Sombra De Dos Mundos
La noche comenzaba a caer, en aquel momento se apreciaban los últimos rayos rojizos del sol filtrándose entre las colinas y nubes oscuras ubicadas sobre el lejano horizonte.
Sobre lo que solía ser una carretera común y corriente se presentaba lo que parecía ser el mayor desplazamiento migratorio humano de la historia.
Lo que se observaba era una locura. Si pudieras colocarte en la punta, mirar hacia la dirección opuesta de la caravana y saltar serias capaz de ver un auténtico mar humano, extendiéndose hasta donde llega la vista. La calle estaba abarrotada por personas que ansiaban alejarse lo máximo posible.
Entre la multitud se vislumbraban familias enteras caminando sin nada más que un par de mochilas sobre sus espaldas, hombres con una expresión de cansancio mientras el sudor escurría entre sus rostros. A pesar de eso había algunos que caminaban con entusiasmo riendo o cantando canciones, tal vez solo querían olvidar por un momento sus problemas, pero eso les levantaba el ánimo.
Los viajeros de la parte trasera rápidamente rebasaban a los rezagados del frente en busca de seguir adelante. Entre ellos un par de jóvenes que se escurrían entre el tráfico y la gente.
-“Vamos, camina más rápido, me pareció ver el inicio de la caravana”- Gritó el joven que iba por delante, tratando de esquivar a todo obstáculo que se cruzara en su camino.
-“Hago lo que puedo”-replicó el otro joven tratando de seguir el paso de su compañero, saltaba a la vista que era menos atlético. Durante todo su recorrido no hiso más que dar grandes bocanadas de aire, por el cansancio.
–“Leo, espera”-suplicó el joven completamente agotado.
Ambos corrieron durante varios minutos antes de toparse con su destino, una gran multitud había quedado estancada, al parecer por algún tipo de bloqueo en la carretera
Todos los presentes gritaban eufóricos, de tal forma que no podía distinguirse una voz de otra. En el caos se mezclaban todo tipo de sonidos, desde hombres furiosos maldiciendo, niños llorando desconsolados, hasta los caóticos ruidos automovilísticos en el tráfico.
Mientras Ulises, aquel joven robusto que se movía lenta y torpemente entre la gente, se tiraba en el suelo por el agotamiento. Leo ,quien solo había perdido un poco el aliento, se acercaba lentamente al gentío.
-“Quédate aquí un momento. Iré a ver qué ocurre”- aconsejo Leo, adentrándose entre la multitud embravecida, a Ulises quien solo respondió con un pulgar arriba debido al cansancio.
-“Disculpe, ¿Qué es lo que ocurre?- Preguntó, tocando el hombro de un hombre al azar.-“Son estos malditos militares, no sé lo que traman pero no dejan pasar a nadie”- respondió el señor con un tono de frustración, volviéndose hacia leo.
Cuando Leo lo tuvo de frente no pudo evitar barrerlo con la mirada. Era un hombre que a pesar de su baja estatura tenía rasgos muy varoniles, un cuerpo tonificado, una barba tupida y una gruesa voz, además de aparentar un gran carácter.
-“Esto me da muy mala espina”-
Comentó el hombre sin fuerza alguna es su voz, mirando a un costado suyo, donde una mujer, muy bella que probablemente no tenía más de 26 años, trataba de consolar desesperadamente a dos niños pequeños que a simple vista no tenían más de 7 u 8 años de edad.
-” ¿Qué quiere decir con eso?- preguntó Leo, intrigado, al hombre quien se acercaba a los niños sin siquiera prestarle atención.
-“Dejen de llorar, un hombre no debe llorar”-dijo el hombre mientras irónicamente dos sutiles lágrimas se escurrían entre sus mejillas y su barba descuidada. Por alguna razón su forma de hablar cambió de un momento a otro. En esta ocasión su voz tenía un tono triste y melancólico.
Leo no entendía el porqué del cambio tan repentino, por lo que solo se quedó observando durante unos instantes esa inusual escena.
El hombre sacó un pañuelo viejo y desgarrado de la bolsa de su pantalón, inclinándose hacia los niños para limpiarles el rostro, el cual estaba cubierto totalmente de lágrimas.
-“no queremos estar aquí” “vámonos por favor”- repetían entre sollozos el par de niños. Quienes estaban completamente asustados debido al ambiente tan hostil y caótico donde se encontraban
-“¡ya basta!”-Gritó la mujer, esposa y madre de la familia en su intento de sobrellevar el estrés acumulado debido al caos en el lugar.
Aturdiendo momentáneamente a los presentes, incluido Ulises quien acababa de recobrar el aliento.
–“Tranquilos, todo estará bien, no hay de qué preocuparse”-dijo repentinamente Ulises desde la retaguardia de Leo.
–“solo debe ser una especie de inspección o algo así,”- Añadió Leo-“una pregunta, ¿les interesan unos ricos dulces?-“preguntó. De forma simultánea señalaba con la mirada la mochila que Ulises traía en la espalda.
Ulises supo de inmediato a lo que Leo se refería, su mochila contenía provisiones, entre ellas un par de chocolates ”KAOK”, que hasta hace poco eran muy populares pero fueron retirados del mercado después de “aquel día”.
Un poco molesto, Ulises se negó unos instantes maldiciendo a Leo por pedirle que les entregue sus preciados chocolates, pero después de dar un vistazo a los niños, que trataban de secar sus lágrimas con el viejo pañuelo, asintiendo con la cabeza a la pregunta, simplemente cedió ante la presión que ejercían.
.-“¡Oigan! Hagamos un trato”- dijo Ulises, fingiendo una voz animada y sacando el par de dulces de su mochila.-” Si les doy estos chocolates; ¿prometen ser valientes?”-preguntó.
Los ojos de los niños se iluminaron al ver los chocolates.-“Si claro, Se lo prometemos”-Dijeron al mismo tiempo que se abalanzaban para tomar el chocolate de las manos de Ulises
-“Veo que les gustan”-comentó Ulises sonriente viendo a Leo acercarse y pararse a su lado.
-“Te prometo que te lo pagaré”-Le susurro Leo, al oído del deprimido Ulises.
-“Mas te vale cumplirlo, es la última vez que lo hago”-dijo Ulises, tomando a Leo por el pelo e inclinándolo para seguirlo molestando.
Ambos comenzaron a forcejear un poco, como si se tratara de un par de niños pequeños intentando averiguar quién era el más fuerte.
El hombre solo se había quedado mirando al par de jóvenes que peleaban discretamente a un costado.-“Se los agradezco muchachos”-. Agradeció sutilmente.
Cuando los jóvenes escucharon al hombre no pudieron evitar quedarse inmóviles. A pesar de todo, habían hecho feliz a una pequeña familia usando un simple par de chocolates.
-“No hay problema, es lo que cualquiera hubiera hecho”- Respondió Ulises tratando de sonar confiable.
Apenas había terminado la oración cuando se escuchó un fuerte y agudo sonido proveniente del retén más adelante, en la carretera, se trataba del clásico sonido previo al uso de altoparlantes.
Todos los presentes dirigieron la mirada hacia aquel lugar, donde un militar, trepaba sobre un automóvil con micrófono en mano. Parecía que al fin daría algunas explicaciones.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 6 Episodes
Comments