Gabriel Patel y Xavier Hudson son como hermanos desde siempre y cuando ambos hicieron una familia quisieron que sus hijos siguieran la misma línea.
Pero quizás esa no era una muy buena idea.
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Seis
Hotel Índigo, buenas tardes. - escuchó Leicy del otro lado del teléfono.
- Buenas tardes señorita, en estos días estuve hospedada en una de sus habitaciones y dejé olvidado algo allí.- dijo de golpe sin ningún preámbulo y la persona que la atendió no la dejó seguir hablando.
- Espere un momento, la comunico con administración, allí la atenderá la persona encargada, no cuelgue.
Leicy comenzó a escuchar una melodía sin haber dado ninguna contestación.
- Buenas tardes ¿En qué puedo ayudarle?- no tardaron mucho en atenderla nuevamente y ahora escuchó la voz de un hombre.
- Buenas tardes- volvió a repetir- Yo olvidé algo en una de sus habitaciones y quisiera saber si lo puedo recuperar.
- Si fue encontrado por una de nuestras camareras de piso al limpiar puede estar segura de que está aquí, espere un momento que abra el ordenador- Leicy escuchó movimiento de teclas- Dígame el día y si sabe el número de la habitación.
- Deben haberlo encontrado ayer pues estuve allí el sábado en la noche y no sé el número de la habitación, pero puedo llevar alguna fotografía para que verifique que el objeto del que le hablo es mío.
- Si lo tiene nunca está de más, ahora dígame cual es el objeto.
- Es una tobillera de oro con tres pequeñas figuras tomadas de las manos.- Leicy recibió silencio del otro lado- Señor, ¿sigue ahí?
- Sí, sí, espere un momento.- le contestó- Sí señorita, aquí está.
Ella respiró y la alegría la inundó.
- Dígame cuando puedo ir a buscarla.- le pidió ilusionada.
- Si lo desea esta misma tarde.- le contestó el hombre.
- Sí, a las cuatro y treinta estaré allí, hasta luego y gracias, muchas gracias de verdad. - se despidió desbordando alegría.
Por su parte el encargado del hotel tomó su teléfono particular y marcó un número que ya tenía agendado.
- Señor- dijo y esperó la contestación del otro lado- La señorita dueña de la tobillera llamó para reclamarla como usted imaginó.- volvió a escuchar- Sí, vendrá esta tarde a las cuatro y treinta a buscarla.- del otro lado volvieron a hablar- No sabe lo agradecido que estoy, claro que lo espero, hasta dentro de un rato.
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Cuatro y treinta de la tarde y Leicy entraba por la ancha puerta giratoria que tenía el hotel.
- Buenas tardes. - le dijo a la chica que estaba detrás de un extenso mostrador de madera negra fileteado en dorado y recibió la misma contestación de parte de ella con una gran sonrisa- Necesito ir al departamento de objetos perdidos.
- Como no- le dijo- Vaya con el joven que está allí- le señaló a un apuesto chico con uniforme parado junto al ascensor- Él le dirá el piso al que debe dirigirse y la puerta en que la atenderán.
- Muchas gracias. - le contestó y a cambio recibió otra sonrisa y se dirigió a hablar con el joven.
- Segundo piso puerta dieciocho- le indicó el chico y ella obedeció.
- Adelante- escuchó desde adentro al ella tocar en la puerta y abrió.
La oficina no era ni grande ni pequeña, tenía pocos muebles y en la silla giratoria del escritorio había alguien sentado de espaldas, pero que al girarse para mostrar su rostro la hizo temblar de arriba a abajo.
- Hola Leicy- le dijo Xavier girando la silla para quedar de frente a ella y la chica sintió que todo su mundo caía.
- Señor Hudson- balbuceó como pudo y a él le encantó escucharla así de nerviosa.
- El sábado en la noche no era señor Hudson. - se burló un poco de ella, en realidad recordaba muy poco de aquella noche- Fui muchas cosas pero señor Hudson no era una de ellas.
- ¿Tiene mi tobillera? La necesito.- lo cortó tratando de salir de la situación.
- La tengo, pero yo también necesito algo, ven conmigo otra vez a una habitación, pasa conmigo otra noche.
El hombre quería tener un recuerdo claro de lo que había sido estar con aquella chica, lo poco que recordaba era una delicia, sabía que se había sentido como nunca, pero con flashes de su noche no le bastaba, él quería más de ella, quería todo, como lo había querido desde que la vio en la empresa.
En cambio a ella su petición no le sentó nada bien, le parecía que todo lo que le había dicho la noche del sábado antes de la borrachera, lo de empezar de nuevo y que él no era el sinvergüenza que pensaba era una gran mentira.
- ¿Me está diciendo que si no me acuesto con usted otra vez no va a devolverme mi tobillera?- ella había cambiado de color.
- No he dicho eso Leicy, yo te estoy pidiendo una noche de regalo y si después lo deseas, será la última.
- Usted es un bastardo de primera, agradezco haber estado borracha porque únicamente así podría haber hecho algo como irme a la cama con un tipo como usted, deme mi tobillera o todo el mundo se va a enterar de que el gran Xavier Hudson se acostó con una simple mortal y que además le ruega por más.
Para ese entonces ya Xavier estaba prácticamente encima de ella sin que la chica se diera cuenta, al hombre siempre le había sentado mal que lo ofedieran y sabía que estaba haciendo una barrabasada y se merecía lo que ella le dijera, pero tenerla una vez más, estar una vez más entre sus piernas se estaba convirtiendo en una obsesión que no lo dejaba ni comer desde el día anterior cuando despertó solo en una habitación de este hotel.
- No era así como quería las cosas.- le dijo al oído aprisionándola entre la pared y la erección que le había provocado verla tan roja del enfado- Pero ya que lo dices, sí, estoy pidiendo más y voy a conseguirlo de la forma que sea, así que ya sabes lo que tienes que hacer si deseas recuperar tu tobillera.
La respiración de Leicy se agitó al tener al hombre tan cerca de ella y los recuerdos que faltaban de la noche del sábado inundaron su mente, unos recuerdos en los que ella tenía adentro al travieso amigo que el heredero Hudson le sobaba en estos momentos en su abdomen y que la habían hecho pasar la mejor noche de su vida.
- ¿Eso fue un gemido pequeño demonio rojo?- le volvió a hablar y con eso la trajo de nuevo a la realidad.
- Sepárese de mi por favor.- le pidió al hombre.
- No te preocupes, aquí no voy a hacerte nada.- volvió a hablar en su oído y ella sintió como si estuviera derritiéndose- Ya sabes lo que tiene que pasar para que tengas de regreso tu joya, y sobre lo de contar que estuve contigo, te reto a que lo hagas, a ti menos que a nadie le va a gustar el resultado.
- Sabe lo que le digo- sacó fuerzas de donde no tenía para hablarle- Puede agarrar su pe.. y ponerle la tobillera de adorno, eso es lo que va a obtener de mi.
- Eso lo veremos pequeño demonio, lo veremos.- volvió a hablar a su oído y dejó un pequeño mordisco en el lóbulo de la oreja antes de abrir la puerta y marcharse.
me quedo sin palabras
excelente la novela
un ejemplo para las mujeres
saber que pueden reconstruirse siempre. solo es querer hacerlo y tener amor propio
cada quien en su lugar
felicitaciones a la autora