Cassandra Yohana, una chica de 17 años que aún usa el uniforme gris de secundaria, tiene el pasatiempo de saltarse clases y dormir durante las lecciones. Aun así, sus calificaciones siempre son excelentes, lo que la ha vuelto bastante arrogante.
"¿De qué sirve tener cerebro si no lo usas? De nada sirve ser un ratón de biblioteca si tu cabeza sigue siendo débil", decía Cassandra con su lengua afilada al ver a sus compañeras estudiosas.
Hasta que un día, su clase recibe a un nuevo profesor que pone su mundo patas arriba.
Arsenio Xalendra, un hombre maduro con un carisma imponente, cuya mirada fría y penetrante intimida a cualquiera.
Pero para Cassandra, Arsenio Xalendra no es más que un hombre cruel que vino a destruir su tranquilidad.
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Capítulo 18
Gulp
Casandra tragó saliva al ver a Arsen parado en el umbral de la puerta.
El pelo mojado, con brazos fuertes y musculosos, sin olvidar la camiseta sin mangas que llevaba puesta, se veía húmeda y se pegaba perfectamente a la piel de su torso esculpido, con el pecho ancho y el abdomen plano formando una línea.
Una vista que Casandra nunca había visto en persona.
Arsen, al ver a la altiva chica inmóvil como una estatua, sonrió levemente. El hombre se acercó y se detuvo justo delante de Casandra, a pocos centímetros de distancia.
Uf
Cassandra parpadeó cuando sintió un cálido aliento rozar su rostro, y se dio cuenta de que el rostro de Arsen estaba muy cerca del suyo.
Arsen bajó la mirada hacia Casandra, quien, por reflejo, echó la cabeza hacia atrás.
"Cautivadora, ¿eh?", susurró Arsen justo al lado del oído de Cassandra, y con picardía le sopló suavemente en la oreja, haciendo que se le pusiera la piel de gallina.
Cassandra sintió un cosquilleo en la sangre, hasta que la voz de la señora Anis saludando a Arsen la hizo reaccionar.
"¿Qué quiere tomar, joven?"
Casandra, apresuradamente, recuperó la compostura y, sin esperar más, se marchó sin mirar atrás.
Arsen, al ver el comportamiento de Casandra, negó con la cabeza.
"Joven, la chica es guapa, ¿verdad?", preguntó la señora Anis. Llevaba un rato observándolos a ambos a escondidas.
"Hm, guapa. Es una chica, señora Anis", respondió Arsen después de tomar un trago.
"Ish, joven Arsen. Eso ya lo sé. Lo que quiero decir es que es guapa para ser esposa", dijo la señora Anis con una sonrisa.
Arsen entrecerró los ojos al oír las palabras de su ama de llaves.
"Señora Anis, usted sí que sabe reconocer lo bueno", dijo, y se marchó.
"¡Claro que sí, joven, para eso estoy!", exclamó la señora Anis, todavía bromeando con voz ligeramente fuerte, porque Arsen ya había salido de la cocina.
Arsen se dirigió a su habitación, y al pasar por delante del cuarto de invitados, esbozó una sonrisa.
Una hora después, todos estaban sentados a la mesa. Casandra se negaba a mirar a Arsen, y prefería responder a las palabras de Denia. Todavía se sentía avergonzada por lo de aquella mañana. Era evidente que había admirado el cuerpo tan seductor de Arsen.
"¿Sabes que tu tía y tu madre, Sonya, eran amigas?", dijo Denia con una sonrisa.
"Así que mi tía conocía a mi madre". Casandra se sorprendió un poco al oírlo.
"Sí, éramos muy amigas", añadió Denia. "Pero algo ocurrió en su matrimonio y Sonya empezó a cambiar, mi tía ya casi no la reconocía", relató Denia.
Casandra guardó silencio mientras escuchaba a la chica, sin reaccionar.
"Y mi tía se alegró mucho cuando supo que eras una de sus alumnas. Cuando estuviste en el hospital, no pudo ir a verte porque...", Denia se detuvo, recordando que Casandra no podía recibir visitas. "Ah, eso. Mi tía estaba fuera de la ciudad, y cuando te dieron el alta, Ars te trajo aquí porque mi tía se lo pidió", concluyó Denia.
Casandra sonrió con tristeza. Parecía como si realmente se mereciera compasión, víctima de una familia desestructurada, con problemas mentales que derivaban en depresión. Casandra odiaba esas cosas. ¿Por qué tenía que pasarle a ella? A veces no tenía fuerzas para soportarlo, todo le parecía tan doloroso.
Arsen observó la reacción de Casandra. En sus ojos se veía claramente que albergaba una mezcla de tristeza, ira y desesperación. Algo en lo más profundo de su ser se encogió y surgió en él el deseo de protegerla, de alejar la tristeza que la atenazaba.