Carlos encontró una compañera de baile y dejó a Felipe solo en la barra tomando su bebida mientras, observaba con curiosidad a la mujer que estaba justo al lado de Andrea porque le parecía muy sexy, además de que bailaba con mucho ritmo.
La música se detuvo y el DJ tomó el micrófono.
—Y ahora, la chica sexy del vestido rosa neón va a cantar para nosotros.
La gente aplaudió y Catalina se quedó paralizada y Andrea la empujó suavemente hacia el escenario.
—Vamos, Cata. Tú puedes.
Felipe se sonrió porque la chica estaba visiblemente apenada, ella acomodó el cabello, tomó el micrófono con manos temblorosas y la pista se iluminó con tonos violetas, entonces comenzó a cantar.
Era una canción en inglés, una balada de los ochenta y Catalina cerró los ojos y dejó que la voz saliera, al principio estaba tímida, pero luego fue sintiendo confianza luciendo muy hermosa.
Felipe se enderezó en su asiento porque no esperaba eso, su voz tenía buen tono, y no apartaba la mirada, y a pesar de que no sabía quién era, algo en él se movió, que no sentía desde hacía mucho tiempo.
".....Oh, the night is my world
City light painted girl
In the day nothing matters
It's the night time that flatters
In the night, no control
Through the wall something's breaking
Wearing white as you're walkin'
Down the street of my soul
You take my self, you take my self control
You got me livin' only for the night
Before the morning comes, the story's told
You take my self, you take my self control".....
—Voy a invitarla a bailar —dijo Felipe, con una chispa en la mirada que no tenía hace tiempo.
Cruzó la pista con paso seguro. No podía perder la oportunidad porque había algo en ella que le llamaba mucho la atención, notó que Andrea se alejaba para saludar a unos conocidos, y entonces lo comprendió: debían ser parientes, aunque el parecido era muy sutil, pero estaba ahí, sin embargo, la mujer del vestido rosa neón tenía una energía distinta luciendo más vulnerable que Andrea.
—Llegaron unos conocidos, voy a saludarlos —dijo Andrea.
—¡Quiero seguir bailando! —respondió Catalina, eufórica, con las mejillas encendidas por la música y el alcohol.
A Catalina no le importó quedarse sola en la pista, había rechazado a varios hombres esa noche porque no quería coqueteos, solo quería bailar y liberarse.
Sintió que alguien se acercaba y se preparó para rechazarlo, pero en cuanto lo vio, se quedó sin palabras, era alto y atractivo, con una mirada que no era arrogante, sino intensa, y entonces él habló.
—¿Bailarías conmigo, bella? —preguntó Felipe, con un tono seductor, pero suave.
Catalina se quedó paralizada porque llamarla a ella bella le parecía increíble debido a que siempre se había comparado con Andrea, sintiendo que era una sombra, sin embargo, ese hombre la miraba como si fuera la única luz en la pista.
—Por supuesto —respondió, riéndose tontamente, como si no supiera qué hacer con el halago.
Felipe colocó su mano en la cintura de Catalina y la química entre ambos surgió de inmediato, y ahora que la veía de cerca se dio cuenta de que le gustó mucho Catalina, y aunque siempre era muy reservado con las mujeres que conocía y ella le causó un fuerte impacto desde el primer momento que la vio bailando en la pista.
—Bailas muy bien —dijo él, con una sonrisa genuina.
—Gracias… tú también —respondió Catalina, sin poder dejar de mirarlo.
Catalina sonreía porque estaba encantada de tener la atención de este hombre tan sexy, y por eso bailaron varias canciones y a medida que avanzaba el tiempo el roce entre ambos estaba cargado de mucho erotismo, en un momento Felipe no pudo contenerse más y le dio un beso en los labios y esperaba que ella no se ofendiera, a Catalina le gustó su osadía y le correspondió el beso luego Felipe se acercó a su oído, con la voz grave y seductora.
—¿Me dirías tu nombre, chica sexy?
Catalina se sonrió, con una mezcla de timidez y deseo.
—Catalina. ¿Y tú, cómo te llamas, hombre seductor?
—Felipe.
Andrea cuando se encontraba con sus amigas no podía dejar de hablar, por eso se olvidó por completo de su hermana menor, luego de 30 minutos recordó que la dejó sola en la pista de baile y la fue a buscar, solo que la encontró bailando una canción lenta con un hombre que le parecía familiar; sin embargo, la luz en el lugar era tenue para crear un ambiente más íntimo, por eso no quiso molestarla debido a que Catalina se encontraba feliz.
Felipe acarició suavemente la espalda de Catalina y la miró a los ojos.
—Eres muy buena besando.
Catalina sonrió, con los labios aún tibios.
—Tú también lo haces muy bien.
Los besos entre ambos estaban cargados de mucho deseo y Felipe se sentía muy excitado y en este punto existían dos opciones o se alejaba, lo cual le produciría una gran incomodidad en su entrepierna o tenía sexo con la chica que acababa de conocer, el único problema era si ella estaba dispuesta, y para darse ánimos se dijo a sí mismo que lo peor que podía pasar era que ella lo rechazara, y, que él tuviera que recurrir a la autosatisfacción por eso se atrevió a preguntarle.
—¿Quieres ir a un lugar más privado conmigo? —preguntó, con una mezcla de duda y picardía.
Catalina lo miró con una sonrisa traviesa.
—¿Para qué?
Felipe soltó una carcajada. Le gustaba esa aparente inocencia. ¿Estaba jugando? ¿Fingiendo? Si era así, era una actriz formidable.
—Para conocernos más íntimamente —respondió, dejando que el tono hiciera el trabajo.
Catalina comprendió en ese momento y agradeció que la luz del local fuera tenue porque su rostro estaba encendido, como si el deseo y la vergüenza se disputaran el control.
—Normalmente, te diría que no, pero hoy quiero hacer algo diferente.
Felipe no entendió el comentario, aunque estuvo feliz de que ella aceptara irse con él, ambos se dirigieron a la mesa donde se encontraba sus pertenencias, pero Andrea no se encontraba porque estaba bailando con un conocido
—¿Pueden decirle a Andrea que ya me voy? —dijo Catalina a sus amigas.
Ellas la miraron, vieron al hombre atractivo que la acompañaba, y le hicieron una señal de aprobación.
—No te preocupes, nosotras le decimos.
Catalina y Felipe estaban hambrientos y fueron a comer a un restaurante cercano al local donde se conocieron y los demás comensales los veían con curiosidad debido a sus atuendos retros, Catalina no podía dejar de reír debido a que le parecía graciosa toda la situación
—¿Catalina, ahora qué te gustaría que hiciéramos? —preguntó Felipe, divertido.
Aunque pudieron ir a un hotel de inmediato, Felipe se dio cuenta de que ella estaba muy nerviosa, y por eso sugirió que fueran a comer antes
—No sé, sorpréndeme —respondió ella, con una chispa en los ojos.
Felipe la observó. Había algo en ella que no cuadraba del todo. ¿Era una mujer sensual fingiendo inocencia? ¿O una joven genuinamente abrumada por el deseo?
—No sé si estás actuando como una chica inocente —admitió Felipe.
—Aunque no lo creas, soy un poco inocente.
Felipe observaba a Catalina y supuso que se encontraba en sus tempranos veinte, por lo cual le era difícil de creer que una mujer tan sensual fuera tan inocente como ella aseguraba
—Las mujeres de tu edad ya no son tan inocentes —dijo, con un tono más frío.
Catalina bajó la mirada y su voz se volvió más suave, más herida.
—No soy como todas las mujeres de mi edad.
Felipe se encogió de hombros porque se dio cuenta de qué o ella le estaba mintiendo o quizás realmente no tenía experiencia y se sentía muy abrumada
—Creo que debería llevarte a tu casa.
—¿Tan pronto?
—Ya son las tres de la mañana y mientras más tiempo estemos juntos, más tentado me siento.
—No entiendo a qué te refieres, Felipe.
Felipe la abrazó con firmeza, como si quisiera memorizar la forma de su cuerpo, luego, con un gesto lento y cargado de deseo, besó su cuello, Catalina cerró los ojos disfrutando del deseo que sentía en ese momento.
Su mano se deslizó por la cintura de ella, y luego se coló por debajo de la camisa, no fue brusco, sino una caricia que parecía pedir permiso mientras lo tomaba.
—¿Ahora entiendes, Catalina? —susurró Felipe, con la voz cargada de anhelo.
Catalina se estremeció, porque no era como con Julio, con su ex, cada vez que intentó tener sexo, era como una amenaza, y una frontera que no podía cruzar sin miedo, con Felipe, en cambio, sentía curiosidad y deseo. Un escalofrío le recorría la espalda, pero no era de temor sino de anticipación.
—Catalina, contigo, yo quiero… —Felipe se detuvo. No se atrevía a decirlo porque temía que ella lo rechazara, y que la magia se rompiera.
—Yo también quiero, Felipe —respondió Catalina, con una mezcla de decisión y temblor.
Entraron a un hotel cercano y no lo pensaron demasiado porque el deseo los guiaba, como si el cuerpo supiera algo que la mente aún no había procesado, sin darse cuenta de que eran seguidos por una persona que contrató Inés y que le estaba tomando fotografías muy inapropiadas.
***Tomado de la canción "self control" de Laura Branigan
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Comments
Nereida Rojas
Cada uno con desepciones pareecidas y una buena noche de diversión unas copas de mas lo demás es regalia
2023-07-23
4
pilar torres
me encanta esa canción 🤩
2022-10-27
1
Lesly Argumelo
pero quien los seguia y les tomo fotos
2022-10-26
0