La vida en la época victoriana años después de la segunda revolución industrial y de las dos guerras del opio. Está es la vida de un profesor con su hija y la maldición del vestido azul.
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Fin de la primaria
Sophia tiene once años, está a punto de culminar la primaria, y habrá una fiesta de despedida, los varones van a continuar con los estudios, pero las niñas ya no pueden continuar, ella está en edad de aprender de lavar, cocinar, planchar, tejer, bordar y ser aconsejada para cuando se case y sea madre.
Thomas fue a ver a Sophia para saber qué piensa hacer ahora que ya no podrá continuar con sus estudios.
- Señor Lauren, en pocas semanas, voy a terminar el colegio.
- ¿Y? ¿Qué quieres que haga? - con sarcasmo.
- Van a organizar una fiesta porque nos vamos a despedir, los niños van a continuar con sus estudios en la media, pero nosotras las niñas ya no nos vamos a ver.
- ¿Insinúas que yo pague para tu asistencia a esa fiesta?
- Es que ya no nos vamos a ver, ellos van a estudiar y mis amigas ya se van. – está triste.
- Pues no hay dinero para la fiesta, sabes muy bien que tienes que trabajar. Por lo tanto, estás semanas que te quedan te puedes despedir de ellos.
- Es que me tocó hacer un regalo de despedida para una amiga.
- A la escuela de va para estudiar, no para hacer vida social. Tú tienes que trabajar.
- Entonces iré a visitar a los abuelos. Cómo ya no puedo continuar con los estudios, les haré compañía.
- Tus abuelos están enfermos, no los molestes.
- Les puedo dar ayuda.
- ¡Ya basta! – perdió la paciencia – de ningún modo irás. Te me pones a trabajar a penas terminas de estudiar. Vas a vender fósforo y tabaco.
- ¿Tabaco? Eso no puedo hacerlo. Soy una niña.
- Tienes casi once años, no eres tan niña, eres grande, así que, vas a ofrecer fósforos a todos y en caso sea un cliente masculino tienes que ofrecer tabaco.
- No, señor Lauren, eso no es bueno, no puedo vender eso ¿Si las autoridades me atrapan?
- Pues, me parece bien, así aprendes a ser más cuidadosa.
Thomas no cambia para nada, su trato se mantiene frío y distante, Sophia termina su colegio despidiéndose de sus amigos con un abrazo a cada uno. El día último se fue a vender sus últimas cajas de fósforos y con todo el dinero juntado pagó su boleto para viajar a Cambridge.
Una vez llegada a casa de sus abuelos tocó la campana colgada en la reja. Quién salió primero fue el abuelo.
- ¡Sophia! Mi querida nieta. – el abuelo está muy feliz de ver su nieta.
- ¡Abuelo! – la mirada de Sophia cobra vida.
- ¡Qué alegría verte! Pasa mi pequeña – abre la reja - ¡Como has crecido!
- Te extrañé mucho abuelo ¿La abuela?
- Está preparando una sorpresa, pero te nos adelantaste.
- ¿Queen está haciendo?
- Sí te lo digo ya no es sorpresa.
- ¿No siquiera una idea?
- Bueno, ella está cocinando.
- ¿Galletas? ¿Rellenas de mermelada?
- No sé, habrá que esperar a que termine, en cambio yo tengo una sorpresa para ti, vamos al campo.
Sophia sigue al abuelo y llegan al establo, a un lado habían vacas, y al otro lado dos toros y unos caballos y allí le presenta a alguien.
- Esta se llama Moonlight (luz de luna). Está entrenada para ti.
- ¿Es para mí? – su alegría ilumina su rostro, un caballo como regalo era algo muy especial.
- Te voy a enseñar a montar, daremos un paseo.
- Sí… - su respuesta fue con una entonación muy infantil.
El abuelo y su nieta fueron a pasear por el campo. El paseo fue espectacular y relajante para Sophia, un paseo a caballo era un sueño para Sophia, ahora que el paseo llegó a su fin, es hora de visitar la abuela y comer las galletas.
El abuelo abre la puerta y hace entrar a Sophia quien no deja de sonreír.
- ¡Abuela! Soy Sophia. Ya llegué. – alarmó toda la casa.
- ¡Sophia! Mi querida nieta. Un abrazo.
- Te extrañé mucho, abuelita.
- Y yo a ti cariño. Estás grande, te voy a enseñar a cocinar y hacer muchas cosas en casa.
- Ya que terminé el colegio, tengo mucho tiempo para aprender.
- Conmigo aprenderás muchas cosas y cuando te cases, tu esposo estará orgulloso de ti.
Abuela y nieta se abrazan por buen rato. Pero el olor de los biscochos abre más el apetito de la niña.
- ¿Tienes hambre?
- Y mucho, el paseo a caballo me ha desgastado un poco.
- Pues, vamos a la cocina. Tus primos llegarán más tarde para pasar las vacaciones.
- Cuando vengan mis primos, iremos a dar de comer a los animales.
- Muy bien, Matthew irá contigo.
- Primero hay que llenar el cuerpo de energía.
- Abuela, ¿Las galletas están con mermelada?
- Hice biscocho.
A las siete de la noche, llegaron todos los nietos, son siete ahora sin contar el bebé de Thomas por nacer. Estaban presentes todos los tíos de Sophia, todos a la mesa a cenar, y nadie preguntó por Thomas, como si él no existiera.
Al día siguiente llegó una carta de Thomas diciendo que su bebé está por nacer y que si mamá podría viajar a Oxford para dar consejos a Sheila por ser madre primeriza.
Los padres de Thomas respondieron a la carta y aludieron estar enfermos y no podrían viajar a Oxford, que si no fuera por Sophia y Matthew no tendrían apoyo.
La carta no fue del agrado de Thomas él escribió lo siguiente:
“Papá y mamá, sé que ustedes están entrando a una etapa un poco difícil, que Sophia está ayudando estoy de acuerdo es su obligación como nieta mujer y mayor.
Mi situación es que, mi esposa Sheila muy pronto dará a luz a mi hijo, ella es primeriza y no tiene quien le de consejos. Sería bueno que entrenen bien a Sophia para que me ayude con los cuidados de mi hijo. El doctor dice que ella presenta riesgos, por favor mamá ayúdame, si se muere mi esposa ¿Quién me va ayudar con mi hijo?
Espero me comprendan y puedan estar presentes el día del nacimiento, será un día especial para mí.”
Los Lauren ni sabían que su hijo se había vuelto a casar, eso quería decir que tenía casa propia y Sophia crecía en total estado de abandono. Pero asistieron todos para el nacimiento, saludaron a Thomas pero ninguna felicitación por ser papá.
- ¿Nada más? Soy papá. - reclama Thomas.
- Tú nunca te acordaste de nosotros – comentó Máximo – Te invitábamos a cada nacimiento y bautizo y tu ausencia siempre estuvo brillante.
- A demás, Sophia es tu primogénita, te dimos las felicitaciones y nos rechazaste. – le hizo recordar Ángela.
- Cuando nació Sophia yo era muy joven. Hice cosas sin pensar. - se justifica.
- Pero nunca maduraste con tu responsabilidad – Máximo ataca – tenías una hermosa mujer, era mejor que esa – Señalando a Sheila – y ¿Qué has hecho?
- Ella me engañó.
- ¿Te engañó? – Ángela ataca – mira bien a Sophia, es la copia de mamá. Es bien tu hija, es más yo dudo que ese niño sea tu hijo.
- Sí es hijo de Thomas. - Sheila estaba demacrada por el parto – es nuestro primer hijo.
- No te vuelvas a expresar así de mi esposa. - Thomas está a la defensiva.
- Sophia se quedará todavía en casa de nuestros padres, ella no será tu sirvienta.
- No será sirvienta, sólo quiero que me ayude mientras estoy delicada, pero la voy a cuidar bien.
- Sí claro, - Máximo continua – mientras ella cuida uno, ustedes harán otro y así hasta que ya no se pueda más.
Por favor, yo no soy esa clase de persona, el doctor me ha dicho de no tener más hijos de aquí a unos años. – Su voz es calmada, quiere paz en su casa.
- ¿Debemos confiar en usted?
- Soy una mujer de palabra.
- Sophia es una niña, ella tiene muchas cosas que aprender, pueden contratar una ayudante.
- Pero yo no gano tanto. – se excusa Thomas.
- ¿A poco la casa te la regalaron? No mientas, Thomas. – Ángela no da tregua tampoco.
- Thomas dice la verdad.
- Usted como esposa es obvio que debe defender a su esposo por más mentiroso que sea. - Máximo se incomoda.
- Basta, ella debe descansar. – Thomas levantó la voz – No sé dan cuenta que acaba de dar a luz, está agotada, fue difícil para ella.
-Todas las mujeres sufrimos, ella no es la única y déjame decirte que Mildred era más fuerte.
- No me vuelvan a hablar de Mildred, ella está muerta por qué se lo buscó.
Los hermanos de Thomas se fueron de la habitación, los abuelos estaban a fuera con los nietos. Todos ellos miraban al bebé. En esos precisos momentos Sophia cargaba su hermanito, Thomas observa la escena y los ojos de Sophia se cruzan con los suyos, ver atentamente a su hija fue como ver a su madre, no tenía sentido negarla, es su hija y punto.
en palabras, que dan por resultado tantas historias. Felicitaciones.