Mi Apuesto Caballero

El fin de semana pasa rápidamente y hoy ya es lunes. Cómo vendí el Chevy en la subasta de ayer domingo, llego al trabajo en mi patineta. Mi abuelo me tiene un chófer y una limusina para ir dónde yo quiera. Pero me encanta sentirme libre, que el viento de en mi cara.

Cuando llego al edificio, Fred se está bajando de su limusina. Me mira, pero sigue adelante sin molestarse en saludar. Entra al edificio de manera elegante, seguido de sus hombres de seguridad como si nada.

«¿Pero qué esperabas, Brisa? ¿Qué te saludara de beso como en Silverstone?»

—Hola, mónita. ¿Y su Chevy? —Me pregunta don Manuel.

—Hola, Manolito. El Chevy ya no es mío. Ayer fue vendido en la subasta. Por el momento andaré en mi patineta —le explico mientras le muestro mi nuevo medio de transporte.

Entro al edificio rápidamente tratando de alcanzar a Frederick. Pero antes de poder ingresar al ascensor, este cierra sus puertas. Y Fred ni se molesta en apretar el botón de apertura y me da la espalda.

Veo a Brisa llegar en una patineta y pienso: ¿cómo una rica heredera como ella anda en esas fachas? Se niega a andar en la limusina de su abuelo o a tener un auto propio.

Sus guardaespaldas andan en una camioneta cerca de ella. No sé cómo será cuando asuma la presidencia de StormMotors, su estilo es muy particular.

No veo la hora de que se cumplan los tres meses y se vaya de la empresa. Por el momento no la quiero tener cerca.

Gracias a Dios, esta semana no va a estar en la empresa, pues la enviaré a hacer labor de campo con Tanaka a la fábrica de Londres.

—Hola, Fred, buenos días. No me esperaste en el ascensor —Pone cara de perrito regañado al entrar a mi oficina, donde yo ya estoy muy cómodamente sentado en mi silla ejecutiva.

—Hola, señorita Storm. Perdón, no la vi —Claro que la vi, pero no quería estar con ella en un espacio tan cerrado —De una vez le informo que hoy va a ir a la planta de producción de West Midlands con Tanaka. Él le va a explicar el motivo de las visitas que hacemos personalmente cada 15 días. Esto es importante para que lo aplique en su propia planta de producción cuando asuma la presidencia de su empresa.

—¿Usted también va? —Pregunta mientras se sienta en una de las silla de la oficina, seguramente cansada de esperar que le dijera que se sentara.

—No, únicamente vas a ir con Tanaka. Hoy y mañana van a hacer esa visita en la planta principal. Y jueves y viernes está programada la visita de control a la planta de Halewood en Liverpool —le explico mientras le paso las listas de chequeo.

—¿Entonces, tendré que viajar el jueves? —Qué pregunta más tonta, ¿acaso no es pues muy inteligente?

—Sí, Brisa. El jueves a primera hora viajan. Ya Tanaka le dirá a qué horas se ven en el hangar. Por favor, ¿le dice a Tanaka que venga? —Hablo ofuscado, ya quiero que salga de mi oficina.

Asiente con la cabeza, y sale por fin a hacer lo que le pedí.

Esta semana no voy a estar con Frederick. Ya que debo ir con Tanaka a hacer visita de campo a las plantas de producción de Freecars Taylor’s.

Pero está bien, todo sea para aprender del manejo de las empresas, pero me parece que lo que está haciendo Fred es para evitar estar cerca de mí.

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Tanaka y yo estamos todo el día en la planta de producción. Vemos los procesos que se requieren para la fabricación de los autos de alta gama y llevamos meticulosamente la lista de chequeo.

Tanaka ha sido un buen maestro, ha tenido mucha paciencia para explicar cada paso a paso.

—Brisa, hoy debo salir temprano a la empresa. ¿Te llevo a tu casa? —Me avisa cuando entramos a la cafetería por nuestro almuerzo.

—No, Danny, gracias. Me quedaré en la empresa, pues ahí dejé mi patineta. Y mi chófer quedó de recogerme allí —le agradecí.

—Listo, preciosa. Entonces te dejaré en la empresa —me dice con una sonrisa.

Unas horas después salimos juntos de la planta de producción hacia el edificio principal de Freecars Taylorʼs.

Cuando llegamos Tanaka me pide que lo acompañe por los documentos que necesita, y vamos directo a la oficina de Fred.

Abro la puerta de su oficina sin tocar. Y, oh sorpresa, Fred nuevamente con su oficina de motel. Pero esta vez no está con su prometida, está con Martina, la secretaria de Tanaka.

Están semidesnudos, Martina sentada en el escritorio y Fred en medio de sus piernas a punto de follarla.

—¡Martina! ¿Para eso te pago? —pego un brinco ante el grito de Tanaka detrás de mi al ver la escena.

—Déjala, Tanaka, yo fui el que la hizo atenderme. No la vayas contra ella —dice tranquilamente, mientras se tapa con ella y sube su pantalón.

—¡No cambias Taylor! ¿Acaso esto es un motel? —Tanaka le discute, y yo solo escucho sin emitir palabra.

—¡Pues te aguantas! Porque quieras o no, yo soy el dueño del letrero. Y ya váyanse, necesito que Martina termine lo que empezó. Y usted, señorita Storm, cierre la boca que con ella cerrada ve igual —arremete también contra mí.

Cuando Fred termina de vociferar en nuestra contra, Tanaka y yo salimos raudos de la oficina. No dijimos palabra alguna, él se fue a la oficina suya con un genio de los mil demonios y yo bajé a la entrada principal a esperar a mi chófer.

Lo que me faltaba. Que estos dos me hayan visto con Martina. Y Brisa, ya van dos veces que me pilla casi en el acto. Pero de malas, que piense de mí lo que quiera, no me importa.

—¡Quieta, Martina! Ya no quiero nada. ¡Lárgate tú también! —La hago bajar del escritorio, se pone sus bragas y alisa la falda que tenía enrollada en la cintura.

—¿Qué te pasa, jefe, estás así porque Brisa te vio? ¿Acaso ella te gusta? —La tomo del brazo y la saco de la oficina.

—¡Ya lárgate! ¿Quién le dio autorización para preguntar bobadas? ¡A mí que me va a gustar esa mocosa! Vete, que cuando necesite sus servicios, la llamo. Ya sabes, que es solamente sexo. Más tarde le hago la transferencia, así no hayamos hecho nada. —Estoy lleno de rabia, y así no soy capaz de hacer nada.

—Okay, jefesito, cuando quieras a la orden —sale la golfa de la oficina, contoneando sus caderas.