-Esto no puede continuar así María Camila, eres la mayor, no puede ser que esta sea la quinta niñera que renuncia en menos de un año-
-No queremos una extraña en casa papá, yo puedo cuidar a mis hermanos-
-Eso no está en discusión, sabes que tengo que trabajar, habla con tus hermanos de inmediato-
-Desde que se murió mamá has cambiado mucho, sabes te necesitamos en casa, mamá ya no esta y nos duele comprende esto no te duele solo a ti-
-María Camila no te vayas así, hija, escúchame-
Laura no entiendo porque tenias dejarnos solos justo en el momento en que mas te necesitamos.
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Capítulo 6: Queremos a Luciana
Emiliano…
Los días en la oficina se vuelven cada vez más pesados. Los socios exigen resultados, las ventas bajan, las acciones no repuntan y los clientes se alejan.
Estoy agotado, saturado y con la mente a punto de colapsar.
Salí temprano de casa después de haber presentado oficialmente a Luciana como la nueva niñera. Solo espero que mis hijos se comporten, no tengo tiempo para volver a contratar a alguien más.
Mi mañana fue un caos: tres reuniones consecutivas y dos más programadas para la tarde. En medio de todo, una llamada interrumpió mi concentración.
—Señor, sé que no le gusta que lo molesten —dijo Elena al otro lado de la línea—, pero Luciana está herida… por una broma de sus hijos.
Sentí un nudo en el estómago.
—Gracias por avisarme, Elena. Salgo de inmediato —respondí, intentando controlar la rabia.
Al llegar a casa, encontré a Luciana en la habitación de Elena, jugando con Sol. Mi hija sonreía. Después de tanto tiempo, la veía sonreír.
El médico me aseguró que no era nada grave, pero aun así mis hijos merecían un castigo. Esta situación no podía repetirse.
María Camila se mostró desafiante. Aún no entiende que nadie viene a reemplazar a su madre, solo a cuidar de ellos.
Los gemelos, por su parte, guardaron silencio… demasiado silencio.
Suspiré. Necesitaba ayuda. Y más que una niñera, mis hijos necesitaban cariño.
Al día siguiente…
Luciana…
Cuando llegué a casa le conté todo a mi hermana. Me escuchó con atención y, como siempre, intentó animarme.
—Ya verás, Luci, esos niños te van a adorar —me dijo sonriendo—. Eres buena, y ellos lo van a notar.
Y tenía razón. Hoy sería un día distinto, lo presentía.
Llegué a la mansión muy temprano. Subí a despertar a la pequeña Sol, que tenía terapia ese día.
Antes, debía alistar a los gemelos para la escuela.
—Jerónimo, Joaquín, hora de levantarse —dije con voz dulce.
—Hoy no queremos ir —respondieron en coro, escondiéndose bajo las mantas.
—Vamos, el día está precioso y tengo wafles con fresas para el desayuno —añadí con una sonrisa.
—¿Wafles con fresas? —preguntó Joaquín, curioso.
—Sí, y solo los preparo si se levantan ya mismo.
En segundos ya estaban de pie. Preparé el desayuno mientras les contaba un poco de mi vida, y los gemelos me escuchaban con atención.
Era la primera vez que sentía que me aceptaban.
Más tarde, llevé a Sol a su terapia. La psicóloga me explicó que, desde la muerte de su madre, la niña no hablaba.
—Fue ella quien presenció el accidente —me dijo con tristeza—. Pero hoy la vi sonreír… y eso es un gran avance. No la deje sola, Luciana. Háblele, cuéntele historias, llévela al parque. Ella necesita sentirse segura.
Sus palabras me llegaron al alma.
Prometí hacerlo.
Al regresar, ayudé a Elena a preparar el almuerzo. Me habló de la señora Laura, de la familia del señor Emiliano y de un hermano que aún no conocía.
Mientras charlábamos, los gemelos regresaron con una nota de advertencia de la escuela.
—Lo sentimos, Luciana… papá nos va a matar —dijo Joaquín, nervioso.
—No digan eso. Cuéntenme qué pasó —pedí con calma.
—Un niño se burla de nosotros desde que mamá murió —explicó Jerónimo—. Hoy lo empujé, no aguanté más.
—Y la maestra solo vio eso —añadió Joaquín, bajando la mirada.
Los abracé.
—No se preocupen. Yo hablaré con su maestra y también con su padre. Pero ahora, vayan a cambiarse, que el almuerzo ya está listo.
Sus caritas se iluminaron. Y en ese abrazo supe que empezaban a confiar en mí.
Emiliano Jr…
Cuando llegué a casa vi a mis hermanos abrazar a Luciana.
No parecía una niñera cualquiera… y aunque aún me costaba admitirlo, ella hacía bien su trabajo.
Lograba algo que nosotros habíamos olvidado: sonreír.
—Hermano, queremos hablar contigo —dijeron los gemelos entrando a mi habitación.
—¿Qué ocurre?
—Queremos a Luciana —respondió Joaquín—. No queremos que se vaya, pero María C nos da miedo.
Sonreí.
—No se preocupen, hablaré con ella. Es cuestión de tiempo para que la acepte —les dije, y ellos se fueron tranquilos.
Bajé a la sala. Encontré a Camila y a Sol mirando fotos de mamá.
—También la extraño —dije, acercándome.
—Ha sido un año muy difícil sin ella —respondió Camila con lágrimas en los ojos.
—Lo sé. Pero debemos seguir, por ellos —señalé a los gemelos—. Somos su ejemplo.
Nos abrazamos. Por un momento volvimos a ser los mismos de antes.
Entonces escuchamos la voz de Luciana.
—Yo también los entiendo —dijo con ternura—. Tenía dieciséis años cuando mi mamá murió. Me quedé sola con mi hermana, que apenas era un bebé.
Su voz se quebró.
—No sabemos nada de mi papá. Mamá decía que nos abandonó, pero yo recuerdo cuánto nos amaba. Un día simplemente no volvió… y aún lo busco.
—¿Y tu hermana? —preguntó Jerónimo.
—Está en mi casa, pero pronto vivirá conmigo aquí —respondió con una sonrisa.
La tristeza se disolvió un poco.
Luciana nos invitó a cenar, bromeó con los niños y consiguió que todos, incluso Camila, sonrieran.
Esa noche supe que ella no solo había llegado para cuidar a mis hermanos…
sino también para unirnos otra vez como familia.
Continuamos en maratón...
***Estos niños necesitan mucho amor... ***
Estare atenta a sus comentarios.
Quién será ese hombre misterioso ??? 🤔