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AFABLE

AFABLE

Status: Terminada
Genre:Romance / Completas / Mafia / Traiciones y engaños / Romance entre patrón y sirvienta / Diferencia de edad / Jefe en problemas / Secuestro y encarcelamiento / Enfermizo
Popularitas:26k
Nilai: 5
nombre de autor: Irwin Saudade

Janet tiene un futuro prometedor, pero su padre la fastidia a que ya debe casarse. Como ella se niega rotundamente, la obliga a aceptar un trabajo en la ciudad. Así es como termina cuidando de un hombre ciego llamado Nicolás. Este hombre es hijo de un mafioso.

Será que, el haber ido en contra de los deseos de su familia, ¿Podría significar el inicio de su felicidad?

NovelToon tiene autorización de Irwin Saudade para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

NO QUERÍA VENIR

—¿Necesitas algo? —Iker llamó mi atención.

El hombre a cargo era de estatura promedio. Un poco robusto y con un acento norteño.

—No sé, yo... no se me ocurre que podría necesitar. Acabo de llegar.

Me examino con la mirada y pareció pensar en mi persona.

—¿Que talla eres?

—¿Talla?

—De ropa. Comenzaremos con eso. El amo me pidió que te atendiera bien.

¿Atenderme bien? ¡Ni que fuera alguien importante! ¿O sí?

—Talla chica.

—¿Número de zapatos?

—Del cuatro.

—Perfecto. Iré al centro comercial.

—¿Te irás justo ahora?

—Sí.

—Pero…

—¡Tranquila! Uno de los guardias se quedará haciendo vigilancia, tú solo cuida de Nicolás. Él aún no desayuna, quizá y no quiera bajar al comedor, súbele su comida.

¿Cuidar de Nicolás? ¿De qué rayos lo habían operado? El tipo parecía no necesitar de nadie y su actitud era un asco. ¡Ese fue el primer estereotipo que tuve de él!

—De acuerdo. Veré qué puedo hacer con el tal Nicolás.

Note un gesto curioso en el rostro de Iker. Asintió al final de sonreír.

—Y tu habitación está en la planta de arriba. Es el cuarto que está junto al de Nicolás.

—Genial. Gracias por decirme.

—Regreso pronto. Si necesitas algo, puedes llamarme.

—A, pero no tengo tu número y tampoco tengo celular.

Se sorprendió.

—¿Neta que no tienes celular?

—Sí. No tengo celular.

Pareció un poco incrédulo.

—Bueno, te conseguiré uno. No tenemos teléfono fijo en la casa. ¡Pero eso es lo de menos!

—¿Tú crees que no hay problema con que me compres un celular?

—Claro que no hay problema. De mientras, siéntete bienvenida en esta casa.

Iker se fue a los pocos segundos de haber hablado conmigo. Escuché como se abría el portón, como salía la camioneta y como se cerraba. ¡Me quede a solas en la sala! Me sentí muy extraña.

Dentro de la casa había un silencio profundo. Deje mi mochila en uno de los sillones, fui a la cocina, me lave las manos y tenía en mente subir a darle de desayunar a Nicolás. ¡Yo no tenía otra opción!

Huevos revueltos con chorizo, tortillas calientes, un termo con café y un pan. ¡Se veía delicioso! Ojalá yo pudiera desayunar algo así todos los días.

Tomé la charola y comencé a subir las escaleras. ¿Cómo era posible que ya estuviera de sirvienta, si en la mañana aún andaba de campesina cortando elotes? ¡Changos! La vida era muy apresurada conmigo.

Comencé a sentirme nerviosa, casi que podía escuchar los latidos de mi corazón en altavoz. ¡Rayos! Me detuve antes de entrar, respire hondo, conté hasta tres y me anime a seguir adelante. ¡Lo descubrí en mi interior! No tenía motivo para sentirme nerviosa, después de todo, el tal Nicolás era quien necesitaba ayuda. ¡Debía ser decidida!

Entre a su habitación.

—¡Es la hora del desayuno! —Intenté que el tono de mi voz sonara animoso.

Nicolás seguía recargado a la ventana, parecía que disfrutaba mucho de tomar el aire. Volví a ver su espalda y su silencio me causó molestia. ¿No iba a hablarme? ¡Mono engreído!

—¿Quién eres? —Preguntó después de varios segundos.

—Mi nombre es Janet. ¡Mucho gusto!

—¿Janet?

—Así es. Estoy aquí para cuidarte. Eso me dijeron tus padres.

Me pareció escuchar que reía ligeramente. ¿Por qué?

Él seguía dándome la espalda. Noté que, en la parte de su nuca, había un nudo de tela en color café. Mis brazos sostenían la charola con la comida.

—Eres la nueva sirvienta.

—No. Soy tu cuidadora.

—¿Como podrías cuidarme?

—Por lo pronto, te traje el desayuno. ¿Tienes hambre? Iker me dijo que aún no…

—¿Por qué no me hablas de usted?

Su pregunta me saco un poco de onda. ¿Hablarle de usted? ¡Ni que estuviera viejo!

—Por qué no eres un viejito. ¡Ya sabes! —Se me ocurrió responderle—. O bueno, lo único de viejito que podrías tener es el carácter todo amargado.

—¿Amargado?

—Esa es la impresión que me das.

—Yo no soy amargado. ¡Soy el alma de la fiesta!

—También siento que eres un poco engreído.

Se quedo en silencio por algunos segundos. ¿Le había molestado mi sinceridad?

—Cierra los ojos y ya no digas nada —ordenó.

¿Cerrar los ojos? ¿Quedarme callada? ¡Seguro que si se había molestado! ¿Por qué me pedía hacer algo así? No tenía ningún sentido que yo cerrara los ojos.

—Pero...

—Cállate y cierra los ojos —fue más autoritario que antes.

—No. ¡Yo no voy a hacer eso!

—Intenta caminar hasta la ventana con los ojos cerrados. En eso podrías cuidarme justo ahora.

¿Cuidarle cerrando mis ojos? ¡Estaba loco! No tenía sentido su petición. ¡Que absurdo!

—¿Estas bien? —Pregunté sin pena.

—No muy bien. Me vas a hacer caso o, ¿no?

Supuse que igual, yo no perdía nada con hacerle caso.

—Está bien. Lo intentaré.

Puse la charola sobre la cama, suspiré ligeramente y entonces cerré mis ojos. Todo se volvió oscuro, giré un poco en dirección a la ventana y el fondo visual se transformó en rojizo. Empecé a avanzar, con las manos hacia enfrente y un poco de lentitud.

—¿Ya llegaste a la ventana? —Parecía ansioso.

—Estoy en eso. A lo mejor y ya casi llego.

Di unos cuantos pasos más.

—¿De verdad cerraste los ojos?

Sentí que chocaba con algo, usé mis manos para palpar el área y sentí el borde la ventana, mi brazo derecho rozó su brazo izquierdo.

—Sí. Los tengo cerrados.

—¿Me estas mintiendo?

—No. ¿Por qué mentiría?

El viento nos golpeó en la cara, era agradable.

—Toma mi mano y llévala hasta tu rostro.

Su petición me saco un poco de onda.

—¿Tomar tu mano?

—No tengas miedo, yo también me estoy acostumbrando a esto.

¿Acostumbrarse a qué?

Me causo curiosidad lo que decía, busque su mano, recordé que él tenía los brazos caídos y cuando toque su piel, sentí mucha calidez. Elevé su mano hasta mi rostro, el calor de su tacto me hizo sentir extraña.

Sentí como me palpaba.

Lentamente, recorrió desde mi mejilla, la nariz, mis párpados cerrados y mi boca.

—Tus pestañas están largas. Tienes una piel suave y tu nariz parece estar bien perfilada. ¡Tus labios están húmedos y suaves!

Apartó su mano de mí, yo aún no entendía porque me acababa de tocar el rostro o porque me estaba pidiendo hacer esto en vez de darle de desayunar.

—¿Tú...?

—¿No te parece agradable esto? Tomar el fresco, sentirte en paz y sin miedo.

¿Sentirme sin miedo? Nicolás me causaba un poco de nervios y yo no entendía por qué. ¡Literal que mi corazón latía intensamente!

—Está fresco el día, eso no lo puedo negar. Pero tú...

—Llevo haciendo esto desde hace una semana.

—¿Cerrar los ojos a propósito? —Estaba siendo muy directa con mis palabras.

—Al principio me sacaba de quicio, pero ahora me estoy acostumbrando a momentos como este.

—¿Una semana sin ver?

—Así es. Me operaron. ¿No lo sabías? —El tono de su voz me sorprendió.

—Bueno. Yo...

—¿Mis padres no te dijeron?

—Si, pero no me dijeron en qué consistía tu recuperación.

—¡Que rayos! Bueno, supongo que yo tendré que contarte. ¡No puedo ver! En realidad, fue una preparación para mi cirugía de pupilas.

Me sorprendió lo que dijo. Pero hasta ese momento, entendí en parte porque necesitaría de mis cuidados.

—No pensé que no pudieras ver.

Hubo sonidos de viento producidos por el movimiento de las hojas del árbol frente a nosotros.

—¿Sigues con los ojos cerrados? —Preguntó.

—Sí. Aún los tengo cerrados.

—¡Genial! ¿Podrías alimentarme así?

—¡Estas loco!

—Solo un poco.

Me reí ligeramente.

—Qué bueno que me dices eso, lo tendré presente.

Escuche que reía. ¿Seguía siendo engreído conmigo?

—Bueno, pero si me vas a alimentar. ¿No?

—¿Por qué no te alimentas tu solo?

—Si pudiera, lo haría. Pero no puedo.

—¿No puedes?

Se me olvidó que estaba hablando con un hombre invidente.

—Abre los ojos. Tengo hambre —pronunció sin miedo.

Obedecí.

Abrí los ojos. Al principio todo era turbio, no había nitidez en mi visión, poco a poco se fue aclarando y cuando todo era normal, dirigí mi vista a él. ¡Entonces lo confirme por el paliacate!

—¿Te operaron de los ojos? —Pregunté para confirmar.

De momento se me fue la onda.

—Sí. Por eso no puedo ver y necesito que me alimentes. Dijiste que habías venido a cuidarme.

Nicolás era alto, tenía una barba abundante de muchísimas semanas y el cabello algo alborotado. Hasta ese instante, ya no me pareció ser engreído. ¡Tenía porte de hombre guapo! Me causo intriga saber de color eran sus ojos.

—Está bien. ¿Quieres...?

—Llévame al sofá. Es cómodo desayunar allí —pidió.

Fui a la cama, tomé la charola y la llevé hasta la mesa de la sala que está dentro de la habitación.

—¿Te fuiste? Recuerda que no puedo ver —me recordó él.

Yo ya me había sentado en el sofá.

—Perdón. Se me olvidó que yo soy tus ojos.

—¿Eres mis ojos?

Me acerqué una vez más a él.

—Ahora lo soy. ¡Que sorpresa! Mi padre no me dijo que debía venir a cuidar del hijo de los patrones, y la verdad no esperaba que estuvieras ciego. Tus padres tampoco me dijeron nada. ¡Muchas sorpresas hoy!

—Eres muy franca con tus palabras.

—Perdón, mejor guardare silencio, yo...

—Habla sin pena. No me molesta.

¿Y por qué se había molestado hace un ratito? Sonreí.

—¡Genial! Te llevaré a desayunar.

Tome su mano con mucha confianza y comencé a caminar para que él me siguiera el paso. ¡Su mano era muy grande!

Nos tomó algunos minutos y le indiqué donde sentarse.

—Por lo que dices, estas aquí porque te obligaron. ¿Cierto?

—Sí.

—¿Tus padres?

—Sí. Porque tus padres necesitaban a alguien que conociera el negocio de tu familia.

—¿Sabes que mi padre es narco?

—Lo sé. Lo único que no entiendo, es porque tus padres no tienen el valor de contratarte a un cuidador profesional. ¡Ya sabes! Yo solo soy una chamaca. No tengo nada de experiencia cuidando a enfermos, así que no esperes mucho de mí.

Me pareció notar que sonreía.

—¿Qué podría esperar de ti?

—No sé. Mejor ni te hagas ilusiones. Aprenderé a cuidarte lo mejor que pueda.

Ver el movimiento de su boca era agradable, digo, de no poder ver sus ojos y saber que me está poniendo atención, el ver sus labios hablándome era una buena señal.

—¿Cuantos años tienes?

Puse la charola de comida sobre mis piernas.

—Dieciocho. Tu papá me dijo que tú tienes veintiocho años.

Noté que sonreía ligeramente.

—¿Que más te dijeron mis padres?

Tome la cuchara y la llene de comida. La subí hasta su rostro, la pegué a sus labios y él abrió. ¡Era cómo alimentar a un bebé!

—Me dijeron que tienes un carácter de la fregada y que debía ayudarte a sentirte bien. ¡Cuidarte más que nada!

Trago la comida.

—¡De la fregada estoy ahora! —Exclamó al instante —. No puedo ver.

—Bueno sí, pero...

—Pero ¿qué?

—A mí me parece que no estás tan de la fregada.

—¿Por qué lo dices?

Le di otro bocado de comida. Comenzó a masticar.

—Bueno, vives en una casa de lujo, tienes lo necesario en casi todos los sentidos y ahora tienes a alguien que cuide de ti. ¡Eso no es estar muy de la fregada! Hay gente que está realmente en la fregada y a pesar de eso, siguen con su vida. Tú solo estás ciego de momento, supongo que después de tu recuperación te pondrás sano y seguirás como si nada.

En su oscuridad visual, seguramente él meditaba en mis palabras.

—¿Tu familia está en la fregada?

Le di otro bocado de comida.

—Pues sí. Pa que te digo que no, si la verdad es que si estamos en la fregada. Por eso estoy aquí. Mi papá me obligó a aceptar este empleo, si hubieses visto, me pego unas cachetadas bien fuertes. ¡Me dio mucho coraje! Literalmente estoy aquí por la fuerza.

—¿Y por qué te obligo a venir? Digo, no era necesario que tú...

Le di otro bocado de comida.

—Tu padre le ofreció una buena cantidad a mi padre si le conseguía alguien que fuese discreto y dócil, ya sabes, que supiera quedarse callado, más que nada por lo del narcotráfico. Así que, como mi papá le debe mucho dinero a uno de sus hermanos, me está utilizando para pagar su deuda. ¡Por eso estoy acá! Porque si estamos jodidos.

Y en realidad yo no me consideraba tan dócil y callada.

—Pero al menos aquí la vas a pasar bien.

Le di otro bocado.

—¡Eso espero! Nomás y te pones al brinco y si te ando dejando. Soy de un temperamento chistoso y regularmente no me gusta dejarme cuando me quieren tratar mal.

—¿Como que de carácter chistoso? Más bien será tu temperamento.

—Pues sí. O sea que hace rato mientras viajaba para acá, me sentía con ganas de ahorcarme y justo ahora me siento como una niña bien. ¡Ya sabes! Estoy como en mi modo de sirvienta activado. ¿Quieres un poco de café?

Me pareció que sonreía.

—Está bien.

—Bueno, en realidad no soy una sirvienta.

Acerque la taza hasta sus labios, dio algunos tragos.

—¿No te gusta ser mi sirvienta?

Deje escapar una risa tonta.

—La neta no. En realidad, yo estoy aquí porque mi papá es mozo desde su juventud y como ya terminé la preparatoria, me dijo que ocupara mi verano para empezar a curtirme como buena moza. ¡Se enoja muy a menudo conmigo! Es que ya quiere que me case. Pero como yo no quiero, siento que eso hace que se enoje conmigo.

—¿Tu papá quiere que ya te cases?

—Sí.

—¿Pero…?

—Una larga historia, después te cuento.

Asintió.

—¿Usarás tus vacaciones para cuidar de mí?

Le di otro bocado de comida.

—Sí. Ya te dije que me obligaron a hacerlo. Por eso debes valorar mi compañía. La neta no sé nada de ser una buena moza, pero, aprendo rápido. ¡No te preocupes! Estarás bien.

Sentí que la confianza estaba creciendo de forma rápida entre nosotros. ¡No me dio miedo mostrarme tal cual soy!

—Tengo ganas de ir al baño. ¿Podrías llevarme?

Me quede estática de repente.

¿Llevarlo al baño? ¿Y que se suponía que yo debía hacer? Era evidente que, si Nicolás no fue capaz de alimentarse solo, tampoco sería capaz de usar el sanitario solo. ¿Limpiarle el culo? ¡Eso no lo había pensado!

—Está bien. ¿Harás del uno o del dos?

—Solo quiero orinar.

Hice rodar mis ojos como gesto de incomodidad, él no se daría cuenta de mi postura.

—Sale. Te llevaré al baño.

El aroma del sanitario era dulce y agradable, una combinación a manzana canela.

—Ya estamos en el baño. El inodoro está justo detrás de ti. ¡Te esperaré afuera!

—¿Y si chorreó todo el piso? —Su argumento me hizo sentir más incómoda, en el buen sentido, claro.

—Pues puedes sentarte. Desabrochas tu cinturón, te bajas el pantalón y te sientas. ¡No es tan difícil! Así como si fueras a surrar.

Su altura no me impresionaba y su cuerpo tampoco, pero yo no me sentía lista para ayudarlo en el sanitario. Jamás pensé que esto implicaría cuidar de alguien limitado.

—Yo te grito cuando ya esté listo y puedas entrar.

—Genial. Te espero afuera —tenía muchas ganas de huir de allí.

—Bueno, pero, si deberías ayudarme a desabrocharme el pantalón.

Sus palabras me pusieron tensa. ¡Tragué saliva!

—Supongo que si te voy a ayudar con esto —me acerqué a él, hice contacto visual a su paliacate y sin miedo alguno, desabroché su cinturón y el botón de su pantalón —. ¡Listo! Ya puedes hacer lo tuyo.

—¡Gracias!

—Me gritas cuando ya pueda entrar.

Salí, cerré la puerta y le di privacidad. ¡Qué cosas!

Ser cuidadora comenzaba a sorprenderme demasiado, sentí que este día estaba yéndose de forma rápida. Recargue mi cabeza contra la pared, aclare mis ideas y comencé a tratar de asimilar una vez más, que yo estaba lejos de casa. ¡Me sentí cansada de repente! Ya no pude despedirme de mi abuelita y eso me hizo pensar en mi hermano, tampoco pudimos despedirnos.

¿Cómo es posible que las cosas puedan cambiar tan rápido? Quería acostarme en la cama. Me estiré un poco, alcé los brazos y me puse de puntitas, sentí que mis nervios se complacían porque la sensación era riquísima. ¡Es bueno estirarse de vez en cuando!

—¡Ya estoy listo! —Exclamó al mismo tiempo que tiraba la carga de agua.

Entré y lo vi de pie, sus brazos caídos, sus labios entreabiertos y los ojos vendados con un paliacate de color café. ¡Tenía sus pantalones caídos!

—¿Puedes ayudarme a abrocharme el pantalón? —Pidió él.

¿Qué más podía hacer? Después de todo, Nicolás era un hombre aparentemente discapacitado.

—Sí.

Camine hasta él y me agache un poco para subir el pantalón desde el suelo. Sus piernas tenían vello, cantidades increíbles de líneas negras, usaba un bóxer de color gris y justo en medio de sus entrepiernas, un bulto enorme yacía como relieve.

¡No me dio pena mirarlo así! Esta no era mi primera vez observando el cuerpo masculino y supongo que tampoco sería la última.

—Ya está. Te llevaré al lavabo —tome una de sus manos, lo lleve hasta el lavabo—. Te pondré jabón.

Comenzó a hacer espuma, yo también tuve que lavarme y mientras el agua chorreaba, metí mis manos con las suyas para enjuagarlo bien.

Para finalizar le pase una toalla para secarse.

—¡Listo! Saldremos de aquí.

Y en un movimiento inesperado, subió sus manos hasta mi rostro. ¡Me quede estática! Sentí el roce de sus dedos recorrer con lentitud mis mejillas, acariciaba mi piel y en mis labios se detuvo. ¿Que estaba haciendo? Subió hasta llegar a mi cabello. Recorrió con lentitud mi cabellera.

—¿Cuánto mides? ¿Uno sesenta?

—Uno sesenta y ocho.

—Tu cabello también es suave. ¿Cuál es tu secreto para estar tan suave?

Arrugue un poco las cejas, su pregunta fue un poco extraña a mi parecer. ¿Yo era suave?

—Nada. Solo me baño con champú de sábila y romero. Es una receta de mi abuelita.

Se quedó callado. Bajo sus manos y las detuvo en mis hombros.

—Te estoy examinando un poco más a detalle. Quiero conocer mejor a mi cuidadora.

—Claro. No hay problema.

Su tacto no me pareció atrevido. Sus manos eran suaves, tibias y sentirlo recorrer mi cuerpo, eso era algo que tampoco imagine sentir. ¡Era la primera vez que un hombre me tocaba así! Me sentí ligeramente nerviosa. Como que se me acelero el pulso.

—Por la noche quiero tomar un baño. ¿Me ayudarías con eso?

¿Ayudarlo a bañarse? ¿Como así? Me quede pensado durante una brevedad. ¿Tendría que verlo desnudo? ¿Sería yo quien limpiaría su cuerpo? ¡Un completo desastre!

—Yo...

Escuche la melodía de un celular.

—Me están llamando. ¿Podrías ir por mi celular? —Pidió Nicolás.

—Claro. Voy corriendo.

Salí del baño, busqué el móvil, lo encontré en su buro y lo tomé. Volví al baño.

—Contesta y ponlo en altavoz —ordenó.

—Sí.

El nombre en la pantalla decía Iker.

—¿Qué pasó? —Preguntó mi jefe.

—¿Cómo está? —Preguntó el mayordomo.

—Bien. Todo en orden.

—¿Ya conoció a su cuidadora?

Sus otros empleados si solían hablarle de usted. ¡Con respeto inculcado!

—Sí. Estoy con ella justo ahora.

—Perfecto. Espero que le haya gustado el desayuno.

—Estuvo bien. ¡No me quejo!

Yo sostenía el celular para que él pudiera hablar con el responsable de la casa.

—Perfecto. ¿Qué le apetece para comer?

Nicolás pensó durante algunos segundos.

—Se me antojan unas pizzas.

—¿De que las quiere?

—De mango, una de berenjena y otra de carnes frías. ¡Por favor!

—Claro. Las prepararé para usted.

—Perfecto.

—¿Podría prestarme a su cuidadora por unos minutos? Tengo que hablar con ella.

—Sí, ahorita le pido que baje.

—¡Muchas gracias, señor!

La llamada se terminó.

—Llévame al sofá y ponme un poco de música. Después bajas, Iker te busca, ya escuchaste.

—Claro.

Agarré su mano derecha y comencé a conducirlo afuera del sanitario. Lo ayude a sentarse en el sofá y le puse el pan en la mano para que pudiera comer mientras yo no estaba.

—¿Que música te gusta?

—Quiero que pongas una playlist que tengo en mi celular. Búscala en la aplicación de music.

—¿Cuál es tu código para desbloquear tu celular?

—Quince, cero siete, veinte.

Teclee esos dígitos y el móvil se desbloqueó. Busqué la aplicación y la abrí.

—¿Como se llama la playlist?

—Sinthwave.

—¿En inglés? —Pregunté con curiosidad.

—Así es.

—¿Sabes inglés?

—Un poco.

—¡Que padre!

—Enlaza mi celular a la bocina que está cerca del televisor, pon la música a todo volumen, no hay problema con eso.

Hice lo que me pidió. El sonido empezó a aclararse y pude identificar un tono futurista viejo. Simulated Stars de ODDling, así se llama la melodía que sonaba.

—Iré a ver a Iker. Regreso en un momento.

—Claro. Si quieres, tomate un tiempo para ti. ¿Ya te instalaste en tu habitación?

—No. Aún no.

—Puedes ir a checar tu cuarto. Regresa en una hora. ¿De acuerdo?

Asentí.

—¡Claro! Muchas gracias.

El Nicolás engreído había desaparecido. ¡Qué bueno! Así nos llevaríamos bien.

Salí de su habitación, cerré la puerta y me recargué por algunos segundos en ella. ¡Esto estaba pasando muy rápido! En realidad, creo que nadie es dueño de su futuro.

Por la mañana, yo estaba cortando elotes en casa de mi abuela, luego me puse a discutir con mi padre y terminé enojándome al mil por ciento; ahora resulta que estoy lejos de mi hogar, ayudando a un hombre que no puede ver y me he convertido en su cuidadora. ¡Que rayos!

Deje escapar un suspiro, arregle mi postura y bajé.

Iker estaba en la cocina, amasaba unas bolas de masa y había diferentes recipientes con ingredientes variados. ¡Está preparando la comida!

—¡Hola! Ya estoy aquí —saludé al verlo.

—Sí. ¿Ya conociste a Nicolás?

—Parece un buen tipo. Un poco gruñón y loco al principio, después es agradable.

Asintió.

—¿Desayunó?

—Sí. Por partes, pero sí.

—¿Que hace ahora?

—Me pidió que le pusiera música y me dijo que volviera en una hora.

—Genial. Le acabo de comprar una Alexa para que ya no estés poniendo la música manualmente. Luego la instalare en su habitación.

—¿Una Alexa?

—Es una bocina inteligente.

—¡Ah! —Me sorprendió un poco saber que existían bocinas inteligentes.

—¿Ya conociste tu habitación?

—No. Aún no.

—Bueno, en un momento puedes ir a conocerla e instalarte.

—Claro.

Con mucha agilidad amasaba. ¡Parecía tener experiencia en lo que hacía!

—Te compré unas cosas. Algo de ropa nueva, zapatos y un celular.

Eso fue inesperado, neta que no esperaba que algo así pudiera sucederme.

—¿De verdad?

—Las bolsas están en la sala. Puedes ir a checarlas. Pruébate la ropa y si alguna no te queda, iré a cambiarla a la tienda.

Iker parecía ser un buen tipo.

—¡Gracias! Yo... —Esto me parecía increíble.

—Es parte de tu trabajo. No me agradezcas, el amo me pidió que hiciera eso por ti.

La verdad es que si necesitaba la ropa y los zapatos. Todo lo que yo solía vestir era muy desgastado y viejo. ¡Qué buena onda!

—¡Que padre!

—Tu nuevo celular está dentro de las bolsas. Ya lo he configurado, puedes tomarlo y úsalo con confianza. No es tan difícil. ¿Si has usado celular antes?

—Si, me gané un celular en una rifa de la escuela, lo tuve por varios días, pero mi papá me lo quito y lo vendió.

Se sorprendió mucho.

—Bueno, si necesitas ayuda con tu celular, también puedes decirme con confianza.

¡Me estaba yendo bien este verano! Nunca imaginé que podría pasarme algo así en la vida. ¡Que padre!

—Si, está bien. ¡Muchas gracias!

Asintió.

—Una última cosa.

—¿Qué es?

—Saldré dentro de tres días. Justo me acaban de notificar hace unos minutos. El amo me ha enviado al norte, iré a dejar y recoger un encargo. Te quedarás a solas con Nicolás.

—¡¿Enserio?!

—Sí. ¿Tienes problema con eso?

Su pregunta me hizo pensar. ¿Estar lista para quedarme a solas con un hombre discapacitado visualmente?

—Creo que no.

—¡Excelente! No sé hasta qué fecha yo esté de regreso, pero te mantendré informada.

—Está bien.

—Va. Hablaré contigo en los próximos días. Hay varias cosas que debo explicarte y también debes conocer la casa. Inspecciónala en tus ratos libres.

—Perfecto.

Asintió con una sonrisa. Percibí que en su brazo derecho había un tatuaje grande de una serpiente.

—Ya puedes irte. Te enviaré un mensaje cuando ya esté lista la comida.

—De acuerdo. ¡Gracias!

Eran muchas las bolsas que Iker había comprado. Algunas tenían logotipos de marcas que nunca en la vida imaginé usar. Subí las escaleras, escuché la música sonando cuando pasé por la habitación de Nicolás, me detuve en la segunda puerta.

Puse mi mano en la perilla, estaba fría y sentí nervios de abrir. ¿Y si mejor no hubiese aceptado venir? ¿Tenía otra opción mejor? ¡La neta es que no! Al menos ya estaba lejos de mi padre y eso era bueno de cierto modo.

Tragué un poco de saliva y entonces, abrí.

El aroma era idéntico al de toda la casa. Una cama matrimonial bien tendida, un escritorio, un televisor y mi propio baño. ¡Claro! Este cuarto era pequeño en comparación a la habitación de Nicolás, pero al menos, este cuarto era mucho más grande que mi anterior habitación.

Dejé las bolsas en el suelo —madera barnizada para resaltar el color natural— y vacié mi mochila.

Busque mi nuevo celular y me sorprendió ver que la pantalla era muy brillante y bonita. ¡Inesperado! Un celular con tres cámaras y de la manzanita mordida. ¡Chido! Abrí la app de música y busqué una playlist de ambiente.

Gibran Alcocer empezó a tocar su piano en la habitación.

Me encerré en el baño. ¡Necesitaba bañarme! Había estado cortando elotes y el sudor ya estaba seco sobre mi piel. Me encueré a toda velocidad, subí el volumen y abrí la llave del agua ¡Me sentía muy emocionada!

Me puse champú, olía rico, enjabone mi cabeza, me sentía como en un sueño y disfrute al máximo mi baño. ¡Está regadera era una maravilla! Descubrí que había una llave para agua fría y la otra para el agua caliente. ¡Cosas de gente rica! En casa, solíamos poner a calentar agua en una cacerola vieja y tiznada. Teníamos que atizar con leña hasta que el agua estuviera caliente. ¡A mí me gustaba hirviendo!

Ahora solo tenía que abrir la llave y ya. ¡Agua calientísima!

Salí del sanitario, la música seguía sonando y comencé a probarme la ropa que Iker me había comprado. Pantalones, playeras, ropa interior, tenis, zapatos y hasta unos cuantos shorts. ¡Yo luciría totalmente diferente a “la chica de pueblo” de esta mañana!

Decidí quedarme vestida con un pantalón de mezclilla desgastado, mi playera era de color negro con un estampado de una silueta masculina en líneas blancas. ¡Estrene mis converse rojos!

Mi celular timbro con una notificación.

*Iker:** Ya está lista la comida. Por favor, es hora de bajar. Pregúntale a Nicolás si desea que le subas la comida. *

*Janet: **Está bien. Ahorita le pregunto.*

Apague la música, me observe al espejo por algunos segundos y sonreí al ver mi reflejo. ¿Qué le había pasado a Janet? Tan solo pasaron unas horas para que mi estado de ánimo cambiara a un modo más tranquilo. Mis lagrimas habían desaparecido de mi rostro y ahora, me sentía totalmente diferente. ¡Me sentía muy guapa!

Pero entonces, de forma inconsciente, subí mi mano hasta mi mejilla derecha y acaricié la zona donde papá me dio las bofetadas. ¡Me dio coraje de repente! Papá había logrado una vez más salirse con la suya. ¡Canijo señor! ¿Qué caso tenía amargarme la tarde por lo que me había obligado a hacer? ¡Las cosas pintaban muy bien en este lugar!

Salí de mi habitación.

Me detuve enfrente de su puerta y entre sin dudar. La música seguía sonando muy futurista y Nicolás estaba tendido en el suelo. ¿Qué le había pasado? ¿Se desmayo?

¡Changos! ¡Me preocupó verlo así!

—¡¿Estas bien?! —Me exalte demasiado.

Corrí hasta él, me agaché y rápidamente recargué mi oído sobre su pecho. ¡Quería averiguar si su corazón seguía latiendo! Sentí sus manos sujetarme la nuca, ese movimiento me sorprendió muchísimo y el sonido de su corazón me trajo cierta paz.

Me apretó más a su pecho.

—¿Estoy bien? —Su voz sonaba distinta, como más grave a causa de mi oído pegado a su cuerpo.

—¡Lo estas! Yo, pensé que te habías desmayado o que algo te había sucedido. ¡Me espante!

Dejó escapar una risita boba. Su mano seguía tocando mi rostro, me presionaba a su cuerpo y yo, use mi mano para tocar su mano sobre mi piel.

—¿Te espantaste?

—¡Pues sí! Mi trabajo es cuidarte. ¿Por qué crees que necesitaba confirmar que tu corazón si estaba latiendo?

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Irma Ordonez
muy hermoso me encanto y espero los demas gracias y muchas felicidades
Irma Ordonez
Excelente
Vero Gomez
Léanla vale mucho la pena se enamoraran.
Vero Gomez
Me encantó llore mucho, fue algo adictivo y fácil de leer pero me quede con querer más felicidades 💐👏👍
Anonymous
hermosa novela 💖 donde estan las otras dos partes que dijiste que tenías el libro
Maria Teresa Ledesma
Me encantó, 👏👏👏
Rosa María Fernandez
muy linda historia me encantó te felicito 😍
Anita Maria Fernandez Campos
/Facepalm/ me he reído como nunca con tu novela, aunque no conozco muchas palabras que aquí en Chile no se usan la disfruto en cada capítulo😉
Lucia Feliciano Falcao
Hay un lapso de tres años en la novela, que pasó con el mafioso y el hijo,?🤔🤔🤔
Lucia Feliciano Falcao
Espero Janet que no estés cavando tu tumba, y dé prioridad a tus estudios 🤔🤔🤔.
Lucia Feliciano Falcao
Las coincidencias de un pueblo pequeño, creo que el cuando sepa que Janet no quiere casarse, los padres harán un complot y el fingirá que es ciego para así tenerla cerca y conquistarla ☺️😊☺️.
Bella Maldonado Beltran
que diablo paso aqui, el padre es mafioso ademas es un maldito sin sentimientos. que no mueran ,merecen estar juntos y ser felices
Bella Maldonado Beltran
yanet si aceptas a nicolas que sea por amor no por su dinero ,no lo hagas sufrir .y tenga una mala imagen de ti .
Bella Maldonado Beltran
por fin yanet te distes cuenta quien es nicolas.
Bella Maldonado Beltran
no me equivoque en mi comentario anterior sí es nicolas el de los claveles
Bella Maldonado Beltran
nicolas date cuenta yanet te quiere solo quiere el bien para ti ,a pasar que aun no sabe que tu eres el chico de los claves.
Bella Maldonado Beltran
nicolas date cuenta yanet te quiere solo quiere el bien para ti ,a pasar que aun no sabe que tu eres el chico de los claves.
Bella Maldonado Beltran
es muy bonita la novela, ya se quien es nicolas es el chico de los claveles de la graduación el que usaba lentes poto de botella .por eso los padres llevaron a que ella lo cuudará .
Bella Maldonado Beltran
yo igual creo que el recupero la vista ,pero le gusta estar con ella ,y srguro se van a enamorar .
Yenny Castro
Excelente
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