Más cerca de ella

Capítulo Catorce

Violeta no salía del baño y empecé a ponerme nervioso. Esto era una locura; pedirle que ella misma se haga el procedimiento no estaba bien. Si bien la tormenta era fuerte, me inquietaba que ni mis hombres quisieran salir con el helicóptero a buscar a la enfermera. Era algo que me molestaba mucho, tendría que buscarle una solución a esto. No podía seguir presionando así a Violeta. Tal vez debería pedir que la enfermera viva con nosotros los días de tratamiento, esa sería una buena opción. De repente la puerta se abrió y Violeta salió luciendo triste, casi derrotada. ¿Qué era lo que había ocurrido en ese baño?

—No pude hacerlo —dijo con los ojos llenos de lágrimas. Tenía la jeringa en una de sus manos y usaba los guantes de látex, se veía muy tierna.

No pude evitar acercarme a ella y abrazarla. Le aseguré que no debía preocuparse, tal vez un día no haría la diferencia.

—No quiero fallar —dijo con la voz apagada.

—Que no quedes embarazada el primer mes no quiere decir que fallaste —le expliqué.

—Pero tú has sido muy bueno conmigo, quiero ser igual contigo —dijo y mi corazón empezó a latir con fuerza. Ahora estaba seguro de que no era por orgullo propio, sino que ella era la que generaba esto en mí—. Tú podrías, si tú quieres, es decir, si te animas.

Su rostro se puso de golpe como si fuera una fresa, se veía hermosa sonrojada así. Entendía lo que significaba para ella. Iba a ser el primer hombre, que no fuera médico, que vería esa parte de su cuerpo. Era algo que a las mujeres solía avergonzarlas.

—Si estás de acuerdo lo haré, solo no quiero sobrepasarme contigo —le indiqué.

—Sí, sí —dijo con miedo, su corazón también parecía latir con fuerza—. Solo hazlo lo más rápido posible.

Ella se apartó de mí y después de darme la jeringa se recostó en la cama tapándose los ojos. Me acerqué y levanté su falda, pero antes de continuar tuve que tragar saliva. Al verla fue extraño, en verdad era virgen, eso era algo que aún me sorprendía, ya que ya había tenido un novio. Nunca le pregunté por qué no lo había hecho con él si seguramente ese chico estaría dispuesto a eso y mucho más.

—Listo —dije y volví a bajar su falda.

—No puede ser, eso fue muy rápido —dijo ella sorprendida y me reí sin querer.

—Si quieres que me quede admirando tu cuerpo puedes desnudarte por completo —le dije y ella se molestó conmigo y me golpeo—. Eso dolió.

—No reclames, si pudiera ponerme de pie te golpearía más fuerte —dijo ella y vi cómo elevaba las piernas contra la pared.

Me acosté a su lado e hice lo mismo. Le pregunté si lo hacia todas las noches y afirmó con la cabeza. Ella se estaba tomando muy en serio esto y eso me hacía feliz. Tomé su mano y me miró.

—Me gusta hacer esto, creo que te acompañaré cuando lo hagas, parece relajante. Incluso podemos tener una especie de ritual. ¿Qué te parece si hablamos de un tema nuevo cada día? —le pregunté sin siquiera pensarlo. Era verdad que quería saber más sobre ella, pero no sabía cómo decírselo.

—Eso sería interesante. ¿Quién propondría el argumento de la charla? —preguntó ella como si de verdad quisiera hacerlo.

—Puede hacerlo un día cada uno —le dije y ella sugirió jugar a piedra, papel y tijera para ver quién sería el primero en empezar. Fue muy gracioso ver cómo no le gustaba perder—. Supongo que ya no puedo darte más oportunidades, perdiste nueve de diez veces. Ya no es suerte, eres muy mala jugando.

—No puede ser, el único que me gana es mi padre —dijo y su rostro se transformó. Pareció ponerse un poco triste.

—Dime cosas buenas de tu padre ¿Qué es lo que más te gustaba de ser su hija? —le pregunté y me miró con lágrimas en los ojos.

—Era el mejor padre del mundo, yo era su tesoro más preciado y siempre discutía con mamá por eso. Ella decía que si me mimaba tanto jamás crecería. No todos los hombres iban a tratarme como él. Mi papá le decía que eso era bueno, así podría reconocer a los que no valían la pena —dijo ella con una gran sonrisa—. Siempre que salíamos a desayunar juntos, papá me compraba una dona extra. Mamá me aseguraba que debía aprovecharla, ya que después de tener hijos ya mi cuerpo no sería el mismo y sería más propensa a subir de peso.

—Prometo que te acompañaré más seguido a comer donas. Y si subes de peso, después del embarazo te ayudaré a bajarlo ejercitándonos juntos si es que eso te molesta –dije y ella sonrió.

—Ahora es tu turno de hablar de tu padre —me indicó con una sonrisa más traviesa.

—Mi padre —dije y suspiré—. Debo reconocer que no es tan genial como el tuyo. Nunca fue un hombre de muchas palabras, no es que no hablemos. Pero siempre dice lo que debe decir en el momento apropiado. No sé si se entiende, es difícil llenar sus zapatos, ya que tenemos personalidades distintas. Yo no quería seguir la tradición familiar, eso de ser el CEO de una gran compañía y tener una esposa que ellos eligieran para mí. Él se molestó mucho cuando me casé sin avisarles. Incluso dejamos de hablarnos un tiempo. Fue duro aceptar que me equivoqué y, aun así, cuando fui a verlo no dijo nada. Solo me abrazó y fue como si el tiempo no hubiera pasado. Algún día espero tener su sabiduría.

Sin darme cuenta me había abierto con esta mujer, ni siquiera a Paula le había contado cuanto me dolía haberme peleado con mi padre. La Luz se fue y ella me miró asustada. Volví a tomar su mano y le pedí que contara hasta tres. Ella hizo lo que le pedí, aunque parecía estar aterrada. Cuando llegó al tres las luces volvieron.

—Lo siento, es el tiempo que tarda el generador en arrancar —le expliqué y me miró asustada para luego abrazarme.

—Gracias —dijo con un hilo de voz.

No podía entender como una chica tan tierna como ella pudiera llevar un trauma tan grande. ¿Por qué llevaba ese peso en sus hombros?

Autora: Osaku

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Comments

Ofelia Riascos

Ofelia Riascos

me encanta tu novela es suave
GRACIAS

2024-04-14

2

Marycris Arredondo

Marycris Arredondo

Ay me encanta como se están conociendo el uno al otro 😍

2024-03-31

8

Alexandra Narvàez

Alexandra Narvàez

ella es muy tierna

2024-02-28

4

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