidad.

—¡Tierra a la vista!

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Comments

Megumi Redsill (Lovely Pixie)

Megumi Redsill (Lovely Pixie)

Cuanta confianza tienen los nobles en su rey. Un capitulo muy interesante

2023-05-19

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