Tras el entierro de su hermano mayor, Kate busca cumplir su sueño de ser doctora en una sociedad que la desafía por ser mujer. En su camino se cruza con Keith, quien busca respuestas sobre el hermano de Kate. A medida que crece la atracción entre ellos, deberán enfrentar los obstáculos de un pasado que los une de manera inesperada desafiando su futuro juntos.
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MIS DÍAS DE APRENDIZ (parte 3)
En el interior de un pequeño templo dedicado a la Santa Serenelle, guardiana y protectora de nuestro Reino, el lugar estaba iluminado por la luz tenue de las velas y el suave resplandor de las lámparas de aceite.
—¿Cómo pasa el tiempo tan rápido? —dijo Betty entre lágrimas sosteniendo unas flores.
Nos acercamos al altar de la Santa donde una estatua tallada en madera la representa con serenidad. Colocamos las flores, dulces y encendimos las velas con cuidado, creando un pequeño altar improvisado en memoria de mi hermano.
Betty cerró los ojos y dijo lo siguiente en voz alta:
—Santa Serenelle, te pedimos que recibas nuestras oraciones y ofrendas. Que brille tu luz sobre el alma de mi querido niño y lo guíes en su viaje hacia la paz eterna.
Luego de una pausa, Rosse continuó al notar que Betty comenzaba a llorar.
—Te pedimos fuerza y consuelo para seguir adelante. Que su recuerdo nunca sea olvidado y permanezca en nuestros corazones.
—Hermano, —habló con la voz entrecortada— continúa cuidándonos desde allá arriba, te extraño… y me haces falta…, pero recuerdo tus palabras y eso me reconforta para seguir adelante.
El ambiente del templo se llena de una quietud solemne mientras continuamos con nuestras oraciones en silencio, envueltos en la atmósfera de devoción y esperanza.
«Dos semanas, solo falta unos días hermano para que rinda el examen. Estoy un poco nerviosa, pero sé que es normal. Averigüe que para ingresar a la Escuela de Medicina primero se debe pasar por una prueba en el Centro de Estudios Médicos, luego allí se estudiará durante cinco meses dando 50 exámenes. La gente dice que son muy difíciles y de cientos de estudiantes solo aprueban como máximo unos treinta. Estoy segura que puedo hacerlo hermano, haré que estés orgulloso de mí. Deséame suerte» Pensé observando la estatua de la Santa Serenelle.
Al salir del templo, el sol brilla intensamente y el aire está lleno de aromas tentadores. Betty y Rosse están animadas y charlan mientras seleccionan los ingredientes para preparar el almuerzo.
—Este mercado siempre tiene los productos más frescos. Vamos a comprar lo mejor para nuestro almuerzo.
Rosse escogiendo algunas verduras, asintió.
—Mira las frutas de allá, seguramente acaba de llegar de una de las otras naciones.
De repente, ambas se encuentran con la señora Micaela y en eso, ella pregunta por mí. Betty frunce el ceño al darse cuenta de que dejé de seguirlas
—¿Dónde está Kate ¿No estaba con nosotras? —pregunta Betty a Rosse.
Los vendedores ofrecían sus productos muy animados a todos sus clientes.
—¡Fresas frescas! ¡Las mejores de la temporada!
—¡Pimientos rojos y verdes recién cosechados!
—¡Lleve estas ricas manzanas! ¡Rojas, verdes, tenemos de todo precio!
—Este… —responde Rosse—. Kate volverá para el almuerzo seguramente…
—Seguro quiere estar a solas, no es fácil sobrellevar la muerte de un ser querido. —agrega la señora Micaela—. Preparémosle un rico almuerzo cuando regrese. Sabía que pasarían por el mercado asi que me adelante comprando unos ingredientes.
Betty agradece el gesto de la señora Micaela. De hecho, debo mencionar que desde que Rosse comenzó a trabajar para ella hace tres meses, ha estado visitándonos muy seguido y hasta se ha hecho amiga de mi maestro.
La señora Micaela es una mujer de 48 años, irradia una belleza natural y una fortaleza interior que se refleja en cada línea de su rostro. Sus ojos son de un color café profundo al igual que su cabello que ahora está salpicado de canas plateadas. A pesar de las arrugas que adornan su frente y sus ojos, su sonrisa es cálida y acogedora, mostrando la fuerza de su espíritu y su capacidad para encontrar la belleza en medio de la adversidad. Viste siempre con sencillez y elegancia, con prendas que ella misma ha confeccionado con su habilidad. Una noche mientras acampamos haciendo una fogata nos contó su pasado.
Su esposo había fallecido por una enfermedad a lo que cuido a sus tres hijos ella sola. Años después, sus hijos se casaron con buenas familias y a ella, la dejaron de lado prohibiéndole visitarlos o conocer a sus nietos. Nos dijo que, si a uno no lo quieren, jamás se ruega. Dolerá en su momento, pero no hay mal que duré toda la vida e invertir tiempo en ello no lo vale. Con sus ahorros y su habilidad para transformar telas en hermosas prendas, vino a la capital donde abrió un pequeño negocio con las ganas de cumplir su sueño de joven. Aunque su talento aún no ha sido reconocido continúa cosiendo con dedicación y esperanza, sabiendo que su arte es su legado para las generaciones futuras. Rosse aprende mucho de ella en tan poco tiempo y estoy segura que Rosse le ha tomado cariño, aunque se niegue admitirlo por lo terca que le cuesta a veces demostrar sus emociones.