La Reina Del Mafioso

La rabia y la urgencia consumían a Daniel. Tras confirmar el parentesco de Susana y la oscura trama de los Montenegro, no podía quedarse de brazos cruzados. La presencia de Santiago en la vida de su prima, disfrazado de un amable estudiante, era una amenaza inminente que debía neutralizar.

Con la ayuda de algunos contactos discretos en los bajos fondos de la ciudad, Daniel rastreó los movimientos de Santiago. No fue difícil; el joven Montenegro, confiado en su plan y en su capacidad para manipular a Susana, mantenía una rutina predecible entre la universidad y un apartamento temporal que había alquilado.

Una noche, al salir del apartamento, Santiago fue interceptado por dos hombres corpulentos que lo introdujeron a la fuerza en una furgoneta negra sin distintivos. La sorpresa y el miedo se reflejaron en su rostro antes de que una tela con un olor dulzón lo sumiera en la inconsciencia.

Despertó en un almacén abandonado en las afueras de la ciudad, atado a una silla, con la tenue luz de una bombilla solitaria oscilando sobre su cabeza. Su mente tardó unos segundos en registrar el entorno y el nudo de terror que se apretaba en su pecho.

"¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren?" preguntó Santiago, su voz temblaba a pesar de intentar mostrarse desafiante.

Una figura emergió de las sombras. se acercó lentamente, su rostro sombrío y determinado. Santiago no sabía de quién se trataba

"Tú eres Santiago Montenegro," afirmó este desconocido, su voz grave y sin rastro de cordialidad.

Santiago intentó liberarse de las ataduras, pero fue inútil. "No sé de qué me hablas. Deben haberme confundido."

"No te confundimos," replico con frialdad. "Sé quién eres y sé lo que estás haciendo."

Santiago fingió confusión. "¿Haciendo qué? Soy un estudiante de intercambio."

este hombre soltó una risa amarga. "Un estudiante de intercambio que casualmente se acerca a Susana Montenegro. ¿Te suena ese nombre?"

El rostro de Santiago palideció ligeramente, pero intentó mantener la compostura. "Conozco a varias personas llamadas Susana."

el hombre misterioso sacó una carpeta y la arrojó sobre una mesa cercana. "Aquí tienes pruebas. Fotografías de tu abuelo, tu tío David, su esposa... y Susana. Partidas de nacimiento, registros matrimoniales. Susana Montenegro es tu prima, Santiago. La hija de tu tío David."

Santiago desvió la mirada, negándose a creer lo que escuchaba. "Eso no es cierto. Mi tío David murió sin hijos."

"Tu abuela te ha mentido," espetó Daniel, acercándose a él. "Siempre despreció a la esposa de David por no ser de su clase. Intentaron borrarla a ella y a su hija de la faz de la tierra después del 'accidente' de David. Un accidente que, por cierto, no fue tal."

Daniel sacó una copia del antiguo artículo de prensa sobre el sabotaje del coche de su tío y lo puso delante de los ojos de Santiago.

"Esto también te lo ocultaron," continuó Daniel. "La muerte de David no fue un accidente. Y ahora tú estás aquí, siguiendo las órdenes de tu abuela para terminar lo que empezaron.

Santiago finalmente levantó la mirada, sus ojos reflejaban una mezcla de incredulidad y confusión. "No sé de qué estás hablando. Mi abuela... ella solo quiere proteger a la familia."

"¿Protegerla destruyendo a la hija de su propio hijo?" preguntó este con sarcasmo.

El desconocido se quita el pasamontañas dejando al descubierto su rostro. Daniel Montenegro hermanos de Santiago

 "Susana es familia, Santiago. Es mi prima. Y no voy a permitir que le hagas daño."

"Estás equivocado," insistió Santiago, aunque su voz comenzaba a flaquear. "Yo... yo solo quería conocerla. Me cayó bien."

Daniel entrecerró los ojos, analizando la dubitación en el rostro de su hermano "¿Enamorarla para luego deshacerte de ella y de su madre? ¿Ese era el plan de tu abuela?"

Santiago guardó silencio, su mirada esquiva revelaba más que sus palabras.

"Ella te ha manipulado toda tu vida," continuó Daniel, su voz ahora cargada de un tono de súplica. "Te ha llenado de mentiras y resentimiento. Susana no tiene la culpa de nada. Es una buena persona, una joven fuerte que ha tenido que luchar mucho."

"Pero... la herencia," balbuceó Santiago. "Mi abuela dice que si esa empresa prospera..."

"¿Vas a permitir que la avaricia te ciegue hasta el punto de dañar a tu propia familia?" interrumpió Daniel con dureza. "El dinero no lo es todo, Santiago. La familia, la lealtad... eso es lo que realmente importa."

Daniel se acercó y desató una de las manos de Santiago, dejando las pruebas a su alcance. "Léelo. Investiga por tu cuenta. Descubre la verdad. Pero aléjate de Susana. Ella está bajo mi protección ahora. Y si intentas hacerle daño, te juro que te arrepentirás."

Santiago miró las fotografías y los documentos con una expresión confusa y perturbada. La similitud con su tío era innegable, y las fechas y los testimonios comenzaban a sembrar dudas en su mente. Sin embargo, la lealtad inculcada por su abuela durante años era un muro difícil de derribar.

"No sé qué creer," murmuró Santiago, su voz apenas un susurro. "Mi abuela... ella nunca me mentiría."

Daniel suspiró, sabiendo que había plantado una semilla de duda, pero que la verdad aún tenía un largo camino por recorrer. Lo hizo levantar y lo condujo de vuelta a la furgoneta.

"Te dejaré ir," dijo Daniel con firmeza. "Pero esta es tu única advertencia. Mantente lejos de Susana. Déjala en paz a ella y a su madre. Si vuelves a acercarte, no seré tan considerado."

Santiago fue abandonado a las afueras de la ciudad, con la mente hecha un torbellino de dudas y la carpeta con las pruebas en su poder. La confrontación con su hermano lo había sacudido hasta la médula, pero la influencia de Madame Lorena aún era poderosa. La decisión de creer o no la verdad que se le había presentado era ahora suya, y de ella dependía el destino de Susana y el suyo propio.