Pasantes, pero felices, eran los días en el reino. Cada uno con sus deberes y sus luchas hacían que su crecimiento fuera satisfactorio. Las ciudades tomaban su brillo de nuevo. Mientras los adultos trabajaban, los viejos descansaban y los jóvenes demonios tomaban sus estudios técnicos, los niños tomaban sus clases siendo cuidados por Mae, su maestra principal.
¡¡Cuento, cuento!!
Exclamaron los niños a Mae, porque después de un largo día lleno de estudios básicos de idiomas y usos básicos para sobrevivir, ellos sabían que se merecían su premio, que era su hora de descanso con cuento. Ellos tenían la libertad de escoger el cuento, la aventura a la cual se iban a sumergir. Sentados en tapetes, formando un círculo, los pequeños ya habían dialogado qué cuento iban a pedir. Llevaban semanas con la misma duda y curiosidad, por lo tanto, armándose de valor, iban a pedir que su maestra les calmara su curiosidad a través del cuento.
- Bien pequeños, ¿ya saben qué historia van a querer hoy? - preguntó Mae.
- Sí - exclamaron todos los niños - queremos que nos cuente cómo es que nuestros reyes llegaron al infierno.
- ¿Cómo? - preguntó Mae.
- Sí... dicen que los reyes no fueron del todo demonios... Que ellos vienen de otro lado, ¿es verdad? Si no le molesta, ¿podría contarnos más sobre ellos?
Después de la petición del demonio menor, Mae se quedó callada, pensando si era lo correcto, el momento justo y si ellos eran los indicados para que supieran la historia de los gemelos. La mirada de los infantes sobre ella le causaba un poco de presión. No quería negarse, pero tampoco estaba del todo segura si hacerlo, aunque tampoco negaría que pensaba contarla en algún momento, más nunca esperó que ellos mismos tuvieran esa curiosidad.
Dando un suspiro hondo y largo, Mae se pasó entre los niños, quedando en el centro del círculo. Viéndolos, puso sus manos hacia el frente y con un poco de su poder, formó una estrella de hielo la cual elevó e hizo estallar formando una tormenta de nieve, suave y tranquila, dando un poco de ambiente en el lugar:
- Hace mucho tiempo, sin ser precisos si fue antes o después, en una hermosa y armónica temporada invernal, el nacimiento de dos niños trajo alegría a una familia, de ojos cafés y encantadora sonrisa. Los niños fueron conocidos como Itkizu e Ikiro, los pequeños niños de luz.
Los niños nacieron rodeados de lujos y encantos, nunca padecieron de nada. Su madre era doctora y su Padre ingeniero, trabajaron duro para que a sus amados hijos nunca les faltará algo. Pero, a pesar de tener todo, lo que en ellos sobresalió fue su grandiosa e increíble bondad y amabilidad. Nunca fueron groseros y siempre ayudaban a quien más lo necesitaba. Esos valores los aprendieron de su mayordomo de nombre Arashi, quien se dedicó a educar a los niños mientras los padres trabajaban, convirtiéndose en el segundo tutor de los gemelos.
Los niños, conforme fueron creciendo, comenzaron a tener un sueño. A ellos les gustaba mucho cantar, bailar y hacer obras de teatro, teniendo también un don natural para ese tipo de temas. Mientras más se sumergían en esos ámbitos, más creció su anhelo de convertirse en idols. Y obviamente, al tener todo, su sueño no tardó nada en cumplirse, ganando popularidad, más reconocimiento y fama.
Ellos tenían de todo, aunque eran muy jóvenes, su fama era inmensa, ganándose el amor y odio de muchos, pero eso no importaba, ellos eran felices. Aunque todo parecía ir perfecto, la tragedia tocó la puerta, buscando la vida de los gemelos.
Un día, conocieron a una chica rubia de hermosos ojos azules, que fingió brindarles su amistad, su cariño y su generosidad. A diferencia de los gemelos, esta chica era de bajos recursos y padecía muchas necesidades. Su padre había muerto y su madre no le prestaba atención, llevando a la niña a buscar sus propios medios para sobrevivir.
Al conocer a los gemelos, la chica buscó la forma de acercarse, pensando que de ellos podría tener todo lo que había deseado, aprovechando su generosidad y bondad. Los gemelos, siendo ellos, no tardaron en brindarle apoyo. Querían que su amiga tuviera una buena vida, así como la de ellos. La chica logró ganarse la confianza de todos los que rodeaban y cuidaban de los chicos. Nadie pensó que esa dulce niña sería una aguja llena de envidia y odio.
Sin previo aviso, en una noche de fría nieve, unos gritos alertaron a todos los cuidadores del hogar. Los gritos venían de afuera, haciendo que todos voltearan a la ventana, viendo cómo , de golpe, dos cuerpos cayeron al suelo. Preocupados, salieron todos a ver, quedando atónitos.
Los cuerpos en el suelo eran de los pequeños gemelos, que habían sido lanzados del último piso del hogar. Arashi, su mayordomo, fue el primero en reaccionar, dando un grito desgarrador al ver a sus pequeños gemelos en esa situación.
Los guardias corrieron al último piso con la esperanza de poder atrapar al responsable, pero lo único que vieron fue a una niña desangrándose en el lugar. Intentaron ayudarla, pero fue vano. La niña logró decirles quién fue la responsable, dando el nombre de la persona con su último aliento de vida.
La vida tan perfecta, llena de luz y alegría, fue arrebatada por unas manos llenas de envidia y odio, de una niña rubia con hermosos ojos azules.
Aquel tormento había sido visto por el rey demonio, quien aprovechando la oportunidad, viendo las almas de los gemelos deambulando por el vacío del limbo, preguntándose qué les había pasado. Aprovechando su vulnerabilidad, se acercó a ellos amistoso, ayudándoles a calmar sus dudas.
Les explicó cómo su vida en la tierra había terminado, pero que no era el fin para ellos. Sabía cuáles eran sus sueños, sus anhelos, y les comentó que si iban con él, podrían cumplirlos. Que esta vez, nadie se los impediría.
Los gemelos dudosos estaban, sabían que ir con un desconocido no era bueno. Pero él, usando sus encantos falsos, les hizo ver que el mundo no había sido bueno con ellos. Que de nada sirvió ser generosos y bondadosos con toda la gente, porque al final, el ser así los dejó en esa situación, llenos de un dolor que por el momento nadie era capaz de sanar.
Jurándoles la libertad de sus almas y todo el poder que deseaban, los gemelos tomaron su mano y lo acompañaron a donde sería su nuevo hogar. Siendo desde ese momento nombrados como los nuevos hijos del príncipe de las tinieblas, teniendo con ese nuevo inicio, un hermoso color verde esmeralda en sus ojos, como marca de su nueva herencia paternal...
Muchos dudaron de ellos, porque de todos los herederos del príncipe, ellos eran los únicos humanos de origen. Incluso recibían burla, haciendo que los pequeños gemelos se sintieran inseguros, al grado de no querer salir de su habitación.
Entrando a la soledad y deseando el fin de todo, una voz masculina muy familiar llegó como su consuelo:
- Llorar es bueno, pero nunca soluciona nada. Sean fuertes, valientes... Yo nunca los dejaré solos...
Levantaron ambos la mirada, sus ojos brillaron, sus labios una gran sonrisa marcaron. La intranquilidad de sus corazones había sido calmada una vez más. Quién estaba en la puerta era Arashi, llegando como siempre en el mejor momento.
El tiempo pasó, Arashi se dedicó a entrenar a sus pequeños niños, enseñándoles de nuevo la bondad, la alegría y la fuerza. Ya no eran niños ordinarios, tenían que manejar a la perfección sus nuevos poderes. Llevó tiempo, pero lo habían logrado, siendo uno de los mejores en cada cosa que hacían. Ganándose de nuevo envidias en el lugar, principalmente de sus hermanos y hermanas.
El día había llegado, todos en el infierno estaban emocionados. Era el día de conocer a los verdaderos herederos del infierno. Llevándose a cabo una gran pelea entre todos los hijos del príncipe, incluyendo a los nuevos gemelos, que entre todos, eran los más jóvenes, siendo apenas unos niños.
Estaban ansiosos pero confiados. Habían sido entrenados por el mejor cuidador, al menos para ellos. Aunque la batalla fue reñida, lograron pasar cada batalla, cada prueba, dejando atrás a varios. Ganándose poco a poco el respeto de los demás demonios que habían dudado de ellos.
La victoria seguida que tenían no era del agrado de los demás hijos, causando un plan entre ellos, queriendo humillarlos. Un sabotaje ya traían entre manos, pero no contaban que los gemelos eran más listos de lo que ellos imaginaban. Porque, en un abrir y cerrar de ojos, los hicieron caer en su propia trampa haciéndolos quedar como los semifinalistas de toda la batalla. Quedando a enfrentarse con el último mejor hijo del príncipe, Tiberio, el demonio más fuerte.
El hermano se dejó ir contra los gemelos con todo, recibiendo como respuesta golpes que apenas le hacían un ligero cosquilleo. Todo lo presente daba a entender que era su fin, que los chicos no podían ser capaces de dar más, pero cuando un ataque final llegaba a ellos, un poder nuevo se activó en ellos, un poder único de los verdaderos y únicos herederos del infierno.
La capacidad de devolver el ataque al doble de fuerza y daño sorprendió a todos en la arena, incluso al mismo Tiberios, que había sido lanzado metros atrás. Pero eso no lo detuvo, quería ir de nuevo contra los gemelos. Dando un salto hacia ellos, quería darles un golpe final, pero fue detenido por ellos sin problema. Sin importar su diferencia de tamaño, el pobre demonio fue tirado al piso y pisoteado por los gemelos, quienes no dejaban de reír.
"¡¡DEJEN DE REÍR COMO UNOS TONTOS... ES MI DERECHO SER EL REY, USTEDES NO SON MÁS QUE UNOS NIÑOS HUMANOS TRAÍDOS AQUÍ POR LÁSTIMA!!",
Se retorció, intentando quitarse a ambos gemelos, pero cada intento era vano. Ellos tenían más fuerza de la que nadie había imaginado. Tiberios siguió gritando, dando blasfemia contra ellos, esperando hacerlos sentir mal, pero lo que él no se había dado cuenta es que algo en los gemelos había cambiado.
La punta de dos espadas apuntaron su cuello, haciendo detener sus gritos. Poniendo su mirada en ellos nuevamente, sorprendido había quedado. Por fin había comprendido qué es lo que había pasado. Ante él estaban los verdaderos herederos del príncipe de las tinieblas.
Con los ojos color esmeralda, una mirada intimidante y una nueva marca en su mejilla en forma de una estrella, fue lo último que pudo ver Tiberio antes de ser asesinado por los gemelos, que clavaron su espada en su cuello sin piedad, recitando después las siguientes palabras:
"Un ser patético solo se dedica a gritar, no a pelear. Tú solo eras una burla para nosotros, un simple juguete que nos trajo un rato de diversión. Lástima que solo hayas durado unos momentos... Me hiciste perder mi tiempo... Hoy es el día en que todos vean quiénes somos en verdad, que nos tengan respeto porque es lo que merecemos... Que todos vean que somos mejores que todos, que somos todo...
¡AHORA RÍNDANSE Y PÍDANOS PERDÓN... BOLA DE ESCORIAS! "
Sus palabras lograron su cometido. Cada demonio en el infierno se arrodilló ante los nuevos herederos, los únicos y verdaderos hijos del príncipe de las tinieblas. Los gemelos, alzando los brazos, se vanagloriaron con la situación. Su padre, quien estaba sentado entre las gradas en un asiento preferencial, los veía orgulloso. Alzando una copa y sonriendo a los gemelos, los felicitó.
Ese día él descubrió que no había hecho una mala elección, porque en ese momento pudo ver que no solo eran sus herederos del infierno, sino también los descendientes del pecado del orgullo. Sus primogénitos habían nacido ese día delante de todos los que los critican, dejando en claro quién tenía el control en el lugar. Un humano es capaz de volverse un demonio si su corazón así lo desea...
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