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En Blanco

En Blanco

Status: En proceso
Genre:Romance / Yaoi / Pérdida de memoria / Traiciones y engaños / La Vida Después del Adiós
Popularitas:821
Nilai: 5
nombre de autor: Marianitta

Cuando Aiden despierta en una cama de hospital sin recordar quién es, lo único que le dicen es que ha vuelto a su hogar: una isla remota, un padre que apenas reconoce, una vida que no siente como suya. Su memoria está en blanco, pero su cuerpo guarda una verdad que nadie quiere que recuerde.

NovelToon tiene autorización de Marianitta para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Una luz

La luz de Auckland era distinta.

Más fría, más filtrada, como si la ciudad entera viviera bajo un cristal empañado.

Desde el ventanal de su consultorio, Leo observaba la avenida gris y ruidosa.

El reflejo en el vidrio le devolvía la imagen de un hombre que, aunque seguía llevando la bata blanca, parecía haberse encogido con el paso de las semanas. O quizá era el peso del caso que lo estaba aplastando.

El teléfono vibró por tercera vez en menos de una hora.

No necesitaba mirar la pantalla para saber que era su abogado.

La demanda por negligencia médica se había convertido en un animal que lo perseguía a todas horas.

El paciente que había perdido la vida no había sido suyo directamente, pero las manos que habían firmado el alta habían sido las suyas.

Los matices importaban poco ante el juicio público: para los periódicos, para los blogs, para los comentarios anónimos en redes sociales, él era culpable antes de que el juez abriera la boca.

Cerró la persiana con un golpe seco. No quería seguir viéndose en ese cristal.

—Doctor Velasquez, su paciente de las 4 ya está aquí— anunció la recepcionista con una voz temblorosa que antes no tenía.

—Dígale que espere — respondió sin mirarla.

Se dejó caer en la silla de su escritorio. Sobre la madera había papeles apilados, fotografías clínicas, facturas... y en medio, un sobre gastado.

El sobre.

Lo había guardado casi por impulso antes de volver de la isla. Dentro había una pequeña fotografía arrugada: Aiden, sonriendo, con manchas de pintura en las mejillas.

No miraba a la cámara; parecía concentrado en un lienzo fuera del encuadre.

Un recuerdo lo golpeó sin pedir permiso.

Aquel día llovía a cántaros y el taller improvisado de Aiden estaba impregnado de olor a óleo y humedad.

Leo se había quedado en la puerta, observando cómo el otro arrastraba el pincel con una delicadeza que parecía incompatible con su carácter impulsivo.

—Si sigues mirándome así, me vas a poner nervioso —había dicho Aiden, sin girarse.

—No puedo evitarlo— respondió Leo.

Eres… demasiado tú cuando pintas.

Aiden rió, y ese sonido había sido suficiente para que el resto del mundo desapareciera.

Leo cerró los ojos con fuerza.

Ese recuerdo era una herida que no dejaba de abrirse.

Volvió a guardar la fotografía, como si esconderla pudiera protegerlo de sí mismo.

La tarde se deslizó entre consultas mecánicas y llamadas no respondidas.

En cada pausa, su mente regresaba a la isla. A las calles angostas.

A las miradas de la gente, siempre calculadas.

Había algo allí, algo que le impedía dejar ir la idea de que Aiden estaba atrapado.

Pero no tenía pruebas, solo la certeza instintiva que había aprendido a no ignorar en su trabajo.

Encendió el ordenador y empezó a buscar entre sus contactos.

Llamó a un viejo colega que trabajaba en el hospital de la ciudad más cercana a la isla.

La conversación fue breve y decepcionante.

No, no habían visto a nadie que coincidiera con la descripción.

No, no había registros recientes. “Lo siento, Leo”, dijo su amigo antes de colgar, “a veces la gente simplemente no quiere ser encontrada”.

Pero él sabía que no era así.

Aiden no estaba desapareciendo por voluntad propia.

Al caer la noche, el consultorio quedó en silencio.

Se quitó la bata, colgándola con un cuidado innecesario, y se apoyó en el marco de la puerta.

El reflejo del letrero luminoso del consultorio parpadeaba en la acera.

En otro tiempo, ese parpadeo le habría parecido insignificante.

Ahora lo sentía como un recordatorio: todo lo que había construido aquí podía apagarse en cualquier momento.

Sacó el teléfono y revisó una vez más los mensajes viejos de Aiden.

Los había memorizado, pero igual los releía como si fueran pistas en un rompecabezas.

Ninguno decía dónde estaba.

Ninguno mencionaba a Thomas.

Pero había un patrón en sus silencios, en lo que no escribía.

Leo lo notaba como un latido irregular, imposible de ignorar.

Decidió que al día siguiente de nuevo se pondría en contacto con un investigador privado.

No podía seguir dependiendo de rumores y favores a medias.

Sabía que el dinero no era un problema; el tiempo sí lo era. Algo, una sensación difícil de describir, le decía que la ventana para encontrarlo se estaba cerrando.

Al salir del consultorio, el aire de Auckland le pareció más denso.

Encendió un cigarrillo, aunque hacía años que no fumaba, y lo sostuvo sin encenderlo.

No lo necesitaba.

Lo que necesitaba era respuestas.

Y, por primera vez en semanas, sintió que estaba a punto de empezar a buscarlas con las uñas, si era necesario.

La ciudad siguió su vida a su alrededor: autos, pasos apresurados, luces de escaparates.

Él caminó entre todo eso con la foto de Aiden ardiéndole en el bolsillo, como si ese pequeño rectángulo de papel pudiera guiarlo a través de la niebla.

Esa noche no durmió.

El rostro de Aiden —manchado de pintura, sonriente, vivo— se le aparecía cada vez que cerraba los ojos.

Y con cada imagen, la misma promesa se repetía en su cabeza: No voy a dejar que te borren.

1
Maru Sevilla
/Frown/
Maru Sevilla
El capitulo está interesante /Smile/
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