Capítulo 8

Bárbara

Llego al restaurant por pedido del capullo de mi jefe una hora antes de lo que es mi horario de entrada ¿Por qué? Porque me odia el muy inútil.

Mi vecina tuvo sexo salvaje hasta las dos de la madrugada y debía presentarme al restaurant a las seis. Me levanté y ni el maquillaje cubría mis ojeras en su totalidad y para mí buena suerte debí esperar afuera media hora porque estaba cerrado.

Cuando ya estaba sentada en la entrada esperando que abrieran llega el idiota con una sonrisa arrogante que se la borraría de un puñetazo. De seguir así sin descansar y soportandolo no se cuánto aguante sin partirle la cabeza con la silla o tirarle aceite hirviendo de la cocina

-Vaya pero que puntual, así me gusta que sean mis empleados. Olvide avisarte que vinieras a ésta hora pero supongo que tomar aire fresco te hizo bien- sonriendo el muy idiota y hablando con tanta paz que por mi mente cruzaban mil maneras de matarlo y salir impune

-Que maleducada, dije buenos días Levin

-Serán buenos para ti

-Huy Huy Huy pero que mal humor Levin, ¿Será que te caiste de la cama o que tú novio te dejó con las ganas?

-¿Que te importa? Apártate- le quite las llaves de la mano, lo empujé, abrí la puerta y entré

-Que modales señorita Levin. Tanto dinero y clase que tiene tu familia y se ve que faltaste a las clases de etiqueta. Aunque no me corresponde te daré un consejo- se acercó a mi- deberías sonreír más, con esa cara se nota que estás insatisfecha, deberías tener sexo a ver si así mejoras tu mal humor... claro... a menos que tu noviecito no te sepa complacer- puso su mano en la barbilla en señal de estar pensando y continúo- si, seguro eso te ocurre la gran Bárbara "todos me desean" Levin está insatisfecha jajajaja que pena

-Gracias a Dios mi novio me atiende muy bien- mentí miserablemente pero jamás me rebajaría a seguirle el juego y darle lo que quiere

-No te lo crees ni tu pero ¿Sabes que? No me importa. Hoy me ayudarás

-¿En qué?

-Me asistiras en la cocina, me darás lo que te pida y limpiaras todo lo que ensucie

-Prefiero limpiar baños- murmuré

-Es una excelente idea, cuando acabemos limpiaras los baños

-Capullo

-¿Que dijiste?

-Nada que te importe. Ahora siéntate que prepararé el desayuno, no se si sabías pero hoy abrimos más tarde

-¿Para que vine más temprano?- el enojo salía por cada poro de mi piel, decir que estaba cabreada era poco

-Ahhh no me gusta comer solo y quería que pruebes un desayuno que levanta el ánimo

Lo mire con desconfianza, ¿El amable? de ninguna manera e invitarme a desayunar igual de probable que las vacas vuelen. De todos modos tenía hambre, no había desayunado y tampoco recordaba cuánto tiempo hacia que no tomaba un desayuno como Dios manda

-Ve al depósito y asegúrate que las heladeras estén enchufadas

-Vale

Me fui y efectivamente todo estaba funcionando correctamente, llegué nuevamente a la cocina y me senté

-Todo está en orden

-Bien. Espero sea de tu agrado- puso delante de mi un plato con un omellette que estaba en su punto justo, también un tostado de jamón y queso, un café y un jugo de naranja. Para él cocinó lo mismo.

Olía exquisito, el vapor salía de la comida y el olor del café hummmm se me hacía la boca agua. Mi estómago estaría de fiesta, tendría comida decente. Tomé un sorbo de café y estaba perfecto, con dos cucharadas de azúcar como me gusta, el jugo recién exprimido. Él omellette una delicia, suave, esponjoso, se derretía en mi boca. Él tostado de jamón y queso que era mi preferido y algo que no comía regularmente para cuidar mi figura pero que ahora poco me interesaba lo mordí y fue cuando comprendí todo

Me ardía la garganta, sentía mi boca en llamas, mi lengua reclamando algo frío. Mis ojos se llenaron de lágrimas el muy hijo de puta puso ají picante en tiras dentro del tostado y en el momento que me vió enrojecer se rió de mi a carcajadas

-Ya sabía que tanta amabilidad por algo era

-Una pequeña broma para alegrar el día

-Que te jodan imbécil

Era tanta la frustración que tenía que hasta el apetito se me fue. Un maldito litro de agua bebi y aún podía sentirme ardiendo. Al mismo tiempo me entristeció que jugara así, si tan solo supiera mis últimas comidas no lo haría.

No volví a acercarme a él y atendí las mesas a medida que los comensales llegaban. No volvería a acercarme a ese infeliz y que me despida si quiere, me importaba una mierda

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