Leya es obligada por su madrastra a casarse con el hijo de los Foster, Edgar.
El joven de 33 años se esconde del mundo después del engaño de su futura esposa.
Sin embargo Leya descubre la verdadera identidad de Edgar...
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5: Su piel y ciertas heridas
Edgar empujó suavemente a Leya. Luego se dirigió al armario.
—¿Qué hiciste de cenar?
— Una rica ensalada.
— ¿Solo sabes cocinar eso?
— No, se muchas cosas más pero no quería hacerlo muy pesado...
Edgar se desató la bata y la tiró al suelo.
Leya enseguida abrió los ojos y se tapó.
— Oh dios mío estás desnudo.
Edgar volteó y miró a Leya que se tapaba.
—Pues si, eso pasa cuando te das una ducha. ¿Qué clase de esposa me consiguieron mis padres?¿Acaso eres lesbiana?— eligió un pantalón deportivo para ponerse—.
—No soy lesbiana...solo... —suspiró— solo... no he visto a un hombre desnudo...
—Veo porque, siempre te tapas para hacer el coito o...
—No es eso... jamás he tenido novio... mi madrastra no me dejaba salir de casa y si un chico se acercaba a mi, mis hermanastras se encargaban de alejarlo con comentarios malignos...
Edgar quedó en silencio por un momento. Sé dejó guiar por sus pensamientos de todas las novias que tuvo, y que aún seguía enamorado de Miranda.
—Asi que eres virgen...— dijo poniéndose una camiseta —
—¿Y eso importa?
Edgar giró y se acercó a ella. Le sacó la mano de los ojos. Leya observó esos ojos celestes.
— Sí. Es un problema. ¿Cómo me ayudarás a salir de la depresión sin sexo?
— No dijeron nada de qué eso también se tenía que hacer...
—Se supone qué eres mi esposa — puso su dedo en la frente de ella — ¿Que creías que iba a ser? ¿cocinar ensaladas y abrir ventanas?
Leya tragó saliva, el se retiró ya listo para bajar.
— Ni piense que voy a acostarme con él — dijo susurrando —.
Cuando llegó abajo Edgar ya estaba comiendo.
— ¿No esperas a tu esposa?—dijo Leya bromeando —.
—No espero a nadie que piense que no existe el sexo en el matrimonio.
Leya apretó los dientes.
— Basta con eso.
—¿Porqué?¿Cambiaste de opinión?
El la miró mientras se llevaba el tenedor a la boca.
— Veo qué estás de buen humor... -dijo Leya-.
— Conocer a gente miserable me está empezando a agradar. Digo, al menos yo soy rico.
Laya le hizo muecas.
—No hagas eso. -dijo Edgar -.
—¿El que? ¿Esto?- volvió a hacer la misma mueca.
Edgar se levantó bruscamente y le agarró del brazo , asustando a Leya por verlo como se inclinaba hacia ella, de forma seria.
—No lo hagas.
—B-bien, n-no lo haré.
El la soltó y siguió comiendo.
Leya lo observó aún nerviosa. Luego susurró tragando saliva.
— Espero que no seas un esposo abusador...
—No. No le pego a las mujeres -dijo estirándose hacia atrás - Miranda se burlaba de mí haciendo lo mismo, no quiero que me la recuerdes, eso es todo.
Leya respiró hondo.
— ¿Cuando duraste con Miranda?
— 10 años.
Leya se sorprendió.
—Y... qué pasó...?
—No te preocupes al hacerte la desentendida, de seguro mi madre te dijo todo...
—Solo quería saber tu lado de la historia.
— Ella me estaba engañando con mi primo. El era mi socio. Los ví juntos. El me sacó todo lo que tenía en mi empresa y me dejó en bancarrota, tuve que cerrar.
— Recuerdo que tú padre contó algo de otra empresa...
— La empresa de la familia. Quería tener mi propia empresa y fallé al confiar en el...
—Edgar, eso no fue tu culpa.
Edgar mordió su labio y se levantó. Juntó los platos y se puso a fregar.
—Como sea.
Leya se levantó también.
— Deja yo lo hago.
—No, puedo encargarme yo.
Leya sonrió.
— Podríamos salir y dar un paseo.. ¿Qué te parece?
El río sarcástico.
— ¿Quieres todo en un solo día? Qué hayamos hablado no significa nada. Vé tú sola.
Ella lo miró molesta.
—Muy bien, me iré sola.
Leya se dirigió hacia su habitación hacia buscar su cartera.
Contenta volvió a la cocina.
—¿Qué es esa cosa? —dijo Edgar —.
Leya alzó su bolso.
— Mi bolso.¿Te gusta?
— ¿Acaso lo hiciste tú?
—Si, ya que no tenía uno, y no querían comprarme me tuve qué hacer uno con pantalones rotos.
—¿y los pantalones?
— Los hice shorts —sonrió— Me voy ahora, ¿necesitas algo?
— No. Las llaves están encima de la mesa de al lado de la puerta.
— Pero si estás tú en casa...
Edgar se secó las manos y se acercó a ella.
...— Si fuera por mí, no te dejaría entrar....
Se alejó subiendo las escaleras otra vez a su habitación.
La trama es interesante, entretenida y está muy bien contada.
Sería buenísimo que en una segunda parte la Autora satisfaga las preguntas de sus lectoras.
De mi parte, felicitaciones y muchas muchas gracias por este regalo.