Una pregunta que no puedo responder

Capítulo Siete

Los padres de José Ignacio llegaron a la mansión y apenas me vieron, me saludaron como si me conocieran de años. Mi esposo miró a su madre seria al darse cuenta de que no hacían lo mismo con él.

—Se supone que eres mi madre. Aun así, me saludas como a un desconocido —indicó mi esposo.

—José Ignacio De la Torre ¿Crees ser merecedor de un abrazo de tu madre? —preguntó la mujer sonriendo—. Tengo esta nuera hace menos de una semana y, aun así, me ha dado en cinco días más obsequios que tú en un año.

—¿A qué te refieres, mamá? —preguntó él sin entender mientras me miraba en tono acusador—. ¿A caso sobornas a mi madre y no me he enterado?

—No fue soborno —dije con algo de vergüenza.

—Claro que no, cariño. Tú no le des explicaciones a este chico. No sabe lo que es la cortesía. Y eso que traté de enseñarle —dijo la mujer como si tratara de buscar complicidad en mí.

Yo le había enviado flores cuando me enteré de que me habían elegido como la futura esposa por contrato de los De la Torre. Y cuando llegaron a la ciudad hice que Alisé le enviara algo a cada uno, un obsequio que ella sabía que les gustaría. Después de todo, si sus padres no hubieran obligado a José Ignacio a casarse conmigo, yo ya estaría velando a mi madre.

—Por la noche hablaremos de esto —mi esposo parecía no estar feliz.

—Deja de molestar a mi nuera. Es hora del té, diles a tus empleados que yo tomo té de…–dijo su madre, pero Ignacio terminó la frase antes.

—Sakura. Lo sé mamá. Tengo un invernadero con tus flores favoritas para cuando vienes y, aun así, me rechazas —dijo burlándose de su madre.

—Violeta, debes probar el té conmigo. Estoy segura de que también te encantará —dijo la mujer ignorando a su hijo y me obligó a ir con ella al living.

Una vez que llegamos ahí me di cuenta de que José Ignacio y su padre no nos habían seguido. La mujer me explicó que ellos debían hablar de negocios por un buen rato. Al parecer, el primo de mi esposo volvería del extranjero y quería un puesto en la empresa familiar. Por lo que debían decidir algunas cosas junto a su padre.

—Ahora dime, ¿anoche mi hijo supo comportarse? —me preguntó la mujer de manera indiscreta—.

—Él es un gran esposo y muy atento —me sentía muy avergonzada por usar esas palabras frente a ella.

—Eso lo sé, mi hijo es un hombre decente. Lo que yo quiero saber es si ya pudieron —me dijo haciendo señas extrañas hasta que entendí que era lo que quería decir y me sonrojé.

—Es que, sí, pero —la verdad era que no sabía cómo decirlo. No era un tema que deseara hablar con ella y tampoco sabía cómo hacerlo, ya que no tenía experiencia de ese tipo.

—Madre, ¿quieres dormir con nosotros esta noche? Así veras que es lo que hacemos en la cama —preguntó mi esposo quien se encontraba detrás de ella.

—Creo que iré a ver a la cocina porque tardan tanto en traer el té —dije nerviosa y salí casi corriendo.

Al llegar a la cocina las mucamas estaban saliendo en dirección al living y me preguntaron si necesitaba algo. Les aseguré que estaba bien y les pedí que no se demoraran. Mentí diciendo que yo solo iba a buscar agua para beber.

Abrí el refrigerador y metí la cabeza. ¿Cómo iba a hacer para hablar de esas cosas con mi suegra si yo no tenía relaciones con mi esposo? Además, ella era su madre. ¿Por qué tenía que contarle?

—¿Te encuentras bien? —me preguntó la voz de un hombre. Al darme vuelta vi al padre de Ignacio—. Mi hijo está discutiendo con su madre. Lo mejor es que nos quedemos unos minutos aquí.

Me di cuenta de que estaba siendo descortés y le ofrecí algo para beber. Él sonrió de la misma manera en la que lo hacía mi esposo, por lo que me sorprendí un poco.

—Te pido disculpas en nombre de mi esposa por lo desconsiderada que fue contigo. La realidad es que, aunque no lo dice, se preocupa mucho por José Ignacio. Él es el único hijo que pudimos tener porque mi esposa tuvo un problema de salud muy grande. Y para seguir con el legado familiar, cada primogénito debe tener al menos un hijo antes de cumplir treinta años. Si no el poder pasa al siguiente heredero —me explicó amablemente el hombre.

—¿Cómo en la realeza? —pregunté y después de reírse por mi comparación me dijo que sí.

—A José le quedan solo un año y medio para poder hacerlo o perderá el control de la empresa familiar. Y está trabajando en ella desde que tiene uso de razón, él se esfuerza mucho para sacarle frutos y no quiere decepcionar a su madre —dijo y tomé el café que yo acababa de servirle por lo nerviosa que me estaba.

—Le dije a Nacho que yo haré todo lo que pueda para ayudarlo —dije sin darme cuenta cómo sonaba eso.

—Mi esposa tiene buen ojo con las personas y aunque yo dudaba un poco de ti por tu procedencia, me aseguró que serias una gran nuera —dijo mi suegro como si ahora él también lo creyera.

Al final salimos a cenar los cuatro juntos, Alise me preparó todo para que me vistiera acorde a la situación. Y tras tomar la limusina fuimos a uno de los restorán más exclusivos de la ciudad. Había que tener reservación de meses para comer ahí.

—Ustedes dos dejen los móviles que nosotras no venimos de adorno —dijo la madre de Ignacio a nuestros esposos.

Al entrar al lugar nos sacaron muchas fotos, lo que me sorprendió. No estaba acostumbrada al estar así en público. Por lo que me aferré de Ignacio mientras entrabamos.

—Tranquila, solo no olvides respirar —me volvió a decir como cuando nos casamos y después de que nos dieran una mesa en una parte tranquila del restorán nos trajeron la carta.

Al ver los precios pensé que iba a infartarme. Algunos platos eran más costosos que mi alquiler en la habitación cerca de la facultad. ¿Cómo la gente podía gastar tanto dinero por un poco de carne y vegetales?

—Vi, porque sigues mirando el menú. ¿A caso quieres que te ayude a elegir? —me preguntó Ignacio demasiado cerca, al punto de que no pude evitar sonrojarme—. Elegiré por ti amor, te prometo que será de tu agrado, si no podrás castigarme esta noche. Tras decir eso último tuve que ponerme de pie para ir al baño.

Autora: Osaku

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