“Mi niña. Una guerrera. Renaciendo.”
Esta no es solo una novela.
Es un grito ahogado convertido en palabras.
Es la historia de una mujer que fue rota…
Charrill no es solo un personaje.
Es cada mujer que ha callado.
Que ha llorado en silencio.
Que ha sentido que no vale nada…
Que ha perdido las esperanzas…
Esta historia duele.
Esta historia también sana.
Es para ti, que alguna vez pensaste rendirte.
Es para ti, que aún luchas por levantarte.
Acompáñame en este renacer.
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24. Una señal.
POV Cristóbal.
Esos días fueron grises para todos.
Después del atentado, la vida pareció detenerse. La alegría se apagó y la esperanza comenzó a temblar. Aquel día, la existencia nos golpeó con fuerza, sin piedad ni aviso.
No fue solo la violencia del hecho, sino la manera en que nos recordó cuán vulnerables somos, lo frágil que puede ser la vida en un instante.
Intentaron quebrar nuestra fe, pero ahí estábamos, juntos, compartiendo en silencio un dolor profundo. Una familia unida, apoyándonos unos a otros con un lazo indestructible.
Dante estuvo días en terapia intensiva. No por el accidente, sino porque la hiena de su madre lo golpeó.
—¡Maldita mujer! —me hierve la sangre aún de recordarlo.
Fueron las horas más largas de nuestras vidas.
María Teresa no se derrumbó. Se mantuvo de pie. Valiente… al frente del cañón. Sus dos hijos estaban al borde de la muerte.
Adrián... su hijo mayor y Dante, mi pequeño sobrino, a quien ella adoptó como a su hijo desde mucho antes de aceptar a Marcello.
Esa mujer vale oro… y mi amigo ha ganado un tesoro invaluable.
A Charlie la vi caer en pedazos.
Ella intentaba seguir con su vida, aparentar normalidad. Se esforzaba por sonreír, por no preocupar a su madre, por fingir que nada le dolía. Pero yo… yo sabía que su alma sangraba.
El maldito de Fermín, quien fue el verdugo de mi bella mujer… así la siento, aunque no me ha dado el sí... todavía.
Ese malnacido tuvo el final que merecía.
Murió desmembrado, como si las manecillas del reloj y el destino se hubieran confabulado para borrar de la faz de la tierra a dos escorias. No sin antes hacerles pagar, de la forma más brutal y, al mismo tiempo, natural, parte del daño que causaron.
Él y la madre de Dante sufrieron un accidente espantoso. Se estrellaron sin posibilidad de redención.
Fermín, por su parte, contrajo una bacteria que empezó a devorarle los músculos lentamente, obligando a los médicos a amputarle las extremidades una por una.
Pero allí no terminó su sufrimiento. La bacteria se lo fue comiendo por dentro, produciéndole dolores insoportables y la agonía que se había ganado con sus actos tan crueles.
El infierno se lo llevó consigo. Y, aunque su fin no borra el daño, al menos trajo un cierre.
Una aparente paz vino tras esos finales.
Mi amigo es padre nuevamente de mi pequeña ahijada Anaís, junto a una mujer que lo adora, que lo ama, que quiere a mi sobrino como si fuese su propio hijo.
Ellos se casaron y forman una familia hermosa.
Gerónimo se reconcilió con su esposa. Ahora es padre de mellizas. Se trasladó a vivir a América junto a ella.
Hemos podido retirar, a lo largo de estos años, un 99 % de los vídeos y, aunque parezca increíble, Parmenio fue quien ayudó con ello.
No sé cuáles son sus intereses. Eso es algo que me mantiene alerta.
Charlie lanzará en un mes su primera colección, con el apoyo de Roqui y de Junior… quien no se le despega.
Y aunque sé que su cariño por Junior es fraternal, hay algo en mí que no encuentra calma.
No es que no confíe en ella. Es que deseo estar más cerca. Ser yo quien la acompañe, quien la abrace cuando está feliz, quien la sostenga cuando el mundo le duela.
Me pongo celoso del aire… porque lo siento tocar su piel con libertad, mientras yo solo la miro desde lejos, cuidando que nada la lastime.
Me dan celos de todas esas mañanas en las que se viste sin saber que daría lo que fuera por despertarla con un beso, por ser su primer abrazo del día.
Celos de todo lo que la rodea… de cada rincón que ocupa su atención, porque cada cosa tiene un lugar en su mundo… y yo, aún sigo esperando el mío.
Estoy enamorado de ella hasta los huesos.
Mi vida es ella. Mi niña. Una guerrera. Renaciendo día a día.
Charrill… murió definitivamente para el mundo.
Y Charlie…
Hoy, después de dos años, esa niña que temía al mundo se ha transformado en una mujer fuerte, decidida y valiente.
Volvió a salir sola a la calle.
Volvió a confiar.
Volvió a vivir.
Y yo…
Soy el hombre más feliz del mundo con tan solo poder estar a su lado.
Ella sabe que aprendí a amarla a su ritmo, a su manera, sin exigir nada.
Solo esperando.
Esperando que un día, cuando esté lista…
Me mire con los mismos ojos con los que yo la miro desde hace dos años.
Porque lo que siento por ella no es capricho, ni obsesión, ni deseo solamente.
Es amor.
El verdadero.
De ese que no necesita tocar para cuidar.
De ese que se queda, incluso cuando el alma sangra.
De ese que no pide nada… pero lo da todo.
Ella lo sabe.
Se lo he dicho con palabras sutiles, sin presionar.
Ella será quien tome la decisión de cuándo darme la oportunidad.
Yo no pienso rendirme.
Solo espero que ese día llegue… cuando su mirada y la mía por fin hablen el mismo idioma…
No habrá duda.
Seré el hombre más feliz.
Y prometo borrar de su piel cada huella que dejó ese hijo de perra.
—Cristóbal —me llama Patiño, mi hombre de confianza, sacándome de mis pensamientos.
Lo veo entrar con un pequeño pulgoso en sus brazos, mi ceño se frunce.
—Sabes que no me gustan los cachorros. No tengo tiempo para ellos en mi vida —digo tajante.
Él sonríe, mirándome desafiante. Se acerca y lo coloca sobre el escritorio.
—Pues te veo mal. Y debes decírselo tú a la señorita Charlie —dice, señalando un sobre atado al collar del cachorro.
Mis ojos se abren.
—¿Qué tiene que ver ella? —susurro tomando el sobre.
—Creo que ahí adentro está la respuesta —responde alejándose con esa sonrisa ladina que odio.
—Ven, veamos qué dice aquí… pulguiento —digo, mientras lame con su pequeña lengua mis manos.
Es un cachorro arrugado, de orejas grandes y mirada dulce, como si supiera que está aquí con una misión.
Lo acaricio. Es un Shar Pei miniatura… de esos perros que parecen haber vivido mil vidas en su piel arrugada.
Atado a su collar hay una pequeña plaquita con el nombre: Hope Floyd.
Abro el sobre.
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✉️ Para mi abogado sexy:
Dijiste que, cuando estuviera lista para amar de nuevo, te diera una señal… y una oportunidad.
No fue fácil. Me costó mirarme al espejo, aprender a vivir con cicatrices que nadie ve… pero tú has estado ahí.
Siempre. En silencio, sin pedir nada, dándolo todo.
Esperando.
Amándome a tu manera.
Hoy me miro al espejo y, por primera vez, ya no veo a la mujer indefensa y rota.
Veo a una guerrera.
Una mujer que sobrevivió al infierno y renació con más fuerza.
Una mujer que ya no teme sentir… porque ha aprendido que el amor no siempre duele. Que a veces… cura.
Y si hay algo que aprendí en este tiempo, es que para amar no se necesitan lazos de sangre.
Pase por una tienda de mascotas y lo ví. Me recordó tanto a mí. Indefensa en busca de un poco de cariño… de amor.
Por eso, las señales a veces llegan con patas cortas, arrugas adorables y una lengua inquieta.
Él se llama Hope Floyd.
Porque contigo aprendí a tener esperanza, y a creer que hasta en los días más grises. El sol también asoma.
Cristóbal…
¿Quieres ser mi novio?
¿Quieres formar parte de nuestras vidas?
¿Tienes un lugar en tu apretada agenda para una mujer que te ama en silencio y un cachorro con nombre de milagro?
Porque nosotros ya hicimos espacio para ti.
Siempre tuya.
Charlie.
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—¡SÍ! —grito sin pensarlo, tomando al pequeño Hope Floyd en brazos. Lo beso. Lo abrazo.
Y en ese instante… soy el hombre más feliz del mundo.
(---)
¡Oh! Le ha llegado a Cristóbal la oportunidad que tanto espero.
¿Hasta cuándo durará esta paz?
Las leo. 👍