Casada Por Mí Reino.

Capitulo 22. Sumer. 

Obra : Casada por mí Reino. 

Autor : Elsa Elena Isasa. 

Nuria era un hervidero humano a esa hora de la mañana. El sol estaba renuente a salir del todo y las nubes negras y amenazantes avisaban de probables lluvias. Chu tuvo la idea brillante de ir hacia la casa de un anciano curandero de Nuria y no vender las pócimas en las calles. Allí fueron, Drago y Sol, esperando que el hombre compre lo mejor de su mercadería. 

El hombre era delgado y alto. Su rostro estaba cubierto de arrugas y su cara tenía un rictus amargo.

 De inmediato dijo que no compraría. Que él no confiaba en remedios ajenos. Y los despidió sin más, sin escuchar las alabanzas que Chu hacia de las dotes de su patrona. Sol lo miró mientras cogía un frasco de un estante ayudando a su brazo derecho con la mano izquierda. 

– Anciano. Puedo sanar tu brazo diestro del dolor que tienes. - dijo Sol Lisbeth. 

– No hay dolor alguno en mí brazo – dijo el curandero. 

– Entonces. ¿Porque requiere de la ayuda del izquierdo para alzarse sobre tu cabeza? Tú brazo está malo y puedo ayudarte – dijo Sol sin amilanarse.  

Él la miró sin confiar en ella y sus ojos serios se unieron a los azules. 

Ella de inmediato vino hacia él e inesperadamente lo abrazó

Y cuando lo hizo, solo movió con rapidez su apretón en el hombro malo,produciendo al curandero, un ruido y un dolor agudo.

Cuando iba a protestar sintió el alivio. El hombro se había acomodado y el dolor desapareció.

– Está loción es para que se unte a diario. – dijo Sol al anciano Sumer.-- vamonos señor Chu y Drago. –

– Por favor, no se retiren.¡Perdone usted señorita!. Quiero ver sus pócimas curativas. 

El rostro del anciano Sumer había cambiado. Su rictus amargo había desaparecido y la conversación tomó otro rumbo. 

Chu puso sobre la mesa la bolsa de medicamentos mientras su jefa sacaba cada uno y explicaba su efecto. Intercambiaron algunas sustancias y conversaron sobre sus conocimientos. Sumer de Nuria pagó la mercadería con denarios y otros productos exóticos que él poseía. 

Drago y Chu en la puerta del recinto seguían cuidando a Sol Lisbeth. 

Estuvieron allí casi una hora mientras los dos curanderos intercambiaban conocimientos y remedios. 

Mientras estaban en la puerta vieron pasar a la bucanera con su séquito de impresentables hacia el puerto. Ella les dio una mirada rápida pero Chu quedó preocupado. 

–Te ha mirado patrón. Espero que ya se marchen– dijo. 

Las esperanzas de Chu se concretaron. Cuando después de visitar la casa de la seda donde Sol Lisbeth compró y encargó vestidos para ella, zapatos forrados y algunos abalorios, volvieron a la Posada la gente de Yaolin ya no estaba.

Tenían dos días aún en Nuria para esperar la confección de las prendas de Sol. El viaje a Escitia era un hecho y ella sabía que debía preparar otra versión de sí misma para presentarse ante sus suegros. 

Pero había otras cosas que le interesaba más que las ropas. Aprendió con el anciano Sumer como probando la orina de la mañana podría reconocer el embarazo. 

Poner un dedo en la bacinilla humeante del primer orín de la mañana y acercar a su nariz o a su boca. La acidez o la dulzura de la sustancia debía indicarle con seguridad su estado.

Cuando compartió su nuevo saber con Martina su hermana hizo una cara de asco. 

– No. No hermana. No meteré en mí boca mí orín. Es todo más fácil. Debes guiarte por el sangrado. 

– Sumer dice que no es definitivo. Hay hembras que sangran todos los meses. Esto es más concluyente. –

–Ese curandero debe ser un degenerado. Si el cuerpo expulsa el orín no debes meterlo en tu boca.Con seguridad te envenenara hermana. –

– Sumer es sabio. He conseguido polvos para dormir a la gente y dejarlos como muertos. Conseguí una raíz que si la hierves y das la colación mata al humano en segundos. - dijo Sol– no entiendo cómo eres capaz de tomar la semilla de tu hombre en tu boca y tienes asco de tu propio cuerpo. –  

–Ah. Pero el cuerpo de mí amado es una delicia. - dijo riendo la morena.-- debes probarlo también. Drago enloquecera contigo– dijo la morena. 

– Ya está bastante loco. Y aún no me ha hecho un hijo. – respondió con pesar Sol Lizbeth. 

– Tendrás el niño que quieres. Pero debes hacerme caso hermana. Si chupas extraeras la semilla potente. Bien te digo y debes escuchar. –

– Quizás estamos viejos. Eso es. Drago ya tiene 25. Quiero que los Dioses nos den un pequeño. Así cuando nos lleven algo nuestro quedará en la tierra. –

– Somos hermanas verdad. Mí hijo es tu hijo. – dijo Martina abrazando a su amiga. Estaba segura que el niño o la niña pronto se anunciaría. 

Cuando los vestidos y zapatos por fin se entregaron el grupo de Drago salió hacia Alubia. 

Drago llevaba pertrechos para caballos y cuchillos diversos. Las mujeres telas vestidos y muchos abalorios. Chu compró una pequeña caja que al abrir tenía una música encerrada que regaló al pequeño de Rumi. 

El niño le profesaba un cariño especial al chino. Y él se sentía de alguna manera su pariente. Nada los unía, ni la raza ni la sangre pero otros lazos invisibles e inexplicables hacían que el pequeño sea un miembro importante de esa nueva vida. La caja mágica de música era el juguete más preciado del niño y pasaba horas atrapando y dejando ir, los sonidos que la caja emitía. 

Rumi estaba un poco celoso del afecto del pequeño por el navegante. 

–Creo que ese mongol intenta quitarnos nuestro hijo mujer– le decía a Martina. 

Ella se reía. Rumi estaba con arcadas mañaneras desde la Posada del Mar de Nuria. Quizás la receta que le dió a su amiga estaba funcionando otra vez con ella. Y su marido, sufriría los efectos. Muchas veces los dioses se vengaban de los hombres dándole los sinsabores de las mujeres.

–Creo que hoy probaré tu orina Rumi – dijo a las carcajadas. 

Rumi pensó que su mujer estaba loca. Una loca hermosa y feliz.