Mis Tres Vidas

Desde la partida de Arón Elizabeth vivía con la incertidumbre y miedo de que no regresara algún día. Si olvidara fácilmente de ella en su hogar distante. En su estadía acá no hubo nada romántico, ningún indicio que le diera seguridad de que lo de ellos tuviese firmeza y avanzara a un buen destino.

Él no insinuó más que respeto y de alguna forma cuidado hacia ella. Eso la tenía un poco confundida y la hacía dudar, por eso estaba insegura sobre su regreso. Ya había pasado casi un mes y solo había recibido una carta suya, muy correcta toda, sin exceso ni nada mal intencionado.

En ella le preguntaba cómo se encontraba tras su partida, si la trataban bien. Hablaba un poco sobre sus padres. Tal parecía que era una carta escrita para un amigo cercano y no una novia, pero no dejaba entrever amor. Si fracasaba en esa vida viviría por lo que el destino quisiera darles en el mundo humano, hasta que Arón muriera, lo sabía.

Tampoco ella podía culparlo por no amarla. Era ciega y eso pensaba mucho en su contra. Ella nació así, ni había indicios de nadie en su familia con su discapacidad. Siempre fue humillada y desechada por ello. Por eso le gustó la música tanto y se inclino por ella. Aprendío tanteando, luego de oído, ya que no podía estudiar música, no podía leer las partituras.

En casa luego de la partida de Arón sus padres la cuidaban más que nunca. Dejando que tocara el piano para las visitas, la mostraban más. En cambio, sus hermanas la odiaron por interferir en sus planes. Decían que por su culpa no pudieron casarse con él.

En condiciones normales ella jamás se fijaría en el prometido de una de sus hermanas, pero en este caso ese era el amor de su vida y no estaba dispuesta a sacrificarlo. No iba a jugarse su felicidad por ellas, ninguna de sus hermanas le han demostrado amor. Sus padres por lo menos se esfuerzan ahora por intentarlo, por conveniencia, ellas ni eso.

Pasaron los días, Elizabeth siempre esperando sus cartas, deseando que vuelva . Luego de dos meses de su partida recibió una carta donde Arón la invitaba a conocer a sus padres y pasar una temporada con él en su castillo. También dio un giro inesperado su manera de hablarle ya que le pregunta si quiere ser su prometida.

Elizabeth no lo puedo creer cuando escucho de la boca de su leal sirvienta Regla cuando dice la palabra prometida. Le pidió que leyera nuevamente la frase para estar segura de que sus oídos no le jugaran una mala pasada. Al enterarse sus padres de la invitación quedaron más contentos incluso que la pequeña Elizabeth que aún llevaba una enorme sonrisa en el rostro.

Ellos no lo pensaron dos veces u la dejaron partir, así sin más. Para ellos Elizabeth era una causa perdida, su oveja negra. Creían que iba a quedarme solterona. Que nadie se fijaría en ella jamás, así que no tentaron a la suerte y la dejaron ir antes que se arrepintiera. Felicitandola por lograr lo que sus hermanas no pudieron conseguir siendo normales.

Elizabeth empacó varios vestidos, su madre le regaló otros. No iría con ninguna de sus hermanas como chaperona, podrían interferir en sus logros, estaba más que claro que la motocicleta había hecho que el odio por ella aumentara mucho más. Sus padres lo sabían bien, así que la enviaron con su sirvienta Regla. Regla era una mujer de cuarenta y tantos años. De constitución robusta, rubia y de ojos azules.

Primero fue su nana y luego su sirvienta personal. Siempre ha estado junto a ella y la conoce como nadie. Elizabeth se siente segura a su lado y feliz de que ella la acompañe, ya que allí todo será diferente. Un nuevo lugar, el cual no sabra caminar sola hasta que no memorice el lugar, más otras inseguridades que ella saca de su cabeza y se enfoca en el amor inmenso que siente por él.