Ella tiene miedo de la atracción que siente por el joven con el que durmió una sola noche, él hará lo posible por repetir la experiencia con la hermosa maestra de su hermanita.
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Conveniente coincidencia
En sus años escolares y de tierna infancia, cuando Leonardo tendría la misma edad que su hermana Nicolle, creía que los profesores se reunían en su sala especial para jugar, comer golosinas y contarse chistes y eso no era una idea descabellada comparada con la idea de algunos amigos decían que los maestros se reunían para idear maneras de torturarlos mientras jugaban poker, bebían y fumaban habanos. Ambas ideas estaban fuera de la realidad.
Leonardo, aún sin haberlo planeado alguna vez, se encontró en una sala de maestros siendo partícipe de largos minutos de trabajo y planeaciones para las clases con los alumnos. Por más aburrido que pareciera, tenía que estar ahí y aprender algo sobre cómo ser un profesor.
La puerta se abrió y la figura de una mujer rubia de mirada tranquila y sonrisa amable, se detuvo frente a él, su dulce perfume llegaba hasta él acariciando sus fosas nasales. Habían pasado tres días desde que la aprisionó en el cuarto de limpieza y ella trataba de evitarlo, Leonardo solo le estaba dando su espacio porque por mucho que se lo pareciera a ella, él no era un acosador.
—Leo, es suficiente —dijo Gabriela luchando por soltarse de su agarre —Esto no está bien y lo sabes.
Leonardo solo sonrió, la inseguridad que ella mostraba era contradictoria con la manera en que ella correspondía de manera inconsciente a sus caricias, forzando sus manos a alejarlo cuando segundos antes se aferraban a él como a un salvavidas.
—Gaby, quizás tienes razón y no está bien que estemos aquí, si tú quieres podemos…
Leonardo lo dijo con una sonrisa presumida y en un modo cariñoso como si la complicidad entre ellos fuera algo natural, para él lo era. En realidad, él solía ser del tipo soñador y romántico, de esos que creen que el amor es algo mágico que por el hecho de él sentirlo y percibir ligeras señales en la otra persona entonces este debía ser lo mejor del mundo; ya le había pasado con Natasha, creyendo que ella lo amaba de la misma manera que él a ella, perdida e incondicional.
—Ya sabes a lo que me refiero —Gabriela se removió, está vez con la clara intención de que él se alejará de ella, desprendiéndose de ese abrazo cálido e invasivo —Esto qué haces está mal. Yo no puedo tener nada contigo. Deja de acosarme.
La forma en que Gabriela dijo eso le hizo en cierto modo poner los pies en la tierra, quizás ella sentía algo por él pero no estaba dispuesta a hacer algo, ni siquiera a darle una oportunidad.
—Crees que eso hago —dijo cabizbajo.
—Lo siento, tenía que decirlo. Espero que lo entiendas y me dejes en paz.
Gabriela se las arregló para hacerse espacio en ese pequeño rincón para acercarse a la puerta y salir de allí, no sin antes mirar de un lado a otro. Cuando Leonardo se quedó solo ahí en medio de la oscuridad y con la única compañía de escobas y trapeadores viejos, no tuvo más que soltar todo el aire que había contenido en una actitud de derrota. El rechazo era algo que podía tolerar pero eso no quería decir que no doliera.
…
Nunca había sido un tipo inseguro pero tras su ruptura con Natasha y por cómo se dieron las cosas su estabilidad había comenzado a flaquear, quizás y no tenía sentido insistir con Gabriela, quizás y debería volver al bar el próximo fin de semana y seguir el consejo de Mario solo para quitarse ese sabor amargo que le producía el rechazo. Ella lo había estado evitando desde entonces.
—Maestra, tome asiento por favor —dijo el director señalando el sitio a lado de Leonardo, la mirada insegura solo fue visible para Leonardo que estuvo a punto de levantarse para no incomodarla con su cercanía pero eso hubiera sido demasiado obvio y los hubiera puesto en evidencia. Al final solo se removió mientras ella se sentaba con sumo cuidado para no tocarlo. Leonardo tuvo el impulso de rozar su mano, solo para probar; ella sentía una fuerte atracción por él, la pregunta era, lo encontraba tan irresistible que no podía estar cerca de él sin sucumbir al deseo de besarlo o encontraba su propia atracción por él como algo tan repulsivo que ni siquiera podía tolerar; cualquiera que fuera la razón ella lo rechazaría de nuevo y él comenzaba a cansarse de ello. En realidad le estaba siendo difícil no tocarla, sobre todo después de recordar esos dos últimos besos pero no sería imposible.
—Ya estamos todos. Vamos a comenzar con nuestra reunión.
El director era un hombre maduro quizás de la edad de su padre pero no por eso era un tipo amargado y huraño, por el contrario era amable y su poco sobrepeso remarcaba más su aspecto de tipo bonachón.
—Se que ya todos conocen a Leonardo pero permítanme presentarlo de nuevo, él es el nuevo maestro de inglés y me gustaría que todos le brindemos apoyo, no en la materia porque me queda claro que él sabe bien lo que hace, sino cualquier dificultad que pudiera tener con los alumnos.
Todos menos Gabriela asintieron de buena manera, ella solo miraba había el libro que tenía en las manos ignorando el hecho de que él estaba a lado suyo casi frotando su muslo, eso había sido desalentador para él, que ya ni siquiera ponía atención a lo que él director estaba diciendo.
—¿Puedo contar con usted?— dijo el hombre extendiendo su mano. Por un momento Leonardo pensó que la pregunta iba dirigida hacia él pero sintió alivio cuando vió que Gabriela se ponía de pie un tanto rígida y mecánica; su rostro se veía tenso como si se sintiera forzada a dar una buena cara.
—Claro que sí, señor director —respondió y Leonardo se sintió ansioso por saber de qué se trataba.
—Bien, entonces Leonardo, la maestra Gaby y tú van a preparar la feria del libro de este año.
Así que de eso se trataba, no cabía duda que ella no podría librarse de él aún si Leonardo no hacía nada para molestarla.
El director siguió hablando y Leonardo puso todo de sí para prestar atención pero no podía evitar que de vez en vez su mirada se desviará a la inmóvil maestra a su lado, en una fracción de segundo la descubrió mirándolo, fue gracioso verla sonrojada deshaciendo ese contacto visual, los días siguientes serían interesantes tal vez servirían para romper esa barrera que ella se empeñaba en formar o quizás le se servirían a él para olvidarse de todo. En realidad no podía, ni siquiera lo intentaría, con el ánimo renovado, Leonardo acercó su mano a la de ella que estaba sobre la mesa rozándola solo un poco para llamar su atención.
—Estoy ansioso por comenzar —dijo con voz sombría y pudo notar como ella se estremecía.