Emilia es una joven que ha sufrido mucho en su vida. Aun así, lleva una luz en su interior inquebrantable. Ella se la atribuye al amor que siente por alguien que cambió su manera de pensar hace muchos años. Sin embargo, cuando supone que al fin podrá ser feliz al lado de ese hombre. Descubre que su matrimonio con él solo fue arreglado por sus familias y en realidad él no la recuerda. Ella hará todo lo posible para que el brillo en sus ojos no se apaguen hasta que él la reconozca.
Aun así, Marco no es un hombre fácil. Diagnosticado desde joven con un desorden mental que le impide acercarse a las mujeres, termina aceptando un matrimonio por contrato que para él es solo un fastidio.
¿Logrará recordar a Emilia antes de que el brillo en sus ojos, reflejo del amor que siente por él, desaparezca?
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Mi madre
Capítulo veinte
Marco había estado hablando con alguno de los invitados mientras esperaba que su esposa regresara. Ellos se habían acercado a él para saludarlo. Por lo que no pudo evitarlo. Sin embargo, no le quitaba los ojos de encima a su padre.
Al notar que su padre había tomado las manos de Emilia, él se disculpó con los empresarios que le estaban hablando y se acercó a ellos sin dudarlo. Aunque no logró escuchar su conversación, hizo que Emilia le diera la mano y soltara las de su padre. ¿Eran celos? ¿De su padre?
—Claro. Como siempre, ahora ni siquiera me dejas hablar con mi nuera. Y yo que quería presentarle a un amigo mío —dijo el hombre bromeando. Marco, pese a odiar estar cerca de las personas, se había acercado a ellos, que estaban rodeados por los invitados, algo de lo que su padre se percató—. Pero, tú siempre te pones en el medio.
—¿Qué amigo quieres presentarle? —preguntó su hijo tomando de manera inconsciente la mano de Emilia.
—Supe que Emilia es muy buena diseñando ropa, y fui a París después de tu casamiento. Allí me encontré con mi amigo Franco —dijo el hombre notando como su hijo se aferraba a Emilia. ¿Había esperanza?
—Te refieres a Franco, ¿el diseñador que hacía la ropa de mamá? —Marco conocía bien a ese sujeto, era un hombre muy agradable, y gran amigo de su madre.
—Por supuesto, me preguntó por ti y le dije que te habías casado y que pronto íbamos a hacer una fiesta en la empresa. Así que aceptó venir, debe estar por llegar —el padre de Marco se mostraba tranquilo.
—¿Ustedes están hablando de Franco Ducto? —preguntó Emilia sorprendida.
—Por supuesto, ¿lo conoces? —el padre de Marco sonrío, su excusa había interesado a su hijo, pero también a su nuera.
—Sí, desde muy pequeña admiro su trabajo. Este vestido fue hecho por él y le hice unas modificaciones para la fiesta de hoy —dijo ella sin saber lo que estaba por desatarse.
—Eso es estupendo, no parece que hubiese sido modificado —dijo el padre de Marco, verdaderamente admirado con el trabajo que había realizado Emilia—. Aunque ya no recuerdo cómo se veía mucha de la ropa de mi esposa, me parece que los años no vienen solos.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Marco tenso.
—Ese vestido era de tu mamá, pensé que lo sabías —dijo el señor Echeverría.
—Emilia, ¿entraste al sótano sin mi permiso? —preguntó Marco furioso.
—Solo tomé algunas cosas …—ella quería explicar, pero él no se lo permitió.
—¿Cómo pudiste? —Marco parecía no poder controlar su rabia. Esas eran cosas que él había dejado ahí específicamente para que no las tocaran.
—No te enojes con ella. Te avisé que sacaría las cosas que había en el sótano de la casa —dijo su padre para tratar de apaciguar al muchacho sin éxito.
—Y yo te dije que no te metas. Esa ahora es mi casa —Marco se había puesto a discutir con su padre en medio de la fiesta.
—Tu madre lleva muerta diez años. Es tiempo de seguir adelante —aunque el señor Echeverría tuviera buenas intenciones, había activado la parte despiadada de su hijo.
—Tú no necesitaste ni diez meses en meter a otra mujer en tu cama. Entiendo que para ti sea fácil deshacerte de las cosas de mi madre —Marco había soltado la mano de Emilia, ya no había calidez en su interior, ahora se había llenado de rabia—. No quiero seguir adelante y no voy a seguir adelante solo porque a ti se te ocurra que ya es tiempo. No te metas más en mi vida o terminarás arruinándola como hiciste con la tuya.
Marco estaba furioso, sus empleados no le habían dicho que su padre pretendía sacar las cosas que él mismo había guardado en el sótano, recuerdos importantes que le quedaban de su madre.
—Nos vamos —tomó el brazo de Emilia por la fuerza y la llevó casi a las rastras hasta que la subió a su coche. Ella no podía caminar a esa velocidad con esa clase de zapatos, sin embargo, él no se percató de ello.
—Lo siento, pensé que se podían usar —Emilia se dobló el pie antes de entrar al vehículo por la velocidad en la que su esposo la había hecho caminar. Aun así, no dijo nada durante el camino a casa.
—No hables por favor. Estoy muy enojado en este momento y no quiero tratarte mal —Marco estaba furioso.
Lo único que le quedaba de su madre estaba en ese sótano. Y ahora Emilia había destruido uno de esos recuerdos para hacerse un vestido para esa tonta fiesta. Mientras aparcaba cerca de la mansión se notaba la tensión en los ojos de Marco. Emilia bajó del coche y uno de sus tacones se desprendió haciendo que se cayera al suelo y se lastimara aún más el tobillo.
—¿Qué haces? Vas a arruinar el vestido de mi madre —Marco la levantó por la fuerza de un tirón y también lastimó su muñeca. No estaba siendo cuidadoso con ella—. Quítatelos, si no sabes usarlo no te pongas algo así la próxima vez.
Por cómo estaba, pareció que lo decía solo por el vestido, pero además de estar molesto se había preocupado por ella, sin poder controlar su fuerza. Sin embargo, Emilia entendía que él estuviera enojado por lo que su padre le había hecho, pero no le parecía manera de hablarle. Así que, soltó su mano y se quitó el otro tacón. Además, ahí mismo se bajó el cierre del vestido y se lo sacó. Lo había hecho en la entrada de su casa como si estuviera demente, ambos lo eran.
Ella tampoco lo había pensado demasiado, el dolor de los latigazos que Marco le había estado dando con la mirada la hacían llenarse de rabia. No le había permitido darle una explicación, ya que ella no tenía nada que ver. Incluso se había tomado la molestia de preguntar si podía quedarse con esas cosas porque iban a ser regaladas.
¿Acaso no se daba cuenta? ¿En qué la estaba convirtiendo?
Autora: Osaku