Un momento traumático

José Ignacio había sido muy amable conmigo al permitirme que nos fuéramos de la boda para pasar a ver a mi madre. El médico me había escrito para decirme que habían tenido que entrar a cirugía tras una obstrucción en el tracto digestivo, por lo que mientras yo me estaba casando con mi ahora esposo, ella luchaba por su vida.

—Debiste decirme que tu madre estaba siendo operada —me reclamó mi esposo por contrato.

—El trato era que yo debía cumplir con ese requisito para que usted mantuviera a mi madre en este hospital —le recordé.

Y me aseguró que si se trataba de la salud de mi mamá podía decirle y encontraríamos la manera de buscarle una solución. No podía entender como un hombre del que todos hablaban con tanta frialdad, era tan empático con alguien como yo que solo era una desconocida para él.

Recordé la cara que había puesto al ver los aretes que tenía puesto y me los quité para dárselos. No quise decirle que Alisé me los había dado por orden de la madre de José Ignacio. Ya ella tenía demasiado con haber tenido que prepararme para la boda en menos de una semana.

—Aquí están —dije y se los di.

Tras hacer eso me senté y empecé a orar por el bienestar de mi madre. Nunca había sido muy religiosa, pero no sabía que más hacer. Para mi sorpresa, él se sentó a mi lado y aunque estuvo enviando mensajes y respondiendo mail, se quedó toda la noche. En algún momento me quedé dormida porque José Ignacio me despertó, ya que el médico estaba por salir de la cirugía.

—Dice la enfermera que ahora vendrá el cirujano para darnos el parte médico —me indicó mi esposo de mentira.

—No sé cómo fui capaz de quedarme dormida —dije preocupada.

En ese momento salió la médica que había operado a mi madre y nos dijo que todo había salido según los parámetros esperados y que ahora solo quedaba esperar a que ella respondiera. Al parecer era normal que sus otros órganos empezaran a funcionar mal en una situación como esta.

—Gracias doctora. ¿Hay algo que podamos hacer? —preguntó mi esposo con su gran e imponente voz.

—Solo queda esperar, los estaremos llamando cuando puedan entrar a verla —dijo la médica y volvimos a la mansión.

Había empezado a llover cuando entramos. Le di las gracias por acompañarme al hospital pese a que la agenda de mi esposo por contrato era tan ocupada. Él me pidió que descansara porque por la mañana tendríamos que ir al médico para ver lo del embarazo.

Esto era solo un negocio, ninguno de los dos sentía nada por el otro, por lo que no habría luna de miel ni nada parecido. En parte, para mí era mejor que no tuviéramos que irnos de vacaciones, ya que la salud de mamá era muy delicada y no podría fingir estar enamorada si estaba tan preocupada por ella.

De repente se escuchó cómo la tormenta se intensificaba y tras un rayo la luz se fue en la mansión. Yo estaba cerca de mi dormitorio, pero no podía ver nada. Empecé a asustarme; poco a poco perdí la fuerza y empecé a sentir que me faltaba el aire, mi corazón parecía querer salir de mi pecho y todo me daba vueltas. No podía emitir sonido, ni moverme, moriría ahí mismo. Esa sensación, pedir ayuda y que nadie viniera. Llorar y que el aire abandonara mis pulmones con mucho dolor. Me hice un bollito tratando de seguir las indicaciones que me había dado mi terapeuta, todo estaba en mi cabeza. Aunque sintiera que el aire no me llegaba si seguía respirando en algún momento pasaría, me dije a mí misma.

Al parecer una de las mucamas enviadas por José Ignacio a ver cómo estaba me encontró en el suelo y llamó a los demás a los gritos. Alguien me tomó en sus brazos, pero no supe quién era hasta que me dejaron sobre la cama y la luz regresó.

—Violeta, por favor, responde. Violeta dime algo —dijo la voz de alguien conocido.

Al abrir los ojos vi a José Ignacio de pie en la habitación mientras Alisé me miraba preocupada.

—Ya despertó, señor De la Torre —dijo la muchacha, que sostenía mi mano con fuerza.

—¿Qué pasó? —pregunté mareada. Era normal que no recordara parte de lo ocurrido cuando me desmayaba por las crisis.

—La encontré en el suelo, señorita, es decir, señora —dijo la mucama como si estuviera preocupada, pero más nerviosa.

—Salgan todos de aquí. Ya llamé al doctor. Lo mejor es que le demos espacio —dijo mi esposo y todos obedecieron como si fueran robots.

Creí que él también se iría, pero no lo hizo, se quedó conmigo y me preguntó si yo sabía lo que me había pasado. Le indiqué de manera afirmativa con la cabeza. No quería hablar.

—¿Ya estás mejor? —me preguntó serio e hice el mismo gesto de afirmación—. ¿Les temes a las tormentas?

—No —dije forzándome a hablar. Él estaba siendo muy amable conmigo.

—Señor De la Torre, el doctor ya llegó —dijo Alisé entrando al cuarto con el médico de la familia.

—Veamos qué le pasó a la nueva señora De la Torre —dijo el médico muy relajado, aunque José Ignacio lo miró molesto—. Es una pena que no puedan disfrutar de la primera noche de bodas, yo me la estaba pasando muy bien.

Al parecer él venía de la fiesta, aunque no recordaba haberlo saludado. Había demasiadas personas en ese lugar. Después de que me hiciera algunas pruebas con José Ignacio presenciando todo, nos aseguró que solo fue un ataque de pánico, algo que yo ya sabía, y me dio una medicación para que tomara. Ellos salieron del cuarto y me dormí poco después. Al despertar las cortinas seguían cerradas, pero se notaba que había luz por lo que ya era de día. Me vestí a toda prisa, ya que teníamos que ir al hospital. Al salir, una de las mucamas me dijo que él se encontraba en su estudio. Fui hasta ahí y toqué la puerta antes de entrar. Al escuchar su voz abrí la puerta, estaba hablando con el médico que me iba a realizar la inseminación artificial.

—Entra Violeta —dijo mi esposo molesto.

Autora: Osaku

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Comments

Anonymous

Anonymous

no podría hacer lo que hace Violeta

2024-04-01

6

Elide Rubio

Elide Rubio

ay que horror

2024-02-16

7

Diana Quintero

Diana Quintero

espero que Alice no sea mala gente con Violeta 😔😔

2024-02-04

1

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