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-“El tiempo se terminó”- advirtió un guardia del Teniente Reyes, hablando por los altoparlantes-“Abriremos las puertas de la cerca para que puedan ir pasando, conforme lo hagan entregarán sus provisiones y los hombres se dirigirán a los autobuses de la izquierda”-.

Entre malas caras la gente comenzaba a formar filas delante de las puertas abiertas, a pesar de la cantidad de personas que había, las filas avanzaron rápidamente y en poco tiempo Leo y los demás llegaron ala puerta.

En la puerta se encontraban tres soldados que se encargaban de revisar y recolectar los suministros, con una pequeña indicación los 6 abrieron las mochilas que yacían sobre sus espaldas, sacando todo lo que traían en ella.

Aunque ninguno estaba contento con el hecho de que les quitarás sus cosas, Ulises era el más molesto al ver cómo sus preciadas provisiones desaparecían.

-‘primero los chocolates y ahora todo lo demás, no es justo’- pensó Ulises en su mente.

-“Listo. Ya pueden pasar señora”- indico el soldado cuando termino de revisar la mochilas de todos.

–“Ustedes tres, diríjanse hacia allá”- El soldado se refería al trio de amigos, señalando con el pulgar un grupo de personas que estaba a su espalda.

Los tres se quedaron pensando por un minuto hasta que otro guardia se desespero-“ ¿acaso están sordos?, muévase de una vez… a menos que quieran otra cosa”- El soldado tenía una actitud muy estricta y remato su oración mostrando ligeramente el arma que traía en sus manos, como si quisiera disparar.

Los tres no querían tener problemas así que comenzaron a moverse mientras veían a la familia de Mauricio desaparecer entre la multitud que comenzaba su camino hacia los albergues.

En el lugar se encontraba una gran fila de personas que esperaban para subir a los transportes, por otro lado el guardia, que tomo el micrófono previamente, ya no se encontraba dando ninguna instrucción. En su lugar comenzó a hablar del patriotismo, el deber de un mexicano y como se convertirían en grandes héroes si regresaban con vida, decías eso y muchas cosas parecidas pero a nadie de los presentes le importaba eso en especial a Leo.

-‘Habla de reconocimientos por nuestro valor, pero prácticamente nos están acarreando como si fuéramos ganado’- pensaba Leo al escuchar al soldado hablando una y otra vez sobre lo mismo.

Después de un rato los autobuses comenzaron a salir, la fila avanzaba muy lento. Ya eran casi las 2:00 am cuando al fin llego su turno.

El autobús que abordaría, desde fuera, parecía estar en pésimas condiciones pero cuando subieron se dieron cuenta de que por dentro era mucho peor.

Cómo eran los últimos en subir los únicos asientos disponibles eran los de la parte trasera que, para su mala suerte, eran los peores: resortes salidos, agujeros en él, una absurda cantidad de polvo y una ventana rota que estaba pegada con un montón de cinta adhesiva.

Los tres apresuraron el paso para llegar a sus asientos, durante el camino pudieron ver los rostros sombríos de todos y cada uno de los presentes.

El teniente reyes junto con un guardia arribaron el autobús para verificar que todo estuviera en orden, tras barrer con la mirada Todo el interior solo dio la vuelta y se retiró.

Al descender –“La mayoría son solo niños”- comento frustrado al guardia que lo acompañaba.

-“Por desgracia la mayoría parece tener menos de 23 años”- respondió el guardia mientras golpeaba un costado del autobús, indicando que tenían autorización para partir.

El conductor se puso en marcha y lentamente se comenzaron a mover. Leo solo pudo mirar de forma sutil a través de las cortinas polvosas para ver a la gente que seguía pasando por el retén.

Ya estaban alejados cuando a lo lejos se escucharon disparos una vez más. Las altas horas, sumadas al estrés y al lento arrullo de la carretera hicieron que en poco tiempo todos quedarán dormidos a excepción de Leo quien no podía conciliar el sueño.

Para matar el tiempo saco una libreta que traía en su mochila junto con un lápiz, parecía que estaba listo para escribir una gran novela pero en realidad solo divagaba entre sus pensamientos, nada le estaba saliendo como el quería y quién sabe si podría regresar a casa, por lo que se le ocurrió una idea, a partir de ese día comenzaría a escribir su experiencias en la libreta como si de un diario se tratara, de está forma por lo menos sabrían lo que vivió.

Estuvo un rato pensando por dónde iniciar a escribir, al final se desistió por contar los sucesos del “día Zero”.

“La humanidad se jacta de ser los seres más evolucionados del mundo, pero está arrogancia es su más grande debilidad”…

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