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CONTIGO SÍ...

CONTIGO SÍ...

Status: En proceso
Genre:Juego del gato y el ratón / Amor-odio / Romance de oficina / La mimada del jefe / Polos opuestos enfrentados / Mujeriego enamorado
Popularitas:102.1k
Nilai: 4.9
nombre de autor: JHOHANNA PEREZ

La historia de los Moretti es una de pasión, drama y romance. Alessandro Moretti, el patriarca de la familia, siempre ha sido conocido por su carisma y su capacidad para atraer a las mujeres. Sin embargo, su verdadero karma no fue encontrar a una fiera indomable, sino tener dos hijos que heredaron sus genes promiscuos y su belleza innata.

Emilio Moretti, el hijo mayor de Alessandro, es el actual CEO de la compañía automotriz Moretti. A pesar de su éxito y su atractivo, Emilio ha estado huyendo de las relaciones estables y los compromisos serios con mujeres. Al igual que su padre, disfruta de aprovechar cada oportunidad que se le presenta de disfrutar de una guapa mujer.

Pero todo cambia cuando conoce a una colombiana llamada Susana. Susana es una mujer indiferente, rebelde e ingobernable que atrapa a Emilio con su personalidad única. A pesar de sus intentos de resistir, Emilio se encuentra cada vez más atraído por Susana y su forma de ser.

¿Podrá Emilio atrapar a la bella caleña?.

NovelToon tiene autorización de JHOHANNA PEREZ para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Confesiones...

—¿Ustedes todavía salen juntos? —preguntó Salvatore con naturalidad.

El CEO, consciente de que estaban cerca de la caleña, prefirió cuidar sus palabras. Antes, no le habría importado lo que pensara ninguna mujer sobre sus relaciones, pero ahora... algo era diferente.

—Hace tiempo dejamos de salir —respondió con frialdad—. Pero no estamos aquí para hablar de asuntos personales. Vamos a concentrarnos en lo que nos concierne, y dejemos que la licenciada Montero se concentre en su trabajo.

Susana no levantó la vista. Siguió con su lápiz, fingiendo indiferencia absoluta.

Ya en la oficina de Emilio, Salvatore no perdió tiempo en tocar el tema que más inquietud generaba en Emilio: la caleña.

—Creo que aprovecharé la invitación a la fiesta de las máscaras para llevar a Susana —comentó con una sonrisa pícara.

Emilio, al escucharlo, se tensó por completo.

—Salvatore… una mujer como ella desentonaría en una fiesta como esa. Además, ya sabes que sin invitación no podrá entrar. Tampoco tiene con qué participar en la subasta ni para hacer un donativo generoso.

—Eso no es ningún problema —replicó Salvatore con aplomo—. De la invitación, el donativo y el vestuario me haré cargo yo. ¿Acaso no la has visto? Susana no necesita usar ropa de diseñador para verse bella.

El rostro de Salvatore se iluminó con una sonrisa encantada, esa que desató en Emilio una punzada de celos tan aguda que le costó disimular.

Impulsado por ese sentimiento, Emilio lanzó una pregunta venenosa:

—¿Te gusta la parlanchina?

Salvatore soltó una carcajada.

—Me encanta —admitió con honestidad—. Y estoy dispuesto a conquistarla. Seré paciente. Una mujer independiente, segura e inteligente no es fácil de impresionar… pero ya me gané su amistad, y eso ya es un paso importante.

Emilio, desbordado por los celos, no encontró otra forma de responder que soltando veneno:

—No creo que tu chequera y tu posición no la deslumbren. Una mujer que nunca ha tenido lujos ni ha tenido oportunidad de destacar en un mundo como este no desperdiciará la ocasión de escalar.

Salvatore lo miró con seriedad por primera vez.

—Emilio, no te vuelvas a referir en esos términos a Susana —dijo en tono grave—. No sé qué sabes o qué has visto en ella, pero Susana no es una arribista. Es una mujer hecha a pulso. No está buscando un idiota que le resuelva la vida. Las mujeres interesadas y oportunistas no pierden ocasión para sacar beneficios, y Susana no me ha pedido ni un café. Es la mujer más sencilla que conozco. Así que, por favor, te agradecería que en mi presencia no vuelvas a hablar así de ella.

Emilio se quedó callado. Las palabras de Salvatore lo golpearon más fuerte de lo que esperaba. No por lo que decían, sino porque, en el fondo, sabía que eran verdad.

Se sentó detrás de su escritorio, cruzó los brazos, y fingió buscar unos documentos. Pero por dentro, una tormenta de emociones le nublaba los pensamientos… y la imagen de la caleña se le instalaba cada vez con más fuerza en el pecho.

Los días siguientes en la compañía transcurrieron entre trazos de diseño gráfico, revisión de balances financieros y la organización minuciosa de todo lo concerniente al inminente concurso mundial automotriz.

Emilio, por su parte, libraba una constante batalla interna. A ratos deseaba lanzarse sobre ella y volver a besarla con la misma intensidad con la que lo había hecho en Siena. Pero se obligaba a conservar la cordura, a recordar que ella era su empleada, una mujer que no encajaba en su mundo... o al menos eso intentaba repetirse.

Para Susana no era distinto. Haber probado esa boca la había descolocado más de lo que quisiera admitir. Se sorprendía imaginando, una y otra vez, qué habría ocurrido si lo de aquella habitación no hubiera sido un simple juego. ¿Y si hubieran avanzado un poco más...? Pero cada vez que Emilio volvía a ser déspota o lanzaba alguno de sus comentarios arrogantes y ofensivos, esas ideas se le evaporaban como humo.

Ahora, Susana iba camino a la mansión Moretti. El abuelo Leonardo la había citado personalmente.

—Llegamos, señorita —anunció Henry, el chofer, sacándola de sus pensamientos.

—Gracias, Henry —respondió con una sonrisa mientras descendía del auto.

La entrada de la mansión era imponente, elegante sin llegar a la ostentación vulgar. Una empleada de rostro amable la recibió y la guio por un extenso corredor hasta el despacho del anciano patriarca.

—Buenas tardes, señor Leonardo —saludó Susana al entrar.

—Buenas tardes, Susana —replicó él, frunciendo ligeramente el ceño con gesto teatral—. ¿En qué quedamos con eso de llamarme señor? ¿No somos acaso amigos?

—Claro que somos amigos, pero si lo llamo solo "Leo", siento que le estoy faltando al respeto. Por favor, déjeme seguirlo llamando así.

Leonardo suspiró y asintió resignado.

—Está bien… —Señaló un sillón frente a él—. Toma asiento. ¿Te gustaría tomar algo?

—Gracias. Si tiene algo helado, lo agradecería. Hoy ha sido un día particularmente caluroso.

—Ya mismo pediré que te traigan un jugo frío —dijo, pulsando un botón en su escritorio—. Verás, Susana, te he pedido que vinieras porque necesito un gran favor tuyo.

Ella lo miró con sorpresa. ¿Un favor? ¿Qué podría necesitar de ella un hombre como él?

—¿Un favor? ¿De qué se trata, señor Leonardo? —preguntó, esbozando una sonrisa curiosa.

El anciano sonrió con picardía mientras abría un cajón y sacaba una tarjeta negra con detalles beige y letras doradas.

—Nada complicado. Me ha llegado esta invitación para una de las fiestas más importantes del año aquí en Milán. Es en beneficio de los más desfavorecidos, una gala de máscaras. Y como ya no estoy en edad ni tengo la energía para estas cosas... pensé que quizás tú podrías ir en mi lugar.

—¿Señor Leonardo? —repitió ella, confundida—. ¿No cree que soy la menos indicada para asistir a un evento de ese tipo? No tengo un vestido apropiado para ese código de etiqueta y, además... ¿qué haré en medio de tantos millonarios y playboys? Me verán como un “mosco en leche”.

—Pensé que eras lo suficientemente segura de ti misma como para que esas cosas no te afectaran —replicó él, alzando una ceja con intención.

—Y lo soy, señor Leonardo. Créame que no me afectan. Pero si voy en su representación... entonces sí, porque será su nombre el que esté en la mira.

—Tú no te preocupes por esas minucias. Solo di que irás. De lo demás me encargo yo. Será una buena experiencia. Además, tendrás la oportunidad de conocer gente y practicar tu italiano. Solo acepta.

Susana lo pensó unos segundos. Leonardo había sido tan amable con ella desde su llegada que no encontraba cómo negarse.

—Está bien... Usted ha sido tan generoso conmigo que no podría rechazarlo. Acepto.

—Ya verás que no te arrepentirás de asistir a la fiesta de máscaras. Es más, creo que después me lo agradecerás —dijo con una sonrisa confiada.

—Más bien espero estar a la altura y dejar su nombre en lo alto.

—Lo harás, no tengo la menor duda. Confío en ti.

—Gracias. Aunque... mañana tengo una jornada complicada, precisamente tengo que trabajar con su nieto y, como usted sabrá, no es precisamente... flexible.

—No te preocupes por eso. Yo me encargaré de Emilio. Mañana al mediodía, Analía estará en la entrada de la compañía esperándote para ir a almorzar. Ella te ayudará a escoger el vestido y todo lo que necesites para estar a tono con el evento.

—Está bien. Bueno, señor Leonardo, debo irme. Aún tengo cosas que hacer. Ya no en la oficina, pero sí en mi apartamento.

—Ve tranquila. Gracias por aceptar.

Cuando Susana se dirigía hacia la entrada principal, Emilio bajaba de su Aston Martin, estacionado junto a la fuente de mármol. Llevaba su traje negro hecho a la medida, las gafas de sol empujadas sobre la cabeza, y un gesto frío en el rostro. Ambos se cruzaron en la escalinata.

—¿Montero? ¿Qué haces aquí? —preguntó con desconfianza.

—Asuntos personales, señor Moretti. Con su permiso —dijo con educación, intentando seguir su camino.

—Espera —le dijo, deteniéndola con un toque en el brazo. Le sostuvo la mirada, buscando algo en esos ojos grandes que lo volvían loco.

—¿Qué pasa, señor Moretti?

—¿Insistes en enredar a mi abuelo?

Ella rodó los ojos con visible fastidio y respondió con sarcasmo filoso:

—Sí, eso es exactamente lo que estoy haciendo. Quiero enredarlo, convertirme en su amiga favorita y, con suerte, quitarle el puesto de bisnieto favorito. ¿Contento?

Se zafó de su agarre con elegancia, levantando ligeramente la barbilla y caminó con paso firme hacia el auto donde Henry ya la esperaba. El aire quedó impregnado de su perfume empresarial, fresco y envolvente.

Emilio se quedó inmóvil unos segundos, viendo cómo se alejaba.

—Estás preciosa, Susi… —susurró para sí mismo.

Emilio ingresó al despacho. Su abuelo lo hizo pasar mientras sonreía para sus adentros.

—Buenas tardes, hijo mío. Veo que el viaje a Siena con la caleña te sentó muy bien... Te ves diferente.

—¿La caleña? ¡La caleña! ¿Qué le ven a esa mujer, que a todos les cae en gracia? Mi padre se la pasa adulándola por el proyecto. Abdiel, que qué acento… Brigitte le obedece más a ella que a mí, ¡que soy su jefe! Y tú ya la pones por encima de mí, ¡que soy tu nieto favorito!

Leonardo rió divertido, sin perder la compostura.

—Pareces un niño de seis años haciendo berrinche… o es que te quedaste en esa edad y nadie lo ha notado.

—Dime, hijo, ¿qué es lo que realmente te molesta de Susana? ¿Que sea brillante? ¿O que no se te haya lanzado encima como el ochenta por ciento de las mujeres? ¿Será que eso es lo que te molesta? Que no es de las que se doblega, ni de las que se arrodilla frente a un arrogante, ni de las que llora por una broma pesada. Porque sí… estoy enterado de todas esas “pruebas” disfrazadas de bromas de mal gusto que le has hecho.

—¡Vaya, no llora! Pero viene y se queja contigo… Qué gran ejemplo de indomable.

—No, hijo. Estás equivocado. Susana no habla mal de ti. Al contrario, me ha dicho que aunque eres insoportable, te admira como empresario y te respeta por tu liderazgo… cosa que tú no haces con ella. Y no, no me ha contado nada de tus bromas. Lo sé porque yo siempre vigilo mis intereses.

—No me digas que...

—No, abuelo… ¡Te lo advierto! Eso no. No quiero que tú ni nadie me imponga a la parlanchina. ¡No la soporto! Ella representa todo lo que no tolero en una mujer.

Leonardo sonrió y se acercó a Emilio. Le dio unas palmaditas en la espalda.

—No necesito imponerte a nadie, y menos a ella. Porque sé que tú sabrás elegir muy bien a tu compañera de vida… que, por cierto, ya te estás tardando, señor irresistible.

Leonardo sabía usar las palabras adecuadas. No se alteraba. Hablaba con ese tono grave y seguro que le hacía ganarse el respeto de todos. Sus palabras solo eran una verdad que Emilio no quería aceptar, pero que era inevitable.

—Por cierto, hijo, hablando de Susana… La necesito libre mañana después del mediodía. Y no quiero impedimentos para ello.

—¿Para qué?

—Asuntos de amigos.

—Solo porque se trata de ti. Pero no abuses, abuelo. Estamos a tan solo tres meses del concurso mundial automotriz, y por supuesto, seremos los ganadores. Así que hay mucho que hacer.

—Solo por mañana dijo el abuelo...

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Yeny Vasquez Caraballo
Queremos seguir leyendo porfis 🙏🙏🙏😭😭😭 todo está excelente y emocionante
Diana Maestre
estaba leyendo otra novela de uno de los jovenes moretti que tiene relacios con la hija de una familia amiga y le dice que fue solo sexo... no recuerdo el nombre ni la autora si me pueden ayudar. no me aparece en la biblioteca /Smug/
Diana M
estoy fascinada amo esta novela
Flor Elisa Gil Valencia
por favor más capítulos más más más más más más más más más más más
Felisa Naranjo
jajajaja Emilio a caminar derecho porque Susana es de armas a tomar y que viva el amor
Gloria Ortiz
EI mejor que bello y maravilloso 📔
🤎 Lisseth 🤎
Excelente gracias 🙏
mariana boscan
Caleña entregate a ese amor.
Elizabeth Lizarraga
muy bueno está linda la historia
Nena Bastida
Muy interesante escritora
Linilda Tibisay Aguilera Romero
deben darse la oportunidad me encanta
Nena Bastida
Que bueno que hablen y dijan que sienten
Monica García Ramirez
Padre santo, lo lograrán, ya no podrán estar más el uno sin el otro, espero y eso sea pronto/Kiss//Pray/
Monica García Ramirez
Gay dios yo también estoy desarmada con este capitulo/Kiss//Pray/jajajajajajajajaja
Alejandro Jose Serrano Batista
se merecen esa oportinidad de ser felices
Jhohanna Perez
jajaja y tú feliz 😍
Yeny Vasquez Caraballo
hermoso capitulo
Yeny Vasquez Caraballo
que hermosos felíz ...momento más fino
Yeny Vasquez Caraballo
interesante felicidades escritora
Yeny Vasquez Caraballo
hay Más fino viene lo bueno /Drool//Drool//Drool//Drool//Drool/
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