La diosa levantó su mano y materializó a su lado un espejo, donde podía observar a una mujer esquelética, en un cuarto que parecía una pocilga.
—Tu muerte ha sido injusta y no debió haber sido—le respondió—si accedes a salvar a esa chica convirtiéndola en tu segunda esposa, haré que vuelvas un mes antes de tu muerte siendo portador de mi poder. ¡Te convertiré en inmortal!
Dante no podía creer lo que estaba escuchando de una diosa tan poderosa como Eos, si hacía que esa mujer se convirtiera en su segunda esposa, no solo lo convertiría en portador de su poder, sino que lo regresaría antes de su muerte con el fin de evitarla.
—Acepto—respondió sin tapujos—me convertiré en su sirviente y la haré mi esposa, a cambio de que usted me dé su poder. ¿Quién es ella?
—Es tu cuñada—respondió la diosa.
Para salvar su vida y la de sus hijos, de las malignas manos de su esposa, debía casarse con una cuñada que jamás supo de su existencia.
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MI ÚNICA Y AMADA SEGUNDA ESPOSA
Dante, con una sonrisa cortés, sintiéndose un poco incómodo al estar en un lugar donde habían solo mujeres, le respondió de manera contundente a la vendedora.
—No, a ella no—dijo seguro—Necesito un regalo para mi única y amada segunda esposa.
Enseguida la vendedora frunció el ceño,para luego disculparse. Si bien no le parecería tan extraño la segunda esposa, siendo que la sociedad aun era poligámica, el hecho de que dijera única la hacía entender que él solo aceptaba como su esposa a la otra mujer.
—¡Con mucho gusto lo ayudaré, duque!—respondió un tanto nerviosa—dígame, ¿Qué desea regalarle a su esposa?
Dante asintió satisfecho, si bien una parte lo había hecho para joder aun más a Giselle con los rumores, aquello de verdad expresaba como se sentía en su interior. En ese momento, él solo tenía una esposa y era Atenea. Siendo que la una de las razones por la que no pedía anulación o el divorcio, es que quería encontrar también una forma de que sus hijos no fueran catalogados como ilegítimos.
—Tengo entendido que este lugar vende cosas muy buenas para la piel, por lo que deseo comprar tanto maquillaje como productos para el cuidado de la piel—dijo mientras observaba los productos—tienen que ser medicados, no quiero nada que pueda hacerle daño. Ella tiene una piel sensible, por lo que deseo mimarla un poco. Si tienen cosas hechas a base de rosas, mucho mejor. No importa lo que tenga que pagar, ustedes solo empáquenlo y llévenlo a mi mansión, ¿De acuerdo?
—¡Tenemos lo que usted necesita! ¡Los productos medicados es nuestra especialidad!—dijo contenta por la futura venta—¿Pero seguro que lo quiere solo a base de rosas? ¡Hay muchos productos excelentes con otros componentes!
—De eso no tengo duda—dijo antes de irse—pero adoro el olor de las rosas en su cuerpo, así que también es un mimo para mí.
Dicho eso, con una sonrisa descarada, retomó su viaje de regreso a la mansión donde era esperado por su familia. En cambio, la vendedora había quedado perpleja, tanto que sus compañeras tuvieron que pasarle un poco de alcohol para sacarle de su trance.
—Creo que alguien se apoderó del cuerpo del duque—le dijo a una de sus compañeras.
—¿Por qué lo dices?—preguntó la que le había pasado el alcohol.
—¿Alguna vez el duque frío fue romántico a la luz pública?—respondió con otra pregunta.
Al igual que ella, todas sus compañeras se quedaron perplejas. Era la primera vez que el duque mostraba esa actitud, en especial por lo reservado que era. Por eso cuando podían inventarle sobrenombres, debido a alguna situación que lo involucrara, se divertían a más no poder; sin embargo, aquella ocasión el sentimiento era distinto.
Aunque Dante quería propagar rumores contra Giselle, había hecho, sin querer, el inicio de una historia desmedidamente romántica que sería la comidilla de todos, hasta llegar a la corona imperial.
Una vez llegó a la mansión, siendo casi la noche, subió primero a su despacho para dejar en la caja fuerte el sobre que había recibido en la tarde. Tras eso, luego de bañarse y colocarse su pijama, se dispuso a regresar con su familia.
—¿Nanita?—le habló a la niñera de su hijo Maxi.
—¡Bienvenido, duque!—respondió con una reverencia.
—¿Ocurre algo? ¿Por qué estás en mi habitación?—preguntó preocupado por si algo había pasado con Maxi o con Virgilio.
—El joven Virgilio se encuentre bien, durmiendo en su incubadora—respondió Eliana, su ama de llaves—Nanita está acá, debido a que el señorito Maximiliano está durmiendo con la segunda señora.
Un poco confundido, ya que no esperaba aquello, entró a su habitación para encontrarse con una escena que lo dejó sin palabras. En frente suyo, encima de la cama, estaba Atenea durmiendo mientras Maxi aplastaba su cara con su pequeño cuerpo.
El mayor de sus hijos, quien aun tenía su ropa normal puesta, estaba tan profundamente dormido que tenía la boca abierta. Así mismo Atenea, quien no solo no le molestaba que Maxi la estuviera aplastando, sino que estaba durmiendo placidamente con una sonrisa.
—Supongo que será de familia—dijo un poco cómico al recordar lo que había pasado la noche anterior.
Tomando dulcemente a su hijo, lo sacó dormido de la habitación para entregárselo a su niñera, la cual lo llevó de nuevo a su respectiva recámara.
—Mi señor—dijo su ama de llaves—el mayordomo me ha entregado este paquete para usted, de la boutique de belleza.
Dante asintió mientras recibía la caja, suponiendo que allí se encontraba todo lo que les había encargado a la tienda. Con una sonrisa ingresó de nuevo a su cuarto y mientras el equipo médico terminaba de atender por aquella noche a Atenea, empezó a colocar todo encima del tocador de modo que apenas despertara lo viera enseguida.
—¿Duque?—lo llamó una somnolienta Atenea.
—Veo que dormiste todo el día—dijo dándole un beso en su frente.
—Atenea se sentía muy mal hoy, pero Maxi ayudó a que Atenea se sintiera mejor—respondió enseñándole el pin de ropa que su hijo había hecho—¡Maxi también llamó a Atenea mamá!
Dante acarició la cabeza de su segunda esposa, mientras ella daba pequeños brincos de alegría. Estaba de verdad conmovido, en solo un día, había avanzado más con su hijo mayor que en los cinco años que estuvo al lado de su madre biológica.
—Te están preparando un baño para que después comas algo, así que sé buena y prepárate—dijo dándole otro beso en su mejilla—comeré contigo cuando estés lista.
Recostado contra el marco de la cama, observó como Atenea, bastante sonrojada, se disponía a ir al baño con ayuda de unas enfermeras; sin embargo, cuando pasó al lado del tocador, esta se quedó quieta. De verdad lo que había encima le llamó la atención, tenía una cara igualita a los niños con un juguete nuevo.
—¡¿Son cosas de hadas?!—dijo emocionada.
Todo lo que había allí estaba tan bellamente empacado y adornado, que pensó que eran artilugios mágicos del mundo de las hadas.